“No hay que preguntarse si hay que votar con este CNE, hay que recordar que por no votar es que tenemos este CNE" @chuotorrealba, 20 de octubre de 2014
1
Creo que fue a un “justiciero” al que se le
ocurrió la genialidad de culpar a los abstencionistas del 2005 – es decir: a un
83% de la ciudadanía venezolana – por la existencia de Tibisay Lucena, sus
cuatro compinches y el antro de putrefacción electoral en que el chavismo –
siguiendo una estrategia neo fascista y dictatorial nada azarosa y
circunstancial, sino fríamente planificada desde los calderos del Foro de Sao
Paulo baja la batuta de Fidel Castro y Lula da Silva – había convertido un ente
independiente y autónomo como el Consejo Nacional Electoral en el Ministerio
Popular para las Elecciones Nacionales, CNE. Un centro clave para permitir el
cumplimiento de la estrategia neofascista puesta en práctica desde el 6 de
diciembre de 1998: asaltar todas las instituciones del Estado de Derecho,
someterlas al arbitrio del poder ejecutivo y montar un régimen autocrático y
dictatorial. Protegido, travestido y legitimado por elecciones sistemáticas y
permanentes. Como afirmara Goebbels: “vamos a ir al Parlamento para transformarlo
desde dentro” y Hitler “la revolución moderna se hace con, no contra el
Estado”. ¿Culpable por el cumplimiento de esa estrategia un 83% de inocentes
electores? Éste CNE es culpa de quienes no han ido a votar? ¡Por Dios! Alguien
ha tenido la estulta ocurrencia de tomar el rábano por las hojas.
Absolutamente inconscientes de esta metódica
aviesa y gangrenosa, algunos muchachos de PJ, ignaros de lo que arriba se
cuenta, no encontraron mejor forma de justificar la obsecuencia con que la
oposición ha aceptado la conversión de ese organismo en un ministerio
paraestatal, culpando, repito, a ese 83% de votantes que sin que nadie se lo
impusiera decidió darle la espalda a la comedia de enredos en que nos estábamos
involucrando, absolutamente indignado contra el fraude del 15 de Agosto, cuando
se desconociera la victoria del revocatorio propulsado por la Coordinadora
Democrática, decidió no participar de la comedia de las elecciones
parlamentarias del 2005. Los que formábamos parte de la dirección de CD no
podemos hacernos los desentendidos. Así convenga a nuestras ambiciones
políticas.
En un lapsus indigno de un líder de su
estatura, Henrique Capriles compraría el vil argumento, pero ya envenenado por
quienes consideran que ni ésta es una dictadura ni es cierto que vivimos en la
peor Venezuela posible. Para esos sectores, culpable ya no fue el pueblo
venezolano que – en masa y motu proprio – se negó a votar, sino un grupúsculo
de conspiradores, una pandilla de intrigantes, una partida de malvados que le
habían inoculado a esos millones y millones de venezolanos de manera
conspirativa, aviesa y traicionera el veneno intravenoso del “abstencionismo”.
Culpables por haberse negado a llevar al Congreso a unos señores que ni ellos
habían seleccionado ni parecían muy decididos a defender la democracia con sus
armas en la mano – digo: las de la Constitución y las leyes – y de los cuales
tenían la colosal certeza de que no cambiarían un ápice en la vocación
depredadora, totalitaria, autocrática, dictatorial y asalta caminos de Hugo
Chávez Frías, del chavismo como movimiento sociopolítico y del castrismo que
movía los hilos y esperada por fin hacerse de la gran tajada, no fueron los
ejecutores de esa gigantesca expresión de rebeldía popular, sino “los
desconocidos de siempre”: la ultraderecha, los provocadores, el extremismo de
lado y lado.
Sin contar a los columnistas, unos mafiosos
que le hacen el juego al enemigo. Y no había que ser genio, brujo ni adivino:
¿aseguraría Ud. que después de haber participado posteriormente en todas
nuestras elecciones los cubanos obtuvieron o no obtuvieron su cometido? ¿Avanzó
más o avanzó menos la dictadura?
2
De nada ha servido que haya sido el propio
Henrique Capriles el que acusara al CNE, a Tibisay Lucena y a los cuatro otros
rectores de haberle robado la victoria electoral del 14 de abril. Vicente Díaz
arrastrando su culpa como un penitente. Ni de que 3 de esos rectores, Tibisay
Lucena a la cabeza de ellos, hayan cumplido sus períodos y deban ser removidos
de sus cargos. El vil argumento de culpar “a los abstencionistas” por el estado
de cosas al que hemos llegado y usarlos de coartada para no enfrentar el grave
problema que significa no intervenir sobre un ente decidida y declaradamente
sesgado a favor del régimen, ni hacer valer la fuerza de siete millones y medios
de ciudadanos venezolanos para ser representados digna y decorosamente por
rectores de comprobada valía, sigue siendo manipulado a destajo por un sector
de la oposición en una prueba de miseria intelectual y colusión directa o
indirecta con dicho ente de manera verdaderamente insólita.
Dos pruebas bastarían para poner las cosas en
su sitio, dejar a los abstencionistas tranquilos – que todo el derecho les
asiste para mantener sus posiciones y votar o no votar según les venga en ganas
– y terminar por acceder a la verdad verdadera. Que tampoco es tan compleja e
inextricable.
