Emile Durkheim, uno de los fundadores de la
Sociología, habla en algunos de sus libros, especialmente en De la división del
trabajo social y El suicidio, de la anomia, concepto que luego se populariza y
extiende al resto de las ciencias sociales.
En
Venezuela, durante el ciclo que comienza en 1999, hemos vivido en un estado
permanente de conmoción. Siguiendo al sociólogo francés, hemos padecido una
situación anómica que alteró
radicalmente el curso hacia el progreso, la democracia y la economía de
mercado, el cual -en medio de grandes tropiezos, marchas y contramarchas- inicia el país en
1935, cuando muere Juan Vicente Gómez, el último tirano de la
Venezuela rural y atrasada.
Suele
ocurrir que cuando una sociedad se desajusta, el desarreglo no ocurre solo en
una de sus instituciones, sino en muchos ámbitos y espacios institucionales
simultáneamente. En la situación actual abundan los ejemplos: el TSJ dictaminó
que la FAN puede participar en actos y manifestaciones políticas -desde luego,
que a favor del régimen- porque tales eventos representan una clara manifestación de la “vocación
democrática” de ese Cuerpo; el cinismo aberrante del máximo Tribunal de la
República resulta nauseabundo: quebranta la Constitución revistiendo la
violación de maquillaje democrático. Dos
delincuentes, ambos expolicías, entran al Hospital Clínico Universitario
-supuestamente resguardado por colectivos oficialistas-, asesinan a un paciente y su hermano, ambos
también forajidos, y hieren a dos miembros del personal que se encontraban en
la misma sala; en respuesta a este episodio que recrea el Chicago de Al Capone,
los médicos y paramédicos de HCU protestan negándose a atender en Emergencia
hasta que se les garantice la seguridad; la respuesta del Director del HCU
–oficialista, desde luego- es que el derecho a la salud es “sagrado” y que los
profesionales están obligados a seguir laborando. La energía eléctrica se cae
en más de la mitad del país durante varias horas, Caracas parece una ciudad
atacada por una potencia extranjera, y la respuesta de algunos dirigentes del
PSUV consiste en señalar que ellos apenas tienen dieciséis años gobernando y
que necesitan unos trescientos más para solucionar los graves problemas que
fueron acumulándose desde la llegada de Colón.
El
país se desintegra por el grado de anomia global que lo afecta: inflación,
devaluación, escasez, desabastecimiento, inseguridad personal y jurídica,
corrupción rampante, deterioro de los servicios públicos. En medio de este
cuadro de descomposición integral, ¿qué es lo que más le interesa al régimen?
Mantenerse en el poder a todo trance, sin importarle cuáles sean los costos de
la desintegración.
¿Con cuál receta? Falsificar los hechos para
pedir comprensión y paciencia frente a la ineptitud y la corrupción. Apretar
las tuercas en varias bisagras de la maquinaria con el fin de acentuar la
represión contra los sectores que se oponen y plantean la alternancia en el
poder. Sepultar el diálogo. Mantener recluidos a los presos emblemáticos: Iván
Simonovis y Leopoldo López. Invertir millones de dólares en promover la
consigna “no a la impunidad” y contra el Imperialismo. Incrementar la
militarización del Estado, el Gobierno y la sociedad. Impulsar el giro del
modelo para que su rasgo sea claramente militar-cívico, con un Presidente
tutelado por la alta oficialidad. Promover una sociedad donde los ciudadanos se
espíen mutuamente y el componente castrense tenga la supremacía; el país
sea, en palabras de Provea, un cuartel;
este es el propósito de la Ley de
Registro y Alistamiento para la Defensa Integral de la Nación y la creación de
la brigada contra las actuaciones de los grupos generadores de violencia (que
siempre serán estudiantes y opositores),
complemento de los colectivos armados.
La disolución del país, la anomia
generalizada, obligan a la MUD y a toda la oposición a reunirse en torno a un
programa de reconstrucción nacional que dibuje un futuro alternativo y recupere
la confianza de los venezolanos, tan mallugada desde que aparecieron signos de
fractura en esa instancia coordinadora, única organización capaz de alimentar
racionalmente la confianza en que es posible recuperar pronto la democracia y
la libertad.
Trino
Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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Muy acertada su definición sobre la anomia que sufrimos los venezolanos, peeeeero peor aún me parece la gravísima enfermedad que padecemos que se llama CORRUPCIÓN. Aprovecho de citar una gran frase dicha por un gran filosofo hindú:
ResponderEliminar"NO ES SIGNO DE BUENA SALUD EL ESTAR BIEN ADAPTADO A UNA SOCIEDAD PROFUNDAMENTE ENFERMA"
―Jiddu Krishnamurti