Lo
que está en juego es nada menos que el destino de los Estados Unidos como
primera potencia militar, factor de estabilidad en el mundo y motor de la
economía mundial.
REPUBLICANOS VS DEMOCRATAS |
En
menos de tres semanas tendrá lugar una batalla gigantesca por el control del
senado de los Estados Unidos. Los demócratas disfrutan en este momento de una
mayoría de 55 a 45 sobre los republicanos. Sin embargo, los republicanos llegan
a esta batalla con un favorable mapa electoral para las parciales de 2014, pues
necesitan solamente una ganancia neta de seis escaños para lograr el control de
la Cámara Alta. Los demócratas tienen que ir a la reelección o dejan vacantes
escaños senatoriales en siete estados que fueron ganados por Mitt Romney en las
elecciones presidenciales de 2012 (Alaska, Arkansas, Luisiana, Montana,
Carolina del Norte, Dakota del Sur y Virginia Occidental).
En
caso de que los republicanos sean capaces de ganar todas esas contiendas,
además de reelegir a sus actuales senadores y ganar escaños vacantes en estados
tradicionalmente conservadores, lograrían una mayoría de 53 a 47 sobre los
demócratas en el Senado. Afortunadamente para el partido del elefante, hay muy
pocos escaños republicanos en peligro de cambiar de manos.
En
Georgia, el senador republicano Saxby Chamblis ha decidido no aspirar a la
reelección. Pero, a pesar de ser un estado conservador, la contienda es muy
apretada con el republicano David Purdue superando por solo 3 por ciento a la
demócrata Michelle Nunn, hija del influyente ex- senador Sam Nunn. En Kentucky,
el veterano Mitch McConnell, actual líder de la minoría republicana en el
Senado, supera a su retadora demócrata, Alison Grimes, por sólo 3 puntos
porcentuales. Finalmente, en Kansas, el republicano aspirante a la reelección,
Pat Roberts, aventaja al independiente Greg Orman únicamente por 2 puntos
porcentuales. Sin embargo, tanto McConell como Roberts han estado ganando
terreno en los últimos tres días. Todas estas cifras han sido proporcionadas
por la prestigiosa encuestadora Real Clear Politics.
Pero,
además de las estadísticas, es importante tomar en cuenta la calidad de los
aspirantes republicanos. La mayoría de ellos muestran conocimiento y seguridad
a la hora de abordar temas de crecimiento económico como la reforma tributaria
y la reducción de regulaciones gubernamentales. Han sido igualmente efectivos
en sus propuestas para reducir gastos excesivos, sustituir el plan de salud de
Obamacare y promover políticas energéticas como la construcción del oleoducto
de Keystone. Y, si tenemos en cuenta que entre estos candidatos hay cuatro
veteranos de las fuerzas armadas, no hay duda alguna de que serán capaces de
presentar programas encaminados al fortalecimiento de una defensa nacional que
ha sido debilitada por la ideología, la cobardía y la incapacidad de Barack
Obama. Este tema ha ganado importancia en los últimos cuatro meses con la
arremetida de los bárbaros de ISIS contra comunidades religiosas cristianas en
Siria e Irak.
La
confluencia de estos factores ha contribuido a desplazar el favor de la opinión
pública nacional hacia los republicanos. En una encuesta de la empresa Gallup
del pasado 7 de septiembre, los norteamericanos, por un margen de 49 a 40,
opinaron que los republicanos harían un trabajo mejor que los demócratas en lo
referente a la prosperidad nacional. Esto es un punto por encima de una
encuesta sobre el mismo tema durante las parciales del 2010, donde los
demócratas recibieron una paliza a manos de los republicanos.
Volviendo
a la encuesta Gallup de este 7 de septiembre, los norteamericanos, por un
margen de 55 a 32, opinaron que los republicanos harían un trabajo mejor que
los demócratas en la protección del país contra el terrorismo y las amenazas
militares. Esta es una mejoría de 10 puntos por encima de la encuesta sobre el
mismo tema antes de las parciales de 2010. Para los demócratas, el panorama es
tan tenebroso que numerosos eruditos en asuntos electorales vaticinan que los
republicanos tienen el 70 por ciento de probabilidades de ganar en tres semanas
el control del Senado.
