La gasolina, la electricidad, la harina no suben de precio, solo se ajustan. Cosas revolucionarias Sancho.
Hacer
análisis político en estos tiempos es bien difícil, más para alguien que no es
precisamente analista político, sino simple veedor de lo que ocurre y como
ingeniero trata de darle un sentido racional y lógico a los diarios
acontecimientos.
Desde
que esto comenzó, en los albores de 1992, cuando el fallido golpe dado por un
teniente coronel sentí preocupación por lo que se nos podía venir. Ese fallido
golpe tuvo un escuálido acompañamiento y hasta el propio comandante caribeño lo
repudió, pero apenas don Rafael abrió la boca muchos se envalentonaron y la
pelota de nieve comenzó a crecer, aumentando su volumen una vez que, otra vez
don Rafael, les sobreseyera la causa a los golpistas.
Ningún
delito, ningún muerto. De allí en adelante comenzaron a aparecer los que
pensaban que allí estaba la solución de nuestros males. Llegó el mesías, el que
acabaría con la corrupción, el nuevo libertador. Llegó diciembre de 1998 y
hasta las negritas adecas, como dijera mi amigo y compañero Humberto Celli, se
montaron en el autobús chavista, ¿se bajarían? Intelectuales, políticos,
empresarios de toda índole y signo se identificaron con el felón. Pensaron,
bueno no sé qué pensaron, pero al cabo de poco tiempo comenzaron a bajarse.
Más
de quince años han transcurrido desde aquel “juro sobre esta moribunda” y
muchas cosas han pasado.
El
país conducido por una caterva de ineptos, corruptos, trasnochados y
cavernícolas, más de ellos compañeros de uniforme del teniente coronel felón,
se ha venido yendo a pique, se destruye cada día más.
Hasta
el propio “líder” el “comandante en jefe”, se consumió en su propia salsa
revolucionaria. Pero nos dejó un legado y vaya que legado. El volante del
autobús de la revolución lo agarró un tercio con licencia chimba de quinta.
Pero así las cosas hasta la fecha los que estamos del otro lado de la acera no
hemos podido dar pie con bola. Y mi humilde hipótesis es que nuestra dirigencia
opositora no ha podido, no ha sabido o no ha querido, lo más grave, definir
bien la situación.
Muchos
apelativos le han endilgado a este régimen. Yo y repito sin ser analista
político, siempre he pensado que este régimen es comunista.
Si,
COMUNISTA. No importa de qué tipo de comunismo se trate, pero es comunista.
Comunista por su génesis, por sus actuaciones; comunista por su forma de hacer
las cosas; comunista por sus incapacidades, abusos y corrupciones. Comunistas
por su culto a la personalidad y por el uso de la propaganda. Comunista por lo
embusteros y falsos. Comunista por quererlo controlar todo, por querer acabar
con todo. Comunista por querer tener un solo partido, una sola consigna, una
sola fuerza armada, una sola doctrina, una sola escuela.
Pero
con todo esto que se ve tan claro, o al menos yo lo veo tan claro, la mayoría
de nuestros dirigentes opositores se resisten a darle el nombre preciso.
Eufemismo van y vienen. Y en consecuencia así actúan.
Por
eso vemos diálogos, elecciones, reuniones, y cuantas posibilidades nos depara
la constitución. Constitución hecha para engañar, pero no para cumplirla.
Tan
es así que nosotros, me refiero a los opositores, somos los más vehementes
defensores de ella. Y de seguro que ellos se ríen. “Mordieron el anzuelo”
dirán. Me decía un amigo mío, cubano: “esto es un fotocopia de lo que nos pasó
en la isla, ya nos acercamos a las seis décadas y estamos igualitos.
Tan
igualitos que tenemos el mismo comandante supremo y eterno. Uno vivo medio
muerto y otro muerto medio vivo”.
Iván
Olaizola D’Alessandro
Iolaizola@hotmail.com
@iolaizola1
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