“Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo y la crueldad, pero más abominable es el hecho de que las dictaduras fomentan la idiotez”, Jorge Luis Borges.
El país entró en pánico. No porque las tanquetas
artilladas de la Guardia Nacional, los motorizados armados de la Misión
Miranda, las milicias bolivarianas, la decisión del Tribunal Superior de
Justica sobre que los militares pueden participar en mítines políticos, las
líneas aéreas se hayan ido de Venezuela, Polar cierra sus plantas de harina de maíz
y cerveza, la sospechada contratación de Maradona como Director Técnico de la
Vinotinto, la carta de Giordani
denunciando el fracaso del gobierno luego de 15 años como ministro de economía,
el asesinato de dos hermanos dentro de una sala de operación del Hospital
Universitario, y menos por el magnicidio probable del presidente, según lo
calificó la singular Fiscal General de la República.
Tampoco por el anuncio que Venezuela abriría
embajada en Corea del Norte y cerraría la de Israel, la inflación de tres
dígitos, o los discursos incendiarios del teniente diosdado presagiando una
masacre general si el gobierno cae por inercia, autogolpe militar, magnicidio o
implosión por incapacidad.
El país entra en pánico esta vez, porque el presidente Nicolás Maduro anunció a Venezuela y al mundo que: “a partir de la primera quincena de julio se iniciará la reestructuración del gobierno para hacer una revolución dentro de la revolución, a fin de cambiarlo todo para servir al pueblo”.
¡Púchica¡ exclamaron al unísono el finquero
confiscado y la vendedora de verduras, con su cesta medio llena. Y salieron
corriendo a buscar sus contactos cercanos al gobierno, para enterarse de lo que
quería decir o hacer el presidente.
En efecto, el día anterior un presidente con rostro
de circunstancia, rodeado de ministros del gabinete económico y seguridad,
anunciaba al país que los errores cometidos forzados por la inclemente
oposición y el imperialismo, habían hecho fracasar los objetivos de la
revolución.
En consecuencia debía tomar medidas drásticas, por lo que procedía a incorporar al equipo de reestructuración de la administración pública a Orlando Borrego, “compañero del Che Guevara por allá en las batallas de la revolución” según dijo. Borrego, agregó, hizo estudios de economía en las universidades de La Habana y Moscú, había sido fiscal de la Junta Económica Militar, y viceministro de industrias y de Azúcar.
Iniciando el mes de julio, cuando se conmemora la
independencia de Venezuela, un día después de la estadounidense, y el 24, el
natalicio de Simón Bolívar, Venezuela se enteró de tan liberadora noticia.
De modo que un personaje extraído de las páginas de la historia, pasando por sobre Paul Krugman, Joseph Stilitz, Milton Fridman, John Maynard Keynes y el mismísimo Moisés Naím, llegaba para enderezar los entuertos de Chávez, Giordani y de los 122 ministros que han pasado por el Banco Central, Planificación, Economía, Producción, Industrias y Comunas con el fin de crear al hombre nuevo y no haberlo conseguido.
Con tal desconcertante anuncio solo queda
preguntarse ¿qué puede haber en la
cabeza y en el espíritu de esta gente que nos gobierna? o quizá, ¿qué tan
grande fue la falta cometida que arrastró a justos y pecadores al charco de la
historia de la estupidez humana? Y en medio de esas inquietudes y sorpresas que
se convierten en cotidianidad, nos viene a la memoria aquella sentencia de
Jorge Luis Borges acerca de Perón y el peronismo: “Las dictaduras fomentan la
opresión, el servilismo y la crueldad, pero más abominable es el hecho de que
las dictaduras fomentan la idiotez”.
Cuba, desde la crisis de los cohetes, señala como
culpable de su miseria y desesperanza al bloqueo económico; Venezuela no ha
sufrido embargo alguno de los EE.UU. o de cualquier país del mundo, ha tenido
los ingresos más descomunales de su historia y hoy se encuentra desabastecida y
dependiendo en su casi totalidad de la importación de los productos básicos de
alimentación, energía, transporte y salud. Le debe dinero a Panamá, Colombia,
China, al BID, la CAF y líneas aéreas, al punto que los billetes de avión han
pasado a ser comercializados en el mercado negro a precio de explotación.
Es, lo que con ironía borgiana la periodista
venezolana Thays Peñalver califica
como “justicia poética”, es
decir, el gobierno que nació de un golpe militar contra Carlos Andrés Pérez
bajo la excusa de haber impuesto el
modelo neoliberal, ha causado más estragos al ciudadano,
desnacionalizado Venezuela y concentrado billonarias riquezas en pocas manos,
que el famoso paquetazo de Pérez
Sin embargo, el mensaje de Maduro es claro, el nombramiento de Orlando Borrego significa que no habrá apertura democrática, diálogo, ni estado de derecho, sino profundización de la revolución; o quizá, el anuncio de una rebelión generalizada.
Juan
Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
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