RICARDO VALENZUELA |
Hace un par de años asistiendo a
la reunión de la Álamos Alliance, en una de mis intervenciones ante tan selecta
concurrencia, yo afirmaba: “Hace tiempo abandoné mi estado de Sonora para
radicar en los EEUU, porque no quería vivir en un país que estaba seguro sería
la siguiente Cuba. Sin embargo, continuaba, en estos momentos estoy pensando
regresar porque ahora creo que la próxima Cuba serán los EEUU”. Había abandonado México en medio del
apocalipsis de los años 80 que dejaran al país herido de muerte.
Mi afirmación era honesta puesto
que, durante los últimos años, había atestiguado la toma por asalto en los EEUU
de parte de una partida de socialistas a cargo de su gobierno, encabezados por
Barak Obama. Mi creencia era reforzada al ver muchachos, miembros de las
familias más conservadoras, cómo al graduarse de las universidades emergían
como mulas rabiosas intoxicados con esas ideas colectivistas que han arruinado
a tantos países, pasando luego a las huestes del partido Demócrata. Es decir,
las universidades en EEUU se han convertido en semillero de resentidos y
socialistas.
La cereza del pastel ha estado a
cargo de una media más estatista que la de Rusia durante la guerra fría o, la
de Cuba hoy día. Diarios, revistas, sitios de internet, televisoras, programas
de radio, han luchado durante años por establecer los Estados Unidos
Socialistas de América. Al mismo tiempo Obama continuaba aprisionando el país
en una telaraña estatista de odio, de acciones ilegales y anticonstitucionales,
derrumbando paso a paso los ideales de libertad que le dieran vida.
Yo estaba convencido que los
ideales de libertad tan predicados por los padres fundadores de EEUU, estaban
muertos y enterrados. Pensaba que las advertencias de Jefferson, Adams,
Madison, finalmente se hacían realidad y la plebecracia, como la bautizara
Jefferson, lograba atenazar al país para, como la antigua Roma, iniciar su
estrepitosa caída. Llegaban a mi mente las palabras de Robert Heinlein: “Cuando
los changos se den cuenta que pueden votar por plátanos, entonces jamás
volverán a treparse en los árboles. Ese será el fin de la república.”
Sin embargo, las elecciones de la
semana pasada han sido un soplo de vida que provoca de nuevo mi optimismo. El
pueblo de los EEUU, de forma tajante ha rechazado las políticas socialistas de
Obama entregándole a los republicanos el control total del congreso ¿Son los
republicanos los grandes salvadores del país? No, hay que recordar que los
libertarios originales eran los demócratas, hasta que mutaran a un socialismo
cada día más extremo. Pero el simplemente rechazar ese socialismo rancio, es motivo
de celebración para quienes amamos la libertad.
Con ese nuevo halo de optimismo,
regreso a las ideas de ese gran libertario, financiero, filántropo que fue
Teddy Forstman cuando, en la década de los años 90, proponía rescatar el
verdadero capitalismo. Forstman, quien era de cuna humilde, a base de esfuerzo
y trabajo consiguió educarse en las mejores universidades, formó después la
empresa que lo convertiría en billonario y nunca estuvo colgado de la ubre del
gobierno. Algunas de sus ideas expuestas en nuestra última reunión.
Expandiendo y reorientando la
revolución capitalista
La pregunta que nos debemos hacer
en este siglo veintiuno, es si el mercado libre puede presionar al gobierno
para que regrese a su papel original de protección de vida, libertad y
propiedad; y yo creo que la respuesta es "si, si puede." Y cuando
observamos los retos que presenta la
economía globalizada del mañana, la respuesta no es solamente que puede, sino
que se debe, porque si no lo hacemos, el país se nos marchita en las manos.
Cuando los Republicanos, en la
era de Clinton, aprobaron cada artículo de su "Contrato con América,"
solamente habían logrado liberar una economía con oportunidades para la parte
superior de la pirámide de nuestra sociedad. Los moradores de la parte inferior
permanecían atascados en el mal oliente pantano de la burocracia socialista. En
ese sentido, el contrato dejaba intacto el obsoleto contrato social rigiendo la
vida de los ciudadanos. Ese acuerdo al que Jack Kemp con gran pasión describía
como, "capitalismo para el rico y socialismo para el pobre."
Se pensó entonces que ganábamos
la batalla de ideas, pero aún podríamos perder la guerra. Las revoluciones
verdaderas barren con el 100 por ciento de los orígenes de problemas afectando
una sociedad, no con el 50 por ciento. Fue lo que sucedió en Japón y Alemania
al finalizar la guerra, todos los acuerdos fascistas y telarañas burocráticas
desaparecían bajo la metralla aliada, para iniciar de cero. Por supuesto,
liberemos la economía. Pero no tendremos una verdadera revolución y no podremos
mantenernos a la par de los retos de la nueva economía, si no liberamos a
aquellos que permanecen encadenados y prisioneros del estado benefactor ya en
colapso.
Y me refiero no sólo de los
costos exorbitantes de las políticas socialistas; no hablo sólo de los costos
de oportunidad para todos aquellos que no nos acompañarán en nuestra cruzada
hacia la nueva economía; hablo del precio de la continua degradación humana de
aquellos para quienes el estatismo ha fallado en ayudarlos, y el capitalismo ha
fallado en alcanzarlos. Esa situación no es sólo moralmente errónea, sino políticamente insostenible. Hay que recordar
que el empresario estatista no desacredita el estatismo, desacredita el
capitalismo. Y créanme, cualquier incremento en desempleo, falta de vivienda,
pobreza general, será visto, no como falla del estatismo, sino como fracaso del
capitalismo. Si fuéramos ya un país estatista o uno libertario armado con
economía de mercado, sabríamos qué hacer. Pero no somos ni uno ni otro. Y somos
ambos.
La tarea más difícil para un país
es cruzar el puente de la revolución. Porque no importa qué tan mal estén las
cosas en este lado, siempre hay temor de que las cosas del otro lado podrían
estar aún peor. Yo creo que conforme el siglo veintiuno avance, necesitaremos
líderes que nos puedan contar historias del futuro, líderes con una visión de
cómo se ve la vida en el otro lado de ese puente. Y no hablo solamente de
líderes políticos, hablo de todo tipo de líderes incrustados en la sociedad.
Porque finalmente, las
revoluciones son alimentadas no sólo por frustraciones, no sólo por teorías, no
sólo por indignación, sino por las visiones de soñadores que saben un futuro
mejor está a nuestro alance, y motivan esa voluntad que nos de fuerza para
cruzar el puente.
Ricardo Valenzuela
chero13704@gmail.com
@elchero
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