«A
la existencia del Universo precede la percepción inteligente del Ser (Entidad)
Humano. Sin nuestra presencia no sería codificable. E igual sostengo que, sin
el Lenguaje, no existiría ni prosperaría la acción comunicacional»
El
Lenguaje es un instrumento y la comunicación la «movilidad» que le procede.
Empleo una de las inflexiones del verbo
«mover» en sustitución del vocablo «acción» (ilusoriamente más adecuado)
por cuanto ilumina mejor mi pretensión de vincular ambos sucesos con la fuerza
que motoriza la existencia. El Universo es perceptible por su «movilidad» y las
constantes implosiones de sus elementos que precipitan –igual- el nacimiento de
nuevas realidades cósmicas. Los científicos están persuadidos que el Universo
experimenta ininterrumpidas desintegraciones que provocan su expansión, lo cual
me sugiere la paradoja de su simultánea infinitud y extinción en eso que los
astrofísicos denominan «agujero negro» (¿habrá uno que no lo sea?). Por ello
elijo calificar de «implosión» y no «explosión» el estallido que lo hace
crecer. La longitud del Universo no se puede determinar tras demarcar la
extensión de su materia, sino mediante el advenimiento de La Nada tras la muerte
de toda entidad inteligente.
Defino
al Lenguaje como la fijación y ordenamiento de signos que, mediante tácito
convenio, sirven de piezas a los seres
pensantes para sus propósitos o intenciones comunicacionales y «emancipación
intelectual». El Lenguaje, cúmulo de signos destinados a cohesionar
innumerables ideas. Aisladamente, cada
signo es una especie de partícula inasible en el proceso de emisión y recepción
de experiencias que nos conducen al hallazgo reflexivo y experticia
intelectual.
Es
curioso que el escritor George MOUNIN afirme que «si la lingüística es el
estudio científico del lenguaje, todavía es preciso ponerse de acuerdo sobre lo
que se denomina lenguaje» (1) Me
pregunto cómo pudo dudar del hecho evidentísimo que nos señala que la aparición
de la Lingüística respondió a la previa conceptualización y aceptación del
lenguaje como fluido que permite el suceso comunicacional. No presumamos que la
medicina sea el estudio científico de enfermedades incubadas en organismos aun
no definidos. Si nos situamos en territorio bíblico, absurdamente la palabra
nos precedió. Empero, ninguna cosa pudo apresurarse a la aparición del Ser
Inteligente. El discurso de MOUNINM luce baladí o pueril, pero nos estimula a
fundar la edificación suprema representada en el Hombre del cual depende la
existencia berkeleyana (2) de la materia.
En
uno de sus libros, alguna vez el escritor y también amigo J.M. Briceño Guerrero
expuso lo siguiente: «El lenguaje, como el grito, la canción y el baile, es
consubstancial con la condición humana y el todo se encuentra incluido en un
todo mayor que lo trasciende» (3) Queda explícito que el lenguaje tuvo un padre
no providencial.
Los
escritores precedemos al protagonismo de la Lingüística y la Lógica Matemática
que, por frívola necesidad y vendetta, algunas academias desestiman. Somos La
[Existencia] Invención del Lenguaje, los científicos de la Lengua, el estudio,
reflexión y análisis. Los hacedores somos, indiscutiblemente, los mayores e insustituibles comunicadores de ideas y
acaecimientos. Admito que es cierta la inferencia del catedrático español
Emilio Llego: «La Lingüística y la Lógica han llevado los problemas del
lenguaje, desde el punto de vista formal, a un particular estadio de
desarrollo» (4) Para terminar, confesaré que estoy persuadido que la actividad
escritural es inherente al nacimiento y desarrollo de la inteligencia.
NOTAS.-
(1)
Docente e investigador de la Facultad de Letras de Aix-en-Provence (Francia),
Autor de Claves para la Lingüística («Editorial Anagrama», Barcelona, España,
1974. Cité un fragmento de la p. 29)
(2)
Recreo, fugazmente, la argumentación central del sacerdote y filósofo británico
George Berkeley: «Ni los objetos propios de la vista ni las imágenes de
cualquier otra cosa están fuera de la mente» (p. 50 de su Ensayo de una nueva
teoría de la visión. Aguilar, Buenos Aires, Argentina, 1979)
(3)
Briceño Guerrero, José Manuel: El origen del Lenguaje («Monte Ávila Editores
Latinoamericana», Caracas, Venezuela, 1970. p. 14)
(4)
Lledo, Emilio: Filosofía y Lenguaje («Ariel», Barcelona, España, 1970. p. 15.
Alberto
Jiménez Ure
jimenezure@hotmail.com
@jurescritor
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