Uno de los tantos males que nos aquejan es la
polarización política de la sociedad venezolana. No es el peor, pero es grave.
Tuvo su origen cuando el régimen comenzó a identificar a sus adeptos como los
buenos y a los disidentes como los malos, fue el germen de un proceso que
rompió todos los indicadores de una sociedad democrática, que separó a la
familia y dividió artificialmente a la sociedad.
Se saben las causas de la polarización y
hemos visto sus graves consecuencias, pero no todas aún. Se ha degradado la
democracia, no sólo desde el poder, sino en la convivencia ciudadana, no se
tolera la diferencia, no se respeta ni se reconoce al otro. Se partió de la
falsa premisa de que “incluyendo” al más débil y castigando al que tenía
oportunidades se hacía justicia, con lo cual se causó un desaire a la política
y se le deja poco espacio, convirtiéndola en conducta vengativa. El odio y el
resentimiento social, por una u otra razón subsisten en la población, pero
cuando desde el Estado se exacerban, entonces se es políticamente perverso.
La polarización orquestada desde el poder
también es aprovechada por las hegemonías del campo opositor. Es algo que nos
envuelve a todos sin desearlo. Ha impedido los cambios en la forma de hacer
política. La vieja política sigue intacta, hubo sólo cambio de fachada y de
actores, que alimentaron males viejos y crearon nuevos. La fraseología va
dirigida a exaltar las emociones y a bloquear la reflexión. Usan los términos de
socialismo y en esencia desarrollan un capitalismo de Estado salvaje y
retrógrado, hablan de revolución, pero profundizaron el populismo y las
políticas reaccionarias y conservadoras a través del militarismo autoritario y
fascistoide.
El ninguneo, los ataques a quien piensa
distinto y los altos niveles de crispación, son el resultado de la
manipulación, ejemplos: “lo que te estoy otorgando en nombre del comandante
eterno, jamás otro se lo pudo dar” y con ello una respuesta “natural”, el
agradecimiento a la persona y por consiguiente el rechazo o animadversión
contra los otros, porque “si tú te opones a quien me está dando el plato de
comida, o una vivienda u otro beneficio, estás en mi contra”. Ese derecho
constitucional que el Estado debe cumplir, es apreciado como un gesto de
benevolencia de alguien. Es una relación donde desaparece la institución y
brilla la persona, además, las llamadas misiones se sostienen con los recursos
del pueblo y en mayor medida de quien disiente, pero eso se oculta.
Otro germen es el actual sistema electoral,
que es perverso y alimenta las hegemonías. Se trata no solo de denunciar el
abuso de poder de la cúpula gobernante, que usa los dineros de todos para sus
campañas, sino que en el marco del objetivo de reconciliar a los venezolanos,
hay que luchar por democratizar y despolarizar los procesos electorales, hoy la
gente no vota por las cualidades de los candidatos, sino por quien está a favor
o en contra del régimen. Ejemplo, en el reciente proceso electoral del Colegio
de Ingenieros de Venezuela, la gente encontró una vía para expresar su rechazo
a Maduro.
Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila
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