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lunes, 15 de septiembre de 2014

LUIS EDUARDO MARTÍNEZ HIDALGO, VUELTA A LAS AULAS

Finalizan las vacaciones en el sistema educativo venezolano.

Millones de niños y jóvenes vuelven a las aulas con la emoción y expectativas propias del comienzo de un nuevo período académico.
Ya sea la primera vez que dejamos a un hijo nuestro en la guardería –llorosos los más-, ya sea el último semestre antes de obtener el grado universitario, el primer día de clases marca el comienzo de un tiempo de esfuerzos y aprendizaje.
Fue la democracia la que abrió las puertas de la educación para todos en Venezuela. En la colonia, estudiar era privilegio de muy pocos y lo siguió siendo después de la independencia a pesar del decreto de educación pública obligatoria de Guzmán Blanco. Centenares apenas asistían a las Universidades del gomecismo y solo miles en escuelas y liceos. La revolución de Octubre de 1945 adelantó agresivas políticas para extender las oportunidades de estudio pero la caída del maestro Rómulo Gallegos, terminó con ellas. Fueron Rómulo Betancourt y los sucesivos Jefes de Estado –Leoni, Caldera, Pérez, Herrera, Lusinchi y Chávez- promotores a ultranza de la masificación de la educación, sin excepción y es justo reconocerlo. Se multiplicaron las Universidades, públicas y de gestión privada, los liceos y escuelas. A cada rincón del país llegó la educación y hoy no debe existir comunidad alguna donde no se encuentre un establecimiento educativo.
Meses atrás, la UNESCO reconoció los avances de Venezuela por la cobertura universitaria; solo Cuba, Corea, Finlandia y Grecia exhiben porcentajes más altos que los nuestros; los resultados en primaria y secundaria se parecen mucho.
Si de un examen se tratara podemos afirmar con propiedad que el país obtiene una calificación de excelente en cuanto a la población atendida en educación.
Lamentablemente no podemos decir lo mismo en lo que se refiere a la calidad.
Ninguna Universidad venezolana aparece entre las 100, ni entre las 500, ni siquiera entre las 1,000 mejores del mundo donde en cambio sí están 18 brasileiras, 4 argentinas, 4 chilenas y 2 colombianas. Tampoco aparecemos en el The Globe Index of Cognitive Skill and Educational Attaiment 2014, índice que mide el rendimiento educativo y que copan los países asiáticos. The Global Competitiveness Report del 2013-2014, que muestra la competitividad de los países del mundo –en la cual la educación tiene un rol fundamental- nos coloca de penúltimos en América solo por encima de Haití y entre todas las naciones del planeta apenas superamos a Mali, Malawi, Mozambique, Timor-Leste, Myanmar, Burkina Faso, Sierra Leone, Yemen, Burundi, Guinea y Chad.
Se requiere entonces un serio y sostenido esfuerzo para mejorar significativamente la calidad de la educación venezolana. No es esta, por cierto, tarea, exclusiva del estado sino que compete a la sociedad en su conjunto con un peso muy importante para la familia. Me detengo en este último aspecto porque en muchas ocasiones he oído a docentes quejándose porque  padres y madres pretenden que sea solo en la educación formal que se moldee a sus hijos, independientemente de la edad, olvidando el rol que debe asumirse en el hogar.
Gobiernos –nacional, regionales, locales-, familias, medios de comunicación, docentes y los propios estudiantes, son protagonistas fundamentales del proceso educativo y deben contribuir a que este alcance estamentos superiores de calidad.
Los estándares deben ser altos y con ellos las exigencias. Flaco servicio hacemos cuando tomamos el camino del facilismo para eludir conflictos. En este sentido la evaluación, autoevaluación, co-evaluación, de las instancias que correspondan, tiene que ser una constante así como también la acreditación que Venezuela no posee, siendo uno de las pocas naciones que muestra, a la fecha, esa carencia.
Dios quiera que la vuelta a las aulas sea de logros para todos y que pronto la educación de Venezuela pueda pasar con buenas notas la asignatura de calidad.
Luis Eduardo Martínez:
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve

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