Son
las 21:45, y acaba de terminar la enésima cadena nacional que descerrajó
Cristina Fernández de Kirchner sobre sus presuntos súbditos. La importancia de
los anuncios formulados me obliga a alterar mi costumbre de escribir sólo los
domingos para no hartar a mis lectores.
La
Presidente anunció, con voz entrecortada por una conmovedora emoción –¡qué
actriz se perdieron las tablas argentinas!- que no solamente nuestro país está
en default sino que, además, incurre en desacato de una sentencia judicial de
todo el Poder Judicial norteamericano, jurisdicción escogida por su marido
muerto y por ella misma para dirimir las controversias relacionadas con nuestra
deuda externa. Es más, los últimos acuerdos firmados con Rusia y China han
elegido a los tribunales ingleses y franceses como el lugar donde discutiremos
en el futuro cuando no nos pongamos de acuerdo.
La
viuda de Kirchner anunció que, por un proyecto de ley que enviará esta misma
noche al Congreso (donde, seguramente, será aprobado por la propia tropa del
oficialismo y por los opositores que temen ser tildados de cipayos),
intentaremos cambiar el domicilio de pago de los cupones de los bonos
entregados en los canjes de 2005 y 2010 a nuestros tribunales federales. Ello
implica, como dije, la confirmación del Gobierno de desacatar la sentencia del
Juez Griesa, confirmada por la Cámara de Apelaciones de Nueva York y
ratificada, al no aceptar un recurso, por la Corte Suprema de Justicia de los
Estados Unidos.
Esta
complicada decisión traerá aparejadas numerosas consecuencias. La primera de
ellas será que, ni soñando, ingresará un solo dólar a las ya exhaustas arcas
del Banco Central, técnicamente quebrado. La segunda, mucho más grave aún, será
que mañana, con seguridad, los mercados jugarán fuertemente a la baja de todos
los activos nacionales, y a la suba del dólar “blue”.
Resulta
obvio que, más allá de los fideicomisos que el Gobierno creará para intentar
salvar la piel de cara al default y depositar en ellos los pagos que deberán
hacerse a los bonistas que entraron en los canjes, será muy difícil que éstos
puedan aceptar el cambio de domicilio de pago; en la mayoría de los casos, los
propios estatutos de los fondos que han comprado esos bonos prohíben ese tipo
de artilugios.
Pero,
además, el discurso que acaba de terminar puede producir un efecto atómico. Si
el 24% de los tenedores de bonos de deuda argentina se reunieran y unificaran
sus deseos, podrían acelerar todos los plazos, y exigir el pago inmediato de
los mismos, aunque el vencimiento originalmente pactado fuera a veinte años.
Doña
Cristina confirmó, esta noche, que está dispuesta a incendiar el futuro del
país con tal de subir en la estimación popular, como seguramente ocurrirá, al
“malvinizar” el tema de los holdouts. Un subproducto podría ser intentar, a
caballo de esa ola de aprobación trucho-nacionalista, la definitiva
entronización de su nuevo amor, el Bambino Kiciloff, como candidato
presidencial por el kirchnerismo.
Hoy,
se ha llevado puesto a todo el peronismo “tradicional”, que deberá enfrentar en
las urnas, a corto plazo, a fuertes competidores, y que está descubriendo que
se los está obligando a enterrarse para que un modelo ridículo, de un marxismo
demodé, intente volver a lustrar los teóricos laureles de un “relato” que aún
conserva significativas adhesiones de la mano de un discurso populista y
demagógico, cuyo sideral costo deberemos pagar todos.
Enrique
Guillermo Avogadro
ega1avogadro@gmail.com
@egavogadro
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