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sábado, 7 de junio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, SOBRE PUEBLO, SOBERANÍA Y ORDEN CONSTITUCIONAL,

El chavismo es una fuerza política con la única pretensión de excluir a un numeroso grupo de ciudadanos del concepto de “pueblo”, o más bien, ser ellