El
país atraviesa por uno de los peores momentos políticos en los que la represión
gubernamental no sólo aumenta contra la oposición, como lo revelan las
detenciones ilegales de Leopoldo López y los alcaldes Ceballos y Scarano, sino
que también los disidentes del régimen comienzan a ser víctimas por algunas de
sus conductas o simples palabras expresadas sobre el acontecer nacional, en la
creencia de que pueden hacer uso de la libertad de expresión. Ya son
inocultables los signos y la intención gubernamental de enrumbarse
definitivamente hacia el totalitarismo.
Y aunque se trata de un sistema de
gobierno que fracasó durante el siglo XIX, en todos aquellos países en los que
fue impuesto por la fuerza de las armas, así como el difunto Presidente Chávez
-según sus propias expresiones- se consideraba el líder de dimensiones
mundiales capaz de restaurarlo con todas las implicaciones que ello tuvo en el
pasado, sus herederos piensan, y en esa dirección actúan, que esa
desproporcionada y delirante aspiración del extinto comandante, les corresponde
hacerla cumplir. De allí que de
prolongarse en el poder la camarilla
cívico militar por tiempo indeterminado, la sociedad venezolana sería sometida
a un control total por parte del Estado, por la voluntad única del Jefe del
Gobierno. Las primeras víctimas ya son,
desde luego, algunos líderes de la oposición, pero no escaparán, como no
escaparon a la persecución, la cárcel y hasta de la muerte, los partidarios del
“socialismo real” que resultaron sospechosos de diferir del máximo jefe de la
revolución roja. Si los miembros del PSUV leyeran o releyeran el Informe de
Nikita Kruschov al Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en
1956, se podrían ver retratados entre las víctimas de las terribles purgas y
ajusticiamientos de la mayoría de los miembros del Comité Central del PCUS,
ejecutados por Stalin, el jefe único.
El
país democrático debe cerrar filas para impedir que un régimen totalitario
pueda instalarse en Venezuela, por
acción u omisión de los electores. Quienes voten o contribuyan a construir un estado policiaco, este los puede hacer desaparecer selectivamente,
acusándolos de agentes de la CIA, como lo hizo el régimen totalitario de Corea
del Norte con nuestro poeta Alí Lameda, cantor de El Corazón de Venezuela, por
militar en el Partido Comunista de Venezuela y no en el grupo guerrillero que
apoyaba Kim Il Sum jefe único de aquel país, y de cuya muerte en la cárcel lo
salvaron las gestiones del PCV, del ex –Presidente Ceausecu y de los gobiernos democráticos de Rafael
Caldera y Carlos Andrés Pérez.
Hoy,
además de violar la libertad de expresión por diferentes mecanismos represivos,
como incoar varios juicios contra el diario Tal Cual y perseguir a su Director,
Teodoro Petkoff, uno de los venezolanos
ejemplares por su conducta ciudadana y su coraje para defender la democracia y
las libertades en momentos críticos del país, hemos presenciado la muerte de
altos dirigentes de los colectivos paramilitares, creados y armados por el
gobierno, en un supuesto enfrentamiento con el CICPC, que los familiares
consideran un ajusticiamiento. El terrorismo rojo tiene que ser detenido por la
acción conjunta de todos los partidarios de la libertad y de la Constitución
Nacional Bolivariana de Venezuela, unidos en la calle y en las urnas
electorales en la fecha que establece el ordenamiento jurídico de la nación, o
cuando el Presidente de la República le ordene al CNE realizarlas.
La
Alternativa Democrática debe ampliar sus horizontes y como lo plantea el
Secretario Ejecutivo de la MUD, Jesús ¨Chúo¨ Torrealba, movilizar la sociedad
venezolana en una clara y consciente lucha por la democracia y la libertad.
Juan
Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila
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