Oficialistas
en funciones de Estado, y los que no también, ostentando potestad gubernativa,
aguzan sus sentidos no para atender los conflictos que angustian sobre todo al
más pobre, como epidemias e inseguridad, sino para seguir cabeceando con un
supuesto hálito revolucionario heredado del líder máximo. Las promesas sobre
felicidad plena carentes de contenido ya no conquistan ni al más lerdo. Los
afligidos, que son muchos, las ven como ofertas vacías y parte del proceso de
manipulación iniciado hace 15 años.
El
régimen se esmera por negar cualquier contingencia que no le agrade como si de
esa manera pudiese ocultarla. "La chikungunya y el dengue son afectaciones
individuales tanto en sus manifestaciones como en sus orígenes; no por
responsabilidad del Estado". La renuencia a admitir los trances con
influencia nacional no es una novedad del aparato estatal presidido por Maduro.
Ha sido una práctica rutinaria iniciada por su antecesor a partir de 1998.
De
la ringlera de críticas que fluye en las calles, a las puertas de un supermercado
u hospital o de un transporte público, es extraño topar con algún medio
oficialista refiriendo la parte fea de esa realidad social. Escasez,
delincuencia, caída de producción, son calificados por el gobierno como eventos
fortuitos de baja intensidad. Existe una meditada política de "los
guardianes de la tranquilidad" para no reseñar los trances ruidosos y
persistir con ofertas fútiles buscando oxígeno para persuadir al pobre que
postergue sus esperanzas para "tiempos mejores".
Así
la opción personal se convierte en otro mito. Es imposible acoger una guía de
vida si la masa no puede elegir entre una amplia gama cultural e informativa.
La elección y la diversidad, aunque con signos diferentes, son inseparables en
la realidad. La verdadera elección es imposible si no hay diversidad. La
pluralidad garantiza al menos que la ilusión de elegir parezca voluntaria.
¡Sí,
si hay conflictos, y muchos! De nada servirá que los "guardianes de la
información" los omitan a veces hasta con ingenuidad. Por ejemplo,
expertos estribados en datos precisos han explicado hasta la saciedad que la
carencia de divisas afecta la dotación de medicinas e instrumental
hospitalario, entre muchos otros. A pocas líneas de cualquier periódico que
refiera ese drama, se reseñan las vicisitudes de un corredor de "Fórmula
Uno" financiado por el Gobierno. Ante tal dislate ningún subterfugio del
gobierno tendrá efecto.
No
es cierto que haya diversidad de juicios respecto a lo esencial de las
noticias; ni siquiera sobre asuntos locales. En esta categoría entran los
diarios, revistas, emisoras de radio y TV oficialistas. Todos ofrecen una sola
verdad. El pluralismo comunicacional propio de las auténticas democracias es en
Venezuela un peripuesto mito. La mira estatal se orienta a robustecer un
sistema de empaquetamiento de conciencias al talante cubano.
Más
allá de cualquier juicio personal sobre la actual crisis, vista por algunos con
desdén u omisión, vale la pena reflexionar acerca de los procesos que nos
llevaron a ella y la manera de enmendarla. No se puede seguir jugando con el
infortunio del pobre. Ya fracasó la tentativa de "vender" un sistema
discorde con las pautas republicanas para imponer un colectivismo probadamente
estéril. El pueblo sabe que bajo ese aserto es imposible lograr la estabilidad
institucional y social del país. ¡Sí, si hay conflictos y muchos! El país no va
bien. Rectificar es la salvación; lo otro la debacle.
Miguel
Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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