Primero: la denuncia de Henrique Capriles es la prueba más
irrebatible e irrevocable de que este CNE permite el robo de las elecciones, se
niega a realizar las auditorías a las que está obligado constitucionalmente,
hace sus escrutinios finales sin presencia de testigos opositores, y tuerce y
malversa la voluntad de la ciudadanía al antojo del poder ejecutivo. Razones
más que suficientes para exigir la inmediata remoción de sus autoridades y la
conformación de un CNE que satisfaga a tirios y troyanos. Así Capriles, el
denunciante de entonces, tenga las patas de su memoria demasiado cortas.
Si es que esta crisis de excepción – que al
parecer los ocurrentes de PJ, AD y adláteres ni siquiera comprenden – permite
un mínimo entendimiento entre las dos partes protagónicas de esta grave y letal
conflicto. Entendimiento al que sin duda, como lo pide la Iglesia – nuestra más
respetada y legitimada institución – todos debemos aportar con nuestro granito
de arena.
Si
se pudiera. El segundo, de obvio, avergüenza: esta vez nadie se abstuvo. No por
imposición de partidos, organizaciones ni personalidades, sino por
convencimiento ciudadano. Tenemos a los parlamentarios que los partidos, por su
cuenta y riesgo, nos propusieron y, si bien un tercio menos de ellos por la
aviesa, la inmoral y descarada aberración impuesta por el régimen: un 52% en
Venezuela no es mayoría. Es sólo un 33%. La matemática de los ángeles, de la
que espero que los ocurrentes de la oposición electorera no culpen a los
abstencionistas. Y a pesar de ello no se cumplirá con el pronóstico en reversa
de los ocurrentes de siempre: esta vez, el 8 de diciembre de 2013, tendremos el
CNE que el régimen determine, no el que esta asamblea debiera nombrar siguiendo
la Constitución y la ley. ¿Entonces? ¿Y no era que si no nos absteníamos el
2005 tendríamos en este 2013 los rectores que hubiéramos querido?
No quisiera
calificarlo de ex abrupto. Pero abusar de la ilógica y la irracionalidad
contribuye a la locura. O lo que es menos grave, pero igualmente ominoso: a la
estupidez.
3
La única moraleja que saco de todo este
asunto es que enfrascarnos en culpabilizar a destajo para evadir el
enfrentamiento inevitable con un régimen que ha llegado hasta donde llegó más
por culpa de nuestra complicidad, inopia y catatonia políticas que por
genialidad propia de los Chávez, los Diosdado y los Maduro no conduce a ninguna
parte. Sino a la frustración, a la confusión y al enredo. Y lo que es
infinitamente peor: a la parálisis.
Para traer a colación una sola experiencia
semejante, así guardemos las debidas distancias, recuerdo las palabras del
alemán Sebastian Haffner, el gran analista de Hitler y el nazismo, quien afirma
– sin que hasta ahora ninguno de los grandes expertos en la materia lo haya
desmentido - que culpable por la entronización de ese sórdido y espantoso
período de la historia humana no fueron tanto los nazis, el NSDAP y Hitler
mismo, sino la insólita cobardía y pusilanimidad de la derecha liberal y el
centro cristiano, la socialdemocracia y los comunistas alemanes. Que eran
absolutamente mayoritarios en enero de 1933, cuando Hindenburg le entregó el
reino al cabo austríaco.
El ascenso de Hitler al poder hubiera sido
perfectamente evitable si en lugar de enzarzarse los demócratas alemanes en una
feroz diatriba interna y luchas de muy menor cuantía, hubieran comprendido la
envergadura planetaria del mal que se había incubado en las entrañas del pueblo
alemán y le hubieran hecho frente con coraje y determinación.
Culpar a los
abstencionistas y al abstencionismo electoral por la inmundicia imperante hoy
por hoy en Venezuela es, por decirlo de una buena vez y con todas sus letras,
una infamia. Una falacia, cuando desconoce la hondura del mal que sufrimos y
sus determinaciones teórico políticas. Una cobardía, cuando busca justificación
a su propia mediocridad y carencia de grandeza.
Hay que votar. Por supuesto que hay que
votar. Siempre y cuando sin dejarse naricear por la dictadura ni para servir de
legitimación a un régimen oprobioso que debe ser combatido sin tregua ni
descanso. Hay que votar. Por supuesto que hay que votar. Pero comprometidos a
hacer cumplir la voluntad ciudadana sin cobardía ni justificaciones
deleznables. Hay que votar, por supuesto que hay que votar. Pero quien crea que
quienes llegaron al extremo de pervertir a nuestras fuerzas armadas, corromper
a nuestros jueces, envilecer a nuestras instituciones, hundir en el crimen y la
inmoralidad a millones de venezolanos y traicionar a la Patria entregándoles
nuestra soberanía a los tiranos cubanos, dejarán el Poder respetando nuestra
voluntad depositando nuestro voto bajo las instancias de este CNE
comprobadamente tramposo y ya ilegítimo, comete un pecado de lesa política.
Permitirlo sin alzar la voz o volver a repetirlo es cometer uno peor: un pecado
de lesa humanidad.
Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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