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jueves, 16 de octubre de 2014

FELIPE GUERRERO, EL PROFETA BALTAZAR PORRAS

Volver a Mérida es como ascender al cielo, es volver a remontar los inmensos farallones en donde el sol apenas se atreve con desvergonzada pasión a acariciar los campos de trigo verde.

En esta estación retornamos a Mérida  para buscar trepar por unos caminos que dejan profundas enseñanzas de vida, porque al abrirnos paso entre la tupida arboleda, alumbrando los más precoces arroyos de sudor, aparece como anticipo la lección de que el camino fácil nunca lleva a la cima. Retornamos a esa atalaya para buscar el mensaje orientador de un maestro que convirtió a Mérida en el más elevado púlpito para predicar con su vida desde las proximidades del cielo.
Toda la sociedad venezolana vuelve sus ojos a la Ciudad de los Caballeros para celebrar con júbilo los setenta años de fructífera existencia de Monseñor Baltazar Porras y para festejar que en esta ocasión está cumpliendo el trigésimo primero aniversario como Arzobispo Metropolitano de Mérida.
Escalar la montaña para ir a Mérida siempre ha representado una manera admirable y misteriosa el ser mismo de la persona, por eso nos empinamos  para ir a estrechar la mano de Monseñor Baltazar Porras, este ilustre venezolano, diseñador de caminos, mensajero de la paz, hombre probo, esencialmente bueno y académicamente solvente; quien sigue transitando los caminos de la investigación científica, para continuar labrando senderos con esperanza, transcendiendo los tiempos por haberse inscrito, ética y moralmente en el gran libro de los mejores hijos de esta tierra.  
Vamos a Mérida para agradecerle al creador por la existencia y la obra de Monseñor Baltazar Porras y decirle al Dios de la vida que entonamos permanentemente en nuestros corazones el salmo de gratitud por todas las virtudes humanas y cristianas que adornan a este testigo del evangelio.
Una vida de peregrinaje que muestra claramente tres dimensiones y que con su testimonio nos invita a practicarlas en este transitar hacia la tierra prometida: Mirar, escuchar y hacer silencio. Ver, oír y callar para que el otro pueda escuchar de verdad su voz, sentirse bienvenido desde lo que es y lo que puede dar.
Desde  el púlpito de Mérida, con su homilía de vida Monseñor Baltazar Porras nos recuerda a todos los venezolanos que mirar es abrir los ojos, pero abrirlos de verdad. Salir de la casa donde nos sentimos seguros. Pasear las calles, caminar por los barrios, embriagarnos de olores. Contemplar la belleza de este país que tiene que ser de todos: la tierra ocre de los caminos sin asfalto, los árboles alzados con desmesura, los mangos brotando por doquier, el ocaso que incendia el horizonte. Mirar y ad-mirar.
Desde  el púlpito de Mérida, con su homilía de vida Monseñor Baltazar Porras nos recuerda a todos los venezolanos que estamos obligados a escuchar antes de hablar. Antes incluso de creer que tenemos algo importante que decir. Escuchar a las gentes, escuchar en sus miradas y en sus gestos, en su protestar y en su bromear, en su pedir y en su dar.  Entrar en la lógica de un idioma hermoso donde centro se dice corazón y el corazón está en el centro de la vida: el corazón que duele, el corazón que está dulce, el corazón que golpea, el corazón que se hace uno con otro corazón.
Desde  el púlpito de Mérida, con su homilía de vida Monseñor Baltazar Porras nos recuerda a todos los venezolanos que estamos obligados a callar para  superar estos excesos de palabrería. Elegir no responder a la ofensa, porque es más profético acogerla con una sonrisa tierna y misericordiosa. Decidir no proponer demasiado, no comentar demasiado, no sugerir demasiado; para aprender dentro de cada uno que tenemos la obligación de hacer camino con los otros. Intentar, entonces guardar todo en nuestro corazón, apartarlo del fragor de la batalla para darle la oportunidad de crecer al calor del fuego lento de la solidaridad.
Volver a Mérida es una celebración y un milagro. El milagro de recibir nuevas lecciones de Monseñor Baltazar Porras  que nos invita sencillamente a mirar, escuchar y guardar en el corazón.  Que Monseñor Baltazar Porras siga enseñándonos,  a mirar en silencio.

Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com

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