Venezuela
se ha convertido en un país sui géneris. La variedad de concepciones y
argumentaciones para salir de la crisis que nos asola demuestra, entre otras
cosas, que la capacidad de análisis se mantiene intacta. Esta característica no
es condenable en lo absoluto puesto que la amplitud de discernimiento es una
concepción divina.
Lo contradictorio estriba en la determinación exacta del momento histórico en que se vive, puesto que es a partir de esta premisa que el análisis y las propuestas se hacen viables. Los médicos para diagnosticar requieren de un examen que abarca los síntomas y las condiciones generales y particulares del paciente. Los politólogos, sociólogos y demás afines requieren de instrumentos similares.
En
política es menester también analizar las situaciones generales y particulares
de todos los elementos que inciden en la vida del país, como lo son, a manera
de ejemplo, la realidad social, económica y política del momento. La
interconexión de todos los componentes nos permiten establecer y proponer los
cambios pertinentes. La razón es simple y paradójicamente muy compleja: si nos
equivocamos en el diagnóstico, el tratamiento terapéutico es inútil y hasta
letal.
Estas
consideraciones me vienen a la mente en ocasión de leer y analizar las diversas
propuestas producto de dictámenes establecidos para instrumentar los
correctivos. Algunas personalidades se cubren con sesudos análisis, casi
catedráticos, para demostrar la enjundia y cultura que poseen como elementos
permisivos para encandilar y deslumbrar mentes desorientadas.
Está
casi consolidado un régimen milico con adorno civil con la voluntad de
permanecer en el poder a como dé lugar, obtenido por el afianzamiento
progresivo de todos los poderes públicos en uno solo. Esa es su ruta trazada y
no la cambiarán si no se les obliga a ello a través de los ya escuálidos
vestigios de acción política que permanecen en la Constitución con la protesta
y desobediencia civil ejercida a cabalidad.
El
secretario general de Copei, muy orondo, se permitió solicitarle al Presidente
de la AN una audiencia para exigir la conformación de un gobierno de unidad
nacional para salvar a la República. La respuesta, destemplada como le es
habitual, no se hizo esperar y "los dejó con los crespos hechos".
Podría
seguir enumerando las numerosas propuestas. Me circunscribiré a dos: participar
a todo evento en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 y la
solicitud de una Asamblea Nacional constituyente. Ambos procesos arropados con
los poderes públicos actuales.
Brillantes
economistas hacen certeros estudios acerca de los problemas. Estos remedios se
implementarían con dos condiciones: el gobierno recapacita y aplica una nueva
política económica distinta a la establecida en los últimos quince años ¡No lo
harán jamás! La otra opción es cambio de gobierno.
Si
a los venezolanos que sobrepasamos ya los dos tercios porque nos disgusta la
manera de ser gobernados se nos sigue proponiendo políticas de "pañitos
calientes" para curarnos de la gripe casi convertida en neumonía terminal,
no nos quedará otro recurso que el de cambiar de galenos y someternos a nuevos
tratamientos para salir de la patología crónica que padecemos.
Por
ahora, por razones distintas aunque concordantes, tanto el gobierno como la MUD
tienen establecida la táctica de ganar tiempo. Más de un año sin proceso
comicial, para llegar al momento establecido para comenzar el carnaval
electoral. Ambos propiciando el chantaje del falso dilema de que "lo tomas
o lo dejas". El régimen propicia la continuidad establecida porque tiene
claro el camino. La MUD, por su parte, como órgano constituido y con experticia
innegable de componedor de voluntades para distribuir prebendas pretende que al
llegar la ocasión legal se constituirá nuevamente en un mínimo común
denominador. Así se cumplirá el axioma de que "quien parte y reparte, se
queda con la mejor parte".
Por
todo ello, repitiéndolo hasta el cansancio, es menester establecer una premisa
fundamental de manera diáfana, sin lucubraciones y argumentaciones manidas: La
salida electoral en diciembre de 2015 únicamente procederá como manera pacífica
y democrática para dirimir las controversias y cambios de gobierno solamente
cuando se le dé cumplimiento a lo establecido en la CN en lo general y en la
composición ajustada al espíritu del texto constitucional de los poderes
públicos garantes de que la voluntad popular sea reconocida tanto en el
proceso, como en el acto de votación y escrutinios.
Aún
estamos a tiempo de procurar, si no buscamos divertimentos, la
"negociación política" conveniente para obtener así la estructura
adecuada de los todos los poderes públicos garantes del pleno funcionamiento
del estado de derecho acorde a la independencia y capacidad real del CNE,
magistrados de la Sala Constitucional y Electoral del TSJ y titulares de la
FGR, CGR y DP.
José
Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@cheyejr
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