Por
extrañas circunstancias -no me las explico claramente- muchas personas tratamos
de expresar nuestras ideas de manera pública. A veces artículos, otras blogs,
otras, más modestas Twitter. O quizá en
el fondo la idea es poner un grano de arena, dar nuestro aporte, bueno o malo,
a la situación que vivimos.
Por
años escribí en El Universal. Al principio solía abrir los domingos las páginas
de economía. Luego fueron artículos más cortos. La gran crisis bancaria de 1994
la viví completa. Es más la anticipé y ello me valió no pocos reclamos y
disgustos.
A
los banqueros y a muchos venezolanos les gusta silencio. Pasar desapercibidos,
ganar y disfrutar. Hay, sin embargo, personas particulares. Y en mi caso
siempre me ha parecido conveniente compartir lo que pienso. La idea no es
alarmar, ni tratar de deprimir. Al contrario, es permitir la discusión.
He
recibido todo tipo de comentarios. Desde un editor amigo que me dijo que lo
había llamado un banquero (también amigo) para decirle que no me siguiera
publicando (cosa que no hizo), hasta otros que me dijeron personalmente cuánto
les gustaría poder hablar como yo, pero que... las circunstancias no se lo
permitían. Incluso hubo uno, ahora exiliado, que en una recepción se me
presentó y me dijo que su aspiración era actuar como yo (no lo hizo).
Las
circunstancias me han llevado a vivir en el exterior. No ha sido por gusto. Al
contrario la sensación de no poder regresar al país tiene un peso importante.
Pienso cómo colaborar, cómo ayudar para que este holocausto y esta diáspora que
estamos viviendo los venezolanos sea lo menos dura y acabe lo más pronto
posible. Difícil tarea, si no imposible.
Leyendo
y oyendo las noticias diarias uno no puede sino pensar que no queda mucho
tiempo y sin embargo pasa el tiempo y no pasa nada. Venezuela es un país
ocupado por Cuba, con estrechas relaciones con las FARC, con el ETA, con
Al-Qaeda, con los iraníes y con cuanto bicho detestable mora en la tierra.
Pero
no solo esto. Quienes están enquistados en el poder lo ejercen con una crueldad
que parece tener solo comparación con la corrupción de la que son capaces. Han
sido tantos los ingresos petroleros que les han permitido prácticamente todo.
Robar, regalar, corromper.
Dicho esto (y faltándome mucho por decir) quisiera poder realizar proposiciones esperanzadoras. Decir que viene el cambio. Que el futuro será mejor. Que Venezuela se levantará por el esfuerzo de sus ciudadanos. Con cuánto gusto quisiera hacerlo.
Oscar
Garcia Mendoza
ogarciam@gmail.com
@ogarciamendoza
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