Nunca se sabrá quién fue el revolucionario -o contrarrevolucionario- cubano
que se inspiró por allá en los tempranos sesenta para acuñarle al primer
teniente guerrillero, Orlando Borrego, el remoquete de Vinagreta”, pero no hay
dudas que acertó en la definición, pues es fama que, no solo el Che Guevara,
sino Fidel y Raúl Castro la adoptaron y no lo conocían por otro cognomento.
Lo que si puede asegurarse es que, el origen del apelativo se encuentra, bien
en el papel que desempeñó “Vinagreta” como “Fiscal de Juicios Revolucionarios”
cuando el Che Guevara los inició en el primer semestre de 1959, o poco después,
al desempeñarse como viceministro del Ministerio de Industrias, segundo del
propio “guerrillero heroico” al asumir la jefatura del despacho.
Imposible establecer cuál de estas dos tragedias jugó un papel más decisivo en
la que fue después la destrucción y ruina de una de las economías más exitosas
de la América latina de aquellos años, en aras de una utopía tan inviable, como
criminal, pero que aún sigue captando “perfectos idiotas” en el continente, y
amamantando una gerontocracia (la más añeja del mundo) que amenaza con derivar
en una dinastía.
Por “los juicios” de la Cabaña (absolutamente injustificados en una revolución
que se proclamaba “humanista” y en un planeta que empezaba a condenar la pena
de muerte como vindicador de ningún delito), la revolución y los
revolucionarios le tomaron el gusto a la sangre derramada por “razones
ideológicas”; y por la audacia voluntarista de colocar en áreas sensibles de la
economía a “espontáneos” que alegaban haber leído algunos manuales marxistas,
comenzó la marcha hacia la catástrofe e irredención de la que es hoy la
economía más improductiva e ineficiente del globo.
Todavía se recuerda en ministerios, universidades, calles de La Habana y de
otras ciudades de Cuba, la fiebre, las fantasías, las ilusiones y las certezas
de unos días, cuando un Che Guevara -que había proclamado en Punta del Este,
Uruguay, en la reunión del CIES (Consejo Interamericano de Economía Social), en
agosto del 61, que Cuba tendría un crecimiento del 10 por ciento anual durante
los “años venideros”, un per cápita de 3000 dólares para los 80 (“más que
Estados Unidos” recalcó), y que el “Primer Plan de Industrialización”
contemplaba la instalación de refinerías de níquel, petróleo, una siderúrgica y
fábricas de tractores, motocicletas, calzado, cementos, vidrios y envases
metálicos-, emergía como el jefe de la Segunda Independencia.
Arrogancia que fue la puerta de ingreso al proceso de la conversión de Cuba en
una simple y rupestre colonia soviética, pues las refinerías, siderúrgicas y
fábricas devinieron en proyectos que jamás se iniciaron y si se iniciaron fue
para producir unidades a medio construir, sin capacidad operativa, caras e
inútiles y que quedaron como el primer monumento de la tragedia económica
cubana.
Causa tal vez profunda, y pocas veces estudiada, de que el “guerrillero heroico”
se retirara a hacer lo único que sabía hacer: “guerrillas” (aunque al final
encontraría la muerte tratando de insertarlas en Bolivia”) y de que nunca más
volviera a presumir de que sabía algo de economía.
Pero nada que perturbara la carrera de Orlando Borrego, alias “Vinagreta”,
quien, cumpliendo el axioma de que, “en el socialismo, para ascender, no hay
como fracasar” fue desplazado en el 64, de un ministerio de Industrias en
disolución, a la jefatura del recién creado ministerio de la Industria Azucarera,
y cuál fue el éxito de su gestión puede deducirse de que, siendo Cuba desde el
siglo XVIII, el primer país productor de azúcar en el mundo, ya no hay más
industria azucarera en Cuba.
Pero tampoco hay alimentos, ni medicinas, ni salud, ni educación, ni
transporte, ni otra cosa que arrimarse a aliados que por su capacidad económica
pueden “alquilar” servicios (ya militares, ya policiales, ya de salud, ya
deportivos, ya de asesorías peregrinas) que cancelan con un mal disimulado
subsidio a la satrapía de la isla.
Así fue durante 30 años con la Unión Soviética y en los últimos 15 con la
llamada República Bolivariana de Venezuela, cuyos capitostes, primero con
Chávez y después con Maduro, llamaron a los cubanos para que establecieran una
ocupación colonial en forma.
