No se trata solo del comunismo sino, más
bien, de consumismo, es decir, de los hábitos de consumo porque casi sin darnos
cuenta los venezolanos hemos venido perdiendo "derechos adquiridos"
en un aspecto tan importante como el de la alimentación, aun cuando la
situación también se manifiesta en la adquisición de bienes y servicios no
comestibles.
En realidad el asunto no se refiere solo a la imposibilidad de
acceder a los bienes de primera necesidad sino, también, a la pérdida
progresiva de hábitos, muchas veces por prescripción médica, ante un suministro
espasmódico, caprichoso e irregular de determinados productos.
Esto sin
considerar otros factores como la bajísima calidad de artículos que, en
ocasiones, nos vemos forzados a adquirir porque hace tiempo perdimos otro
derecho, en este caso, el de escoger entre diversas opciones, teniendo a
nuestra disposición la potestad de elegir sobre la base de precio, cantidad,
composición y procedencia del bien.
Así, por ejemplo, enfrentar un mal tan
frecuente como la hipertensión en Venezuela adquiere ribetes trágicos. En
primer lugar por la escasez de los medicamentos, en otros países de acceso
inmediato y permanente. Luego, si el médico te recomendó, como medida
elemental, no estresarte porque eso sube la tensión, ya de por sí alta, el solo
hecho de ir de farmacia en farmacia, con el récipe, en la mano, clamando por el
remedio o, al menos, un sustituto parecido, es un factor que te acerca aún más
al temido infarto. Considera, también, que debes modificar totalmente la dieta
y tu estilo de vida: dejar el cigarrillo, no beber alcohol en exceso, eliminar
grasas y fritangas, reducir el azúcar, controlar los carbohidratos, privarte de harinas (arepas, pasta, pan blanco) y
consumir, de preferencia, alimentos saludables como frutas y legumbres, además
de hacer ejercicios tan simples como caminar.
Pues bien, lo de reducir es posible porque la harina no se consigue, el azúcar
mucho menos. No se diga el aceite y si debes olvidarte de la copa de vino, no
hay problema porque el precio de un chileno, común y corriente, sobre pasa los
500 bolívares. En eso sí ayudan la escasez o la carestía.
Pero trata de
sustituir el cochino frito por un róbalo al vapor, un cartón de leche completa
por uno bajo en grasa o la galleta achocolatada por un pedazo de patilla, el
queso madurado uruguayo por la cuajada criolla y te toparás con el muro de lo
imposible.
No se diga caminar de noche, por una calle caraqueña, para cumplir
la orden médica. A semejanza de los países del socialismo real tendrás que
enfrentarte con la triste realidad: No consigues lo que buscas. Se consigue
pero se trata de un sucedáneo de baja calidad. O se consigue pero el precio es
tan alto que está fuera de tu alcance.
Entonces comprendes que debe bajarte de
la nube, consumir lo que haya y si no te gusta, te niegas o reniegas, no te
vayas a morir; hay escasez de urnas.
Roberto Giusti
rgiusti@gmail.com
@rgiustia
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