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jueves, 21 de agosto de 2014

JUAN PÁEZ ÁVILA, INFLACIÓN Y EXPLOSION SOCIAL

    El aumento del salario mínimo en un 30%, que lo eleva a 4.152 bolívares fuertes, uno de los más altos de América Latina, según voceros oficiales, no ha entusiasmado a la mayoría de los trabajadores que desde hace varios días enfrentan otro aumento en los productos de consumo de primera necesidad, que les hace imposible cubrir la cesta alimentaria, que ronda los 12.000 bolívares, 3 salarios mínimos, cuestión que se les agrava cuando piensan en pagar alquiler o cuota mensual de sus viviendas y otros gastos como el transporte, educación y salud de los integrantes de su familia, porque la cesta básica anda por los 20.000 bolívares, 5 salarios mínimos. 

   La inflación de los precios no puede ser contenida por los controles, porque falta el complemento o la política fundamental para estimular y aumentar la producción en el país, que permita colocar los alimentos en el mercado en cantidades suficientes, que a su vez provoquen la caída de los precios. Según varios expertos en la materia la inflación anualizada supera el 60% y calculan para finales de año llegue a 70 u 80%.

         Los resultados de esta política de aumentos de sueldos y salarios son conocidos no sólo por los economistas, sino también por las amas de casa. Los primeros analizan y explican las razones por las cuales se provoca la inflación que anula cualquier aumento de sueldos, y las jefas del hogar comprueban en el mercado que el dinero no les alcanza para comprar lo básico para una alimentación adecuada, según las recomendaciones de nutricionistas y médicos especializados. De allí el dicho popular de que estos aumentos se vuelven sal y agua para quienes los reciben, porque hay otros millones de venezolanos desempleados y trabajando en la buhonería, que también van al mercado, y no han recibido esos aumentos, a quienes se les hace más grave la situación para alimentar a sus familiares.

         Y el futuro de  los venezolanos de menores ingresos, incluso los de la clase media, no parece vislumbrar mejoras en los niveles de vida, porque no obstante los altos precios del petróleo, el gobierno gasta más en importaciones de alimentos, que en inversiones en respaldo a los agricultores para aumentar la producción de alimentos. 

         Por lo contrario, muchos de esos productores del campo lo que reciben son amenazas de invasión de sus fincas, o son realmente invadidas para repartirla entre campesinos y desempleados que llevan de los barrios populares, a quienes no preparan para administrar eficientemente esas tierras, y en su mayoría se ven obligados a abandonarlas, y volver a poblar los cerros sin servicio  públicos y cargados de miserias en las principales ciudades del país.

      Frente  a un nuevo desengaño ante el aumento de sueldos y salarios, que como afirma otro dicho popular sube por las escaleras, mientras los precios lo hacen por los ascensores, en el país se producen mensualmente centenares de protestas, cuyos trabajadores no sólo reclaman nuevos aumentos, sino también pagos atrasados de prestaciones sociales y mensualidades sin cobrar en las fechas de vencimiento.
           
      De allí que no es aventurado concluir que estamos al borde de un abismo, de una explosión social, si el gobierno no es capaz de modificar sus políticas económicas y sociales que detengan la inflación y estimulen a la empresa privada en la ciudad y en el campo, la mayor fuente de producción y empleo en las naciones desarrolladas. Y sobre todo si el gobierno no disminuye el gasto improductivo, orienta la renta petrolera a la inversión, realmente productiva y elimina la corrupción de altos jerarcas gubernamentales que  se han aprovechado de sus influencias y complicidades en lo que fue Cadivi y que  hoy se denomina Cencoex, y  en la que defalcaron más de 22.000 millones de dólares, con empresas de maletín, que fue denunciado por el ex -ministro Jorge Giordani y la ex _Presidenta del Banco Central Edmeé Betancourt.

Juan Paez Avila
jpaezavila@gmail.com
@jpaezavila

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