La
naturaleza nos confunde. Actualmente el calor es extremadamente sofocante en la
planicie, mientras la nieve cubre los páramos. Igualmente nos confunde el
cuerpo del poder político, porque observamos que se siente incapaz de moverse
con libertad, al tiempo que muestra su poderío cívico-militar. Se le observa
atrapado en su propio espacio, prisionero de la nómina de sus milicianos y
angustiado entre el fuego de un “ajuste de cuentas”.
Cualquier experto en asuntos
policiales, podría ofrecer una información acertada del caso, y lo más seguro,
por lo raro del ambiente que se observa, es que en todo esto hay un actor
intelectual, una mano negra que se mueve con facilidad en el entorno, un juego
de intereses, una lucha sigilosa entre herederos del poder, la cual ya deja ver
por debajo de la puerta palaciega un hilo de sangre que presagia que esta
batalla continuará, con o sin cuartel, y tan sofocante como el calor de la
planicie. Lo raro no es que se peleen, sino que lo hacen con la pasión de
eliminarse.
Hasta ahora se conoce que en las primeras investigaciones están en juego 25 mil millones de dólares, cifra superior a nuestras reservas internacionales, la cual fue asignada por el gobierno a unas “empresas de maletín”.
La Asamblea
Nacional conoce de la materia cara a cara desde hace tiempo, al igual que los
demás poderes de la nación. No había aparentemente justificación alguna para no
dar a conocer públicamente los nombres de las empresas y sus propietarios; es
más, se hizo el anuncio, pero un interés o un poder oculto más fuerte no lo
permitieron, o tal vez, convencieron al camarada más débil para que no lo
hiciera. Y no se hizo. El gobierno se debilitó, y el poder oculto se hizo más
fuerte, tan fuerte que no sólo logró su cometido, sino que obligó a que
renunciara el custodio de los dólares entregados, el que inventó al viejo
monstruo de Frankenstein, olvidando que la creación contra natura iría contra
él. Por eso hoy la naturaleza nos confunde, nos encierra en un ambiente raro al
ver la perversión, la misma que vio la novelista en la obra de El Moderno
Prometeo, donde crea a Frankenstein, una criatura de otros siglos que reaparece
en este siglo XXI como un proyecto político.
Las
cosas raras no son fáciles de detectar. Nos confunden. En ocasiones le
disparamos a la sombra o al objeto que nos lanzan para distraernos. Debemos ser
cuidadosos cuando el ambiente se enrarece. La naturaleza nos dio el instinto de
conservación, no sólo al hombre, sino a todos los animales. Es una fuerza
innata con la cual hacemos de todo para preservar nuestras vidas y nuestra
especie. En los animales, el jefe de la manada reúne su rebaño y lo rodea
cuando el enemigo acecha, y los seres humanos nos agrupamos con quienes
coincidimos, para enfrentar al enemigo, al adversario y a quien intente
destruir lo que hemos construido. Los venezolanos construimos una sociedad
democrática, un sistema de gobierno democrático y nuestro instinto nos convocó
a la unidad porque añoramos la libertad, la que tuvimos, y se nos ha hecho
difícil reconquistarla. Hoy, cuando el ambiente está aún más raro que ayer, la
unidad es mucho más necesaria. Entendamos con toda la responsabilidad del caso,
que sino hay unidad no habrá libertad. El Frankenstein del siglo XXI seguirá
con vida, a pesar de la renuncia de su creador.
Dejémosle lo raro al monstruo.
A
nosotros nos toca buscar la libertad. Se nos ha hecho difícil. La tuvimos y la
perdimos, porque actuamos con arrogancia. Busquémosla, pero con sabiduría, en
el entendido de que ella no entra en un alma perversa. Es un espíritu amigo de
los hombres que nos permite encontrar en Dios la verdad. Tengamos fe en Él,
porque su luz hará disipar este ambiente raro. Dios es la luz y en ella está
nuestra libertad. ¡Amen!.
Lenin Valero
leninvalero1@hotmail.com
@leninvalero2
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