Líneas estas últimas que explican por qué “Vinagreta”, luego de pasar 30 años
en un olvido piadoso, escribiendo hasta cinco títulos sobre, al parecer, lo
único importante y efectivo que ha hecho en su vida: conocer y recordar al Che
Guevara, reaparece la semana antepasada en Caracas, y según Maduro, con la
misión de asesorarlo “para reformar la economía”.
Vaya, vaya…economista tardío puesto que solo se graduó a mediados de los 70 y
en la Unión Soviética y con un récord de fracasos que en un país civilizado lo
habría obligado a hacer carrera, digamos, en la química de fluidos, pero jamás
en materias que se relacionaran con la ley de oferta y demanda, o la producción
centralizada, pues viene Maduro y nos dice que es el “enviado” que va a poner la
maltrecha y en agonía economía nacional como nueva y en capacidad de producir
lo que dejó de producir.
¿Y de qué arcanos habrá sacado “Vinagreta” las fórmulas, de dónde la sabiduría
que, por decisión de Maduro y artilugios de este Keynes tropical, podrán los
venezolanos escapar de las profundidades de la más oscura crisis de su
historia, de una por la cual dejaron de alimentarse, curarse, vestirse,
calzarse y aspirar a la vida que disfrutan aun los más pobres de otros países?
Bueno, nadie lo sabe, ni podrá saberlo, aunque con la agudeza que acostumbra,
el colega Rafael Poleo, apuntaba el sábado pasado en un artículo, “Venezuela a
la vinagreta”, en “El Nuevo País” que Orlando Borrego llegaba a Caracas, simple
y llanamente, a garantizarle a Fidel y Raúl Castro el subsidio de 10 a 12
millones de dólares que anualmente, desde los tiempos de Chávez, depositan en
sus cuentas los colonos que tan pródigamente le sirven en Venezuela.
Hay, también, quienes piensan que Borrego trae la misión de ayudar al castrismo
periférico o de ultramar, a implementar la economía mixta, a lo China, la misma
que con tantos tropiezos trata de establecer Raúl, el sistema de capitalismo
salvaje que con una inmisericorde explotación de una mano de obra esclava,
suministra los recursos para que las dictaduras totalitarias, comunistas o
militaristas, se mantengan hasta el fin de los tiempos.
Yo por mi parte-escéptico de profesión- creo más bien que “Vinagreta” viene a
cobrar su pensión de revolucionario jubilado, la misma que por razones obvias
le deben sus jefes los Castro, pero que ahora, cuando poseen una colonia rica,
deciden cancelarle y retroactivamente.
Entre 10 y 15 mil dólares mensuales debe cobrar “Vinagreta” en Caracas, y por
no hacer nada, en un país donde el gobierno no hace nada y se contempla la
desarticulación de la economía como quien juega a ver qué se deshace primero,
si el rentismo petrolero, o el que deviene de la exportación de materiales
primas no tradicionales.
Pero claro que habrá reuniones y veladas con “Vinagreta”, -animadas de buen
vino, mejor whisky, y excelente caviar-, conversatorios donde unos Maduro,
Cilia, Ramírez, Cabello, Arreaza, Jaua, Adán, Rodríguez Torres, Jorge
Rodríguez, la Fosforito y otros escucharán arrobados, en éxtasis, cómo conoció
al Che, el trato que le dispensó durante años, cómo escribía, hablaba, pensaba,
y de sus reuniones con Fidel y Raúl.
Y por supuesto que, igualmente, es seguro que en torno suyo se moverán otros
factores de la revolución, ensayistas como Luís Brito García, filósofos de la
postmodernidad como Juan Barreto, poetas, novelistas y la Villa del Cine
entera, interesados todos en calcular que se le puede sacar a la “leyenda
viviente”.
Pero
si hasta es posible que “Vinagreta” sea el mago que reunifique, reacomode,
prepare el regreso al rebaño de “ovejas descarriadas” como Giordani, Navarro y
Osorio, que no por casualidad se apellida Borrego y fue pupilo del Che Guevara.
Mientras tanto allá en La Habana, una tarde, o una noche, cuando Raúl le lleva
a Fidel en su mansión, o palacete, la cuenta del día, le comenta:
“¿Cómo te parece el jonrón de “Vinagreta allá en Caracas”? No hace un coño, le
pagan 15 mil dólares mensuales y lo tratan como a un dios”.
“Era una deuda que teníamos con él desde hacía años” comenta “el viejo”. “Menos
mal que se la estamos pagando…y de gratis”.
“Ja ja ja ja ja” estallan, mientras la temperatura de cerca de 40 grados le
imprime un toque sofocante a la reunión.
Manuel
Malaver
manumalm912@cantv.net
@MMalaverM
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