Pero
quizás las cifras que mantienen despierto a Obama porque son un puñal en su
corazón narcisista son sus bajos niveles de popularidad personal. Según Real
Clear Politics, su nivel de popularidad a nivel nacional es de 41 por ciento,
el más bajo de su presidencia. Pero lo peor es que esta impopularidad del
presidente se traduce en una reducción de respaldo para los aspirantes
demócratas en estas parciales de 2014. Sobre todo cuando tenemos en cuenta los
bajos niveles de popularidad de Obama en muchos de los estados donde los
aspirantes demócratas se muestran más vulnerables. Según ha admitido el mismo
presidente, él no estará en las boletas pero sus políticas si lo estarán. Por
lo tanto, no quepa duda alguna de que los electores molestos con estas
políticas castigarán a los candidatos demócratas.
Para
complicar las cosas, la popularidad de Obama en los estados más vulnerables
está muy por debajo de la que arrojan las encuestas a nivel nacional. En
Alaska, Arkansas, Dakota del Sur, Virginia Occidental, Montana, Kentucky,
Kansas y New Hampshire, la popularidad de Obama oscila entre el 24 por ciento
en Virginia Occidental y el 36 por ciento en New Hampshire. Solamente en
Colorado, Iowa y Carolina del Norte el presidente logra un nivel de aprobación
de 40 por ciento. Según datos de los últimos 30 años, los candidatos del
partido en el gobierno nunca han obtenido una votación que supere en más del 5
por ciento al nivel de aprobación de su hombre en la Casa Blanca en las
parciales de su segundo período presidencial.
Estas
cifras explican la renuencia de los candidatos demócratas a ser vistos con
Barack Obama. Necesitan el dinero que les pueda recaudar el presidente para
escalar la cuesta empinada de la falta de popularidad del mandatario pero no
quieren verle la cara. Huyen hasta de su sombra como del ébola o de la peste
bubónica. Algunos como Alison Grimes llegan al extremo de negarse a decir si
votaron por él.
Los
republicanos por su parte no pueden reducir su marcha ni bajar la guardia. Lo
que está en juego es nada menos que el destino de los Estados Unidos como
primera potencia militar, factor de estabilidad en el mundo y motor de la
economía mundial. Se gana el Senado o se pierde América. Barack Obama, Harry
Reid y Nancy Pelosi se encargaron de debilitarla en lo económico, dividirla en
lo social y desprestigiarla en lo internacional. Ya nadie la admira, la
respeta, ni la teme. Y es siempre un peligro ser próspero y no ser temido.
Harry
Reid, con su "veto de facto", le dio al presidente el pretexto para
acusar al Congreso de obstruccionista a pesar de que la Cámara Baja en control
republicano aprobó 200 proyectos de ley solamente en el 2013. Todos murieron al
llegar al Senado ante la negativa de Reid de someterlos a votación. Entre
ellos, asuntos que habrían sido aprobados en forma bipartidista como el
oleoducto de Keystone y sanciones más enérgicas contra los fanáticos clérigos
iraníes.
Al
mismo tiempo, Reid le dio a Obama la oportunidad de lograr la aprobación de sus
nombramientos más controversiales por un Senado que redujo de 60 a 51 votos la
posibilidad de detener cualquier objeción por parte de la minoría (filibuster),
en lo que fue calificada como la "opción nuclear". Y lo peor, le dio
la excusa de gobernar por decreto a la manera del rey de una monarquía
constitucional.
Por
desgracia, todavía nos queda la amenaza de que, en la legislatura entre las
elecciones de noviembre y la toma de posesión de los nuevos senadores, Obama
tenga la osadía de someter el nombre de su compañero de fechorías, Eric Holder,
como candidato a magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Un regalo de
vitriolo de izquierda y de racismo que contaminaría el alto tribunal por los
años de vida que puedan quedarle a éste ideólogo disfrazado de jurista.
Volviendo
al panorama electoral, los republicanos disfrutan de ventaja en las contiendas
de 8 escaños en manos de los demócratas en estos momentos. Tienen menos de tres
semanas para consolidar sus ventajas. Una tarea que no será fácil porque los
demócratas están desesperados y con las arcas llenas del dinero que les ha
recaudado Barack Obama. Necesitan extender sus ventajas en esta recta final y,
para ello, no pueden darse el lujo de ser cautelosos, tímidos o indecisos.
Alfredo
M. Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
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Este articulo raya en el fanatismo. Porque los EEUU deben agotar su presupuesto nacional, sacrificar el bienestar de sus ciudadanos, endeudarse veriginosamente y perder a sus jovenes en combate, para ser los policias del mundo? Mientras China, Rusia, Inglaterra y Francia (Por nombrar 4) miran los acontecimientos en la TV? Luego que responda esta pregunta con un minimo de coherencia, le preguntare si no es fanatismo llamar a Obama cobarde e incapaz por negarse a ser el pendejo que siempre pone los muertos.
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