Hoy
fusilo, sin pudor alguno, el título de un artículo que sacó José Manuel Otero
Lastres en el madrileño ABC, este pasado 12 —Día de la Raza, como le sigo
diciendo, porque no me calo el ridiculísimo “de la resistencia indígena” con el
cual los rojos pretenden envenenar las relaciones con la Madre Patria— puesto
que, primero, en su parte final describe lo que pareciera el diagnóstico de la
Venezuela actual; y, segundo, porque el que tenía en la cabeza:
Götterdämmerung, iba a desconflautar a más de uno. Y porque otros tantos iba a tildarme de snob
(o de algo peor).
El ocaso (crepúsculo) de los dioses |
Sin
embargo, déjenme que les explique el por qué de mi intención de usar el nombre
de esa ópera de Wagner. En las leyendas
nórdicas que fueron la base utilizada por el autor para su tetralogía “El
anillo de los nibelungos”, la destrucción del mundo ha de venir precedida de
una batalla final, cataclísmica, entre los dioses buenos y los dioses malos; en
esta, los buenos mueren, peleando heroicamente, a manos de los malos y
comienzan la devastación del mundo y la aniquilación del género humano. De allí el nombre de la opera: “Götter”
traduce como “dioses” y Dämmerung como “crepúsculo”. De esta traducción podrán muy bien dar fe mis
amigos y muy buenos escritores Peter Albers y Eduardo Casanova, fluentes en el
uso del alemán.
A
mí manera de ver, eso es lo que está sucediendo en Venezuela: bajo los rigores
de una violencia y un desorden auspiciados desde lo más alto del régimen, hoy
nos encontramos ante un colapso de la mancomunidad civilizada que conocimos y
disfrutamos hasta hace poco. Pienso, que
de manera figurada, el nombre de esa ópera, puede ser empleado para describir
lo que nos pasa como nación: que los buenos, aunque somos más, estamos
sucumbiendo ante la sevicia y la iniquidad de un puñito de gente muy pertinaz
en eso de dividirnos para poder seguir reinando. Y, como a ellos lo que les rebosa es la falta
de escrúpulos, lo que nos viene es negro…
Ahora,
después de este largo preámbulo, paso a glosar lo aparecido en ABC. Los párrafos finales, luego de una pregunta
retórica: “¿Hay alguna circunstancia en nuestros días que pueda explicar
siquiera mínimamente lo que nos pasa?”, el autor nos explica: “yo veo una que
hoy sobresale por encima de las todas demás: la desmedida y malsana codicia por
alcanzar el poder y el dinero sin escrúpulo alguno y sin méritos suficientes. Y
en esta sociedad de la codicia, los ‘virus’ que más proliferan son los
mediocres y la política el caldo de cultivo que suelen utilizar para alcanzar
el dinero y el poder. Los mediocres ven
en la conquista del poder la única vía para conseguir personal y económicamente
aquello que nunca lograrían por sus méritos.
Tratan pura y simplemente de medrar, ya sea para conseguir mayores cotas
de poder personal (…) ya para enriquecerse, ya para ambas cosas a la vez. Y la ausencia de una especial cualificación
para dedicarse a ella y el fallo sistémico de sus controles hace de la política
la vía más idónea para que los mediocres lleguen a tener un poder y un dinero
que jamás habría conseguido por sus propios méritos”.
No
hay un solo nombre brillante en toda la nómina del alto Poder Ejecutivo; muy
pocos pueden mostrar credenciales académicamente respetables u hojas de vida
profesionalmente aceptables. De hecho,
hasta bibliófobos hay, empezando por el conductor reposero. Los únicos requisitos para ejercer altos
destinos dentro del régimen es cantarle loas al ilegítimo, mostrar el carné del
PUS, haberle reído los chistes malos al difunto y hacer todo lo que los
colonizadores cubanos les ordenen. Se
puede afirmar, sin hipérbole, que lo único que les sobra son agallas. Tanto para tirar una parada cuartelera
disfrazada de epopeya como para robarse una y otra vez el presupuesto. Para eso, y para intrigar en búsqueda de
dividir al adversario, sí son bien competentes.
Y
por eso mismo, son presa fácil de bolichicos, bolichulos y gente de la misma
calaña. Si no han leído nada serio en su
vida, si nunca les enseñaron los frenos éticos, si no se han parado a meditar
cuáles son las altas responsabilidades que les vienen con la aceptación del
cargo; llegan a ser presas fáciles de las ofertas de dinero que les llegan
junto con los contratos. Los más
avispados no esperan ni a eso: son sus propios corruptores y ponen negociados
en cada uno de los cargos a los que los lleva la rotación —porque otra de las
características de este régimen es que no hay reemplazos, solo rotaciones,
independientemente del “sacudón” prometido por Nicky.
La
nación tiene que entender —ojalá sea más pronto que tarde— que el Estado
venezolano ha sido llevado a su consunción por esos grupos que han ejercido el
poder por muchos años, disfrazados de defensores de los más débiles pero que lo
que han hecho es medrar del tesoro hasta agotarlo; que han vivido parasitando a
la república y han acabado con ella; que porque poco les importa el futuro de
la patria porque el de ellos ya lo tienen asegurado. Para ellos, paraísos fiscales es lo que
sobra. Aunque a nosotros se nos venga el Götterdämmerung…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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