Es algo muy sabido que la calidad de vida de
cualquier ser humano en cualquier parte del mundo depende, en medida muy
importante, de su capacidad para consumir lo necesario para preservarla, y esto
significa muy concretamente que depende de la calidad de la economía de su
colectividad, porque ésta determina si la persona puede disponer del dinero
necesario para adquirir los bienes y servicios requeridos, y también si éstos
están disponibles.
Se puede ver fácilmente que depende de que
las personas perciban remuneración por los servicios de todo tipo que les
prestan a las empresas, incluyendo el trabajo y el aporte de fondos para el
financiamiento de sus operaciones, y por otro lado, de que éstas produzcan lo
que se requiere.
Más precisamente, depende de que se
desarrollen normalmente las relaciones económicas, demanda y oferta
básicamente, entre las personas, o familias, y las empresas; y todavía más
precisamente, depende de que las empresas realicen las inversiones que generan
los puestos de trabajo y la producción de bienes y servicios.
Es fácil deducir que una clave del bienestar
humano es posibilitar y estimular esta inversión, la cual tiene que ser
naturalmente rentable y permanente en el tiempo de vida de la gente, y en
consecuencia es fácil deducir que el sistema económico debe ser el capitalismo,
algo sembrado con la Revolución Industrial.
Es algo tan natural como que el sistema
político tiene que ser la democracia, algo sembrado con las grandes
revoluciones, especialmente la francesa y la estadounidense.
La identificación de la familia y la empresa
hace que lógicamente surja la pregunta relativa al papel del estado, del
gobierno, cuya respuesta es, fundamentalmente, establecer las leyes y/o normas,
las reglas de juego, que posibilitan y garantizan que las relaciones económicas
entre las personas y las empresas se desarrollen normalmente y en condiciones
de competitividad tales que nadie pueda aprovecharse indebidamente de otro, y
asistiendo a los más necesitados para asegurarles su oportunidad igualitaria al
bienestar.
Al gobierno le corresponde, a través del
instrumental legal, prevenir y evitar las desviaciones del capitalismo salvaje,
las ganancias exorbitantes, inmorales e ilícitas; la destrucción del ambiente.
Por otro lado, además de esta especie de infraestructura jurídica o legal, el
gobierno debe construir también la infraestructura física que sirve de asiento
a las actividades del país, de las familias y las empresas. Lamentablemente,
hace ya cerca de 200 años, Carlos Marx convirtió un buen diagnóstico en un
pésimo tratamiento, y desconoció la capacidad del capitalismo, demostrada a lo
largo de esta historia, para superar y corregir sus desviaciones, al igual que
la democracia ha demostrado que también puede corregir las suyas.
La historia enseña que los problemas y males
del capitalismo y la democracia no se enfrentan y superan eliminado estos
sistemas, sino reformándolos y ajustándolos en la medida y dirección
necesarias. Marx completó su equivocación pronosticando la desaparición del
capitalismo y el surgimiento del comunismo, algo que ya si desapareció.
Muy dolorosamente, unos pseudo marxistas
amarrados ideológicamente a la historia tomaron el poder en Venezuela, con unos
cuantos “vivos” pescando la riqueza inmoral y exorbitante como nunca, y se han
dedicado durante casi 16 años a destruir las relaciones económicas normales
entre las personas y las empresas, a destruir la capacidad de los venezolanos
para consumir lo necesario para preservar la vida.
Estos “gobernantes marxistas” han querido
destruir el capitalismo empezando por las empresas, y de esa manera, con
expropiaciones e intervenciones, con precios inferiores a costos y sin divisas
para importar lo necesario para producir localmente y lo que no se produce
aquí, atentan contra el empleo y el ingreso de las familias, y contra la
producción y disponibilidad de los bienes y servicios.
Para colmo de males, pretendieron que el
gobierno podía sustituir las empresas, y los venezolanos hemos sufrido
impotentes su destrucción., como en los caos emblemáticos de PDVSA y SIDOR. Si
se tiene presente también la manera irresponsable, clientelar y corrupta como
se ha dilapidado y robado el ingreso fiscal del pueblo de Venezuela, del cual
se apropió indebidamente el presidente, y el cual solo por exportación de
petróleo ha sido de un billón de dólares, se puede ver fácilmente que el mismo
gobierno que elimina la oferta de bienes y servicios, le posibilita a los
venezolanos comprar lo que no está disponible, lo que escasea, lo que registra
una fuerte y natural elevación de precios, acompañada por otro lado, por otra fuerte y natural elevación de los
niveles de escasez y desabastecimiento.
Entonces se ve claramente que una obcecación
pseudo idelógica de una persona, y el interesado acompañamiento de otros, ha
producido desempleo, empobrecimiento, escasez e inflación, entre tantos males,
al pueblo de Venezuela.
La conclusión es que Venezuela debe ser un
país en el cual las familia y las empresas se relacionen en forma normal y
competitiva en el ámbito económico, el cual debe ser capitalista con
responsabilidad social y moral; se estimule la inversión, y el gobierno asegure
la vigencia de las leyes que significan la normalidad en las relaciones
económicas, las cuales deben significar igualdad de oportunidad al bienestar
para todos; contribuya con esta normalidad, por ejemplo, no incurriendo en
deficit fiscal que genera inflación; construya la infraestructura general que
requiere el país y otras.
Douglas Jatem Villa
djatem@gmail.com
@djatemv
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