Al
igual que ocurrió con el homicidio de Eliecer Otaiza, ejecutado por el hampa
común como lo demostró el CICPC, el chavecismo acusó en forma osada, amenazante
y sin fundamento a la oposición nacional polarizada de ser responsable del
asesinato de Robert Serra.
Es
claro que fue un homicidio, pero nada más, y el mismo ministro del ramo dijo
que no descartaban ninguna posibilidad. Entre éstas está la de ser un crimen
político, pero hasta allí. Pudieran ser muchas otras las causas.
Pero
esta conducta tiene razones electorales y no sentimentales.
El
funeral de Serra fue tratado de la misma manera que el de Chávez, para unir
afectivamente al chavismo, para movilizarlo y entusiasmarlo y para reimpulsar
la polarización que se venía resquebrajando.
Por
ello las agresiones a los opositores que juegan a la polarización.
Pero
además, para reafirmar que no se van del poder pase lo que pase y que
recurrirán a mayor represión si es necesario.
Todo homicidio es lamentable y nadie se debe alegrar de su ocurrencia. Un asesinato como el de Serra y su asistente Herrera no tiene ninguna justificación y no hay que saber los motivos de los asesinos para rechazarlo y condenarlo.
Son
inaceptables las expresiones de júbilo y las que pretendan reducir la gravedad
del hecho, mediante justificaciones perversas.
Ahora,
montar toda una obra de teatro politiquera en el ámbito nacional, para
transformar este lamentable suceso en el inicio de la campaña electoral de las
elecciones parlamentarias de 2015, sin importar que se está jugando con los
sentimientos de la gente, entre ellos familiares, amigos y camaradas de lucha
del fallecido, es más que condenable. Demuestra lo poco que importa la gente a
quienes se dicen defensores del humanismo y reivindicadores de los derechos del
pueblo.
Tratar
de conmover las fibras más sensibles de la gente ante los asesinatos ocurridos,
con un propósito distinto del rechazo de la violencia, es una acción inicua y
una falta de respeto.
El
crimen de Serra viene a incorporar en la permanente campaña electoral del
Gobierno el elemento que le faltaba para redondearla. La dirigencia oficial
andaba detrás de un hecho que rubricara sus movilizaciones, ante un seguro
adelanto de las elecciones parlamentarias.
El
Gobierno actual, ante la ausencia de Chávez, necesita de héroes y mártires que
no tiene, por lo que trata de crearlos en cualquier situación que ocurra y que
le deje aunque sea una rendija abierta a ese propósito.
Se
intentó con Otaiza, asesinado por delincuentes comunes; mucho antes con Danilo
Ánderson, crimen aún sin esclarecer; con Juancho Montoya, asesinado por agentes
del SEBIN, pero presentado en su momento como el resultado de las acciones de
hordas fascistas que, desde Altamira, venían por las calles de Caracas
asesinando “revolucionarios”.
Hoy
tienen la guinda que corona su politiquería electorera. A patria segura,
gobierno de calle, la guerra económica y la lucha contra el contrabando de
extracción, se une el asesinato de Serra presentado como un hecho del fascismo
nacional e internacional.
Luis
Fuenmayor Toro
lft3003@gmail.com
@LFuenmayorToro
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