Nada sencillo lo que padecemos. Venezuela como nunca se ha sumergido en una
espesa arena movediza. Mientras el régimen hace movimientos desesperados, se
observa cómo se hunde más.
La situación económica es insostenible. Nada bueno podemos predecir, porque
quienes tienen en sus manos las finanzas de la nación, son ignaros e
improvisados. Un país que hace 16 años tenía una deuda externa alta pero
manejable (llegaba a finales de 1998 a una cantidad cercana a los 28 mil
millones de dólares) ahora, en tiempos de revolución, a pesar de haber recibido
las arcas del Estado por concepto de ingresos petroleros cantidades que exceden
a la suma de todos los gobiernos anteriores, nuestra deuda hoy es superior a
los 200 mil millones de dólares. Dijera Luis Herrera “tenemos un país
hipotecado”. La respuesta salta a la luz de todos. Sabemos cómo se repartía -y
se sigue regalando- nuestro dinero para “ayudar” a otros países, o para
expandir los ideales de quien se creía el mesías que salvaría al mundo de las
tentaciones capitalistas o neoliberales; y vaya contrariedad o equivocación:
pensar que el querer controlar todo por las bondades del petróleo le daría
estabilidad de ser sustentable en el tiempo. Pero ya vemos los resultados:
antes se satanizaba al Fondo Monetario Internacional y ahora parece que
inevitablemente vamos a caer en sus garras (para utilizar un término de ellos
mismos)
Pero es que no solamente estamos en la bancarrota por los regalos hacia el
extranjero: también hemos caído en desgracia por los megaguisos elaborados con
el tesoro de la república y hasta desde las mismísimas oficinas ministeriales.
Las exorbitantes fortunas hechas por personeros, familiares y allegados de los
capitostes del régimen dan fe de lo que decimos o escribimos ¿O es que acaso
ustedes no han visto que muchos limpios de solemnidad de hace 15 años, ahora
son los amos (no del valle) sino de Venezuela? La corrupción, la mala
administración producto de la improvisación y la irresponsabilidad en el manejo
de los recursos han sido la causa del deterioro de nuestra economía y el
consiguiente abandono de los servicios públicos.
Las “pocas” obras son de la “Cuarta”
Nadie puede entender cómo es posible que casi la totalidad de los hospitales
existentes en Venezuela hayan sido construidos durante los anteriores
gobiernos, con mucho menos recursos. Por ejemplo, con un barril de petróleo a
un precio que oscilaba entre 1,60 $ hasta 15,6 y 19 $. En cambio, desde hace 15
años el petróleo ha superado la barrera de los 100$. Pues bien, con barriles a
precio de decenas de porcentajes menores, no solo se construyeron los
hospitales que sobreviven en Venezuela, sino que también se hicieron los miles
de kilómetros de carreteras y autopistas existentes que fueron el producto de
la visión de futuro de gobiernos adecos y copeyanos. Nuestras centrales termo e
hidroeléctricas fueron también obras terminadas en el puntofijismo. Repito, con
muchísimo menos población, se pensaba en grande. Y por eso se construyeron
grandes obras: la central “hidroeléctrica de Guri” es una de ellas, que ahora
de acuerdo a un decreto en el 2006 del presidente muerto, le cambiaron el
nombre por “Central hidroeléctrica Simón Bolívar”, en una suerte de querer
hacer creer que fue construida en la “revolución”. En eso si son unos campeones
los rojos rojitos: en cambiarle el nombre a las obras construidas por otros
para meter el embuste de que las construyeron ellos. Por cierto, gracias al
Guri tenemos de vez en cuando electricidad. Porque si fuera por Maduro y su
antecesor ya estaríamos en total penumbra, porque ni velas se consiguen.
Hacen alarde de la misión viviendas, pero no han podido superar -ni lo podrán,
por haber quebrado al país- el número de unidades habitacionales construidas en
democracia. En lo que va de régimen castro-chavista-madurista no se han
construido ni siquiera 600 mil viviendas, mientras que los gobiernos anteriores
se construyeron más de millón y medio.
Inflación con escasez
Se habla de la inflación, pero también la escasez nos mata. Este régimen no se
ha conformado con no construir obras, y destruir las existentes, sino que nos
ha afectado directamente nuestros bolsillos, y consecuencialmente nuestra
economía individual. Los sueldos no alcanzan para comprar ni siquiera la
canasta alimentaria que todos los días se dispara en su valor y escasean los
productos que la componen. Los empleados públicos han sido los más golpeados
sobre todo en el sector salud y en el educativo. Los sueldos de las enfermeras
o de los médicos son de hambre, el de un maestro imposible que pueda subsistir
sin dedicarse a otra actividad.
El sector universitario merece un comentario especial. Durante los gobiernos de
la mal llamada IV república era un privilegio ser profesor universitario,
empleado u obrero y, desde luego, también estudiante de las universidades
públicas. Sueldos acordes con su preparación y exigencias. Buenas becas, buenos
planes para estudiar postgrados en el exterior, inigualables servicios de
transporte y comedor, una red de residencias estudiantiles extraordinario. El
sueldo de un profesor comenzando su carrera como docente superaba los mil
dólares mensuales. En cambio hoy, un profesor, con todos los ascensos y a
dedicación exclusiva, con los años de servicio para jubilarse, si acaso excede
los 200 $. Esa es la realidad de la Venezuela actual. Somos pobres y si
continuamos con el mismo sistema seremos cada día más pobres. La pobreza no
tiene fondo, como las piscinas, que puedes tocar fondo y rebotar. Nada de eso,
no hay límites en el precipicio cuando los gobiernos equivocan sus políticas
económicas.
La escasez es más peligrosa que la inflación. Evidentemente ambas, cuando se unen, son un coctel explosivo; esa mezcla la estamos soportando desde hace varios meses y cada día se acentúa más.
No podemos ver la falta de un producto
alimenticio, de limpieza o higiene de manera aislada; eso de por sí representa
un peligro, pues, es un indicador de cómo están nuestras industrias, y siendo
esto así, nos anuncia que poco a poco habrá más desempleados, ya que industria
que no produzca está condenada al cierre. Viene ocurriendo en el sector
automotriz. Me comenta un ejecutivo de la Ford que acá en Valencia la cantidad
de carros que antes se producían en un día ahora lo ensamblan en un mes; me
decía este fin de semana que Ford en Valencia cuenta con dos mil 500 empleados,
y que sobran 500, que llegará el momento de reducirlos, pues la planta se
mantiene con los ahorros en Venezuela, porque del exterior no están mandando
recursos. No quisiera alarmarlos, pero lo que ocurre con las medicinas y
materiales médico quirúrgicos no tiene precedente. Ya veremos explotar las
clínicas, porque en los inventarios ya casi ni queda lo elemental como son las
suturas y desde hace algún tiempo en Venezuela no tenemos ni marcapasos, ni
stents; es decir, veremos aumentar las muertes por problemas del corazón. Y lo
peor es que los más afectados son las clases con menos recursos, esos por
quienes el régimen dice gobernar.
Burocracia patriótica
Ni hablar de ministros o funcionarios públicos. Cuando el finado presidente
llegó al poder criticó el número de ministros que encontró: pues bien, ahora no
solo tenemos ministros que duplican a los que existían sino que se ha creado un
conjunto de vicepresidentes con rango ministeriales (me imagino que estamos en
un número cercano a los 50, entre ministros y vicepresidentes). En el año 1998
había 900 mil funcionarios públicos, ahora superamos a los dos millones 500 mil
“trabajadores” adscritos a la administración pública, con menos industrias y
con mayor ineficiencia de los servicios públicos. Es decir, el número se ha
incrementado, quizá para costear la burocracia partidista y tener nóminas para
fines proselitistas y quién sabe si de defensa revolucionaria: léase
colectivos.
Señores, nos estamos hundiendo lentamente, pero hay quienes siguen apostando a
la convivencia con el sistema asegurando su presente o futuro personalísimo,
sin importarles o mejor dicho consintiendo en la destrucción del país.
Mientras el país se derrumba hay quienes hacen planes para cohabitar con los
destructores. ¡Qué mal los veo, porque ellos tampoco se salvarán! Mejor dicho:
que mal nos vemos como pueblo….
Pablo Aure
pabloaure@gmail.com
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Saludos profesor. Por supuesto que su apreciación ante la situación del país y del régimen es acertada, pero particularmente pienso que ha sido un poco conservador en cuanto a la crítica hacia el "puntofijismo".
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