El país se sumerge en un caos total. La crisis llega a
proporciones insospechadas. La inseguridad se mantiene en niveles que nos hace
sentir en estado de guerra.
La escasez de productos no solo de la dieta básica
sino de bienes y servicios indispensables hacen imposible mantener una calidad
de vida aceptable; La escasez de divisas que hace que la deuda adquirida por
sectores importadores y suministradores de servicios, entre en mora con la
consecuente suspensión o retardo de la prestación de esos servicios. La deuda
pública, interna y externa, adquiere dimensiones peligrosas que pone en riesgo
la solvencia financiera del país. PDVSA se encuentra cada día más endeuda y
peor administrada. Y todo esto ya dejó de ser una crítica de sectores de
oposición, sino que ex integrantes y algunos integrantes del gobierno dejan
conocer su preocupación sobre esta situación. No es más una percepción,
es una triste realidad.
Ante este negro panorama, no se vislumbra solución
alguna. El alto gobierno no da señales de estar consciente de esta realidad.
Igual postura asume el partido de gobierno que para el caso vienen siendo la
misma cosa. Aquí se confunde gobierno, Estado y partido. La oposición no logra
ensamblar un discurso que tenga resonancia, credibilidad, en algunos sectores
dirigentes gubernamentales o en las masas populares que están sufriendo
directamente las consecuencias de esta aguda crisis. La inmensa mayoría
nacional, sin diferencias políticas, de oposición o gobierno, de derecha o
izquierda, revolucionario o contra, sienten que el actual presidente de la
república no gobierna, no manda, que sus decisiones, buena o malas, nadie las
toma en cuenta. Y lo más grave es que esa inmensa mayoría siente que él no es
capaz de resolver la situación, que no tiene la capacidad para hacerlo, que no
es idóneo para ejercer ese cargo. En pocas palabras se ha hecho pública y
notoria la ingobernabilidad del país.
Ante esta grave y peligrosa situación se mueven muchos
factores que en vez de ayudar a resolverla la agudizan. Dentro del gobierno y
su partido hay sectores que se mueven en función de cuál es el mejor escenario
para sus propios beneficios. Las diferentes facciones pugnan por conseguir más
posiciones de poder y más negocios. La oposición u oposiciones, también hacen
su propio juego, piensan en sus propios intereses, individuales y grupales, no
se dan cuenta que los tsunami arrasan con todo. La MUD, en la cual se tenían
puestas esperanzas, viene perdiendo sus cuerdas bucales. La FANB, ahora
convertida jurídicamente en partido político, hace sus propios cálculos. Su
alto mando se presenta sumiso a cambio de prebendas y están “como caimán en
boca de caño”. En el plano internacional también se cuecen habas. Cuba no
quiere perder su hegemonía, su poder y su fuente de recursos y USA su proveedor
seguro de hidrocarburos. En resumen que estamos inmersos en un gran juego
de ajedrez, donde los peones somos los habitantes de esta tierra de
libertadores.
Las piedras, la calle, el rumor que se oye a gritos,
hablan de diferentes salidas. Renuncia, elecciones, constituyente, estallido
social, golpe de Estado, intervención de otros y cualesquiera otras propuestas,
a la cual más disparatada.
Lo cierto es que algo debe, tiene, que pasar si
queremos seguir teniendo país. Y el tiempo se agota. Difícil la situación, no
les parece.
Iván Olaizola D’Alessandro
Iolaizola@hotmail.com
@iolaizola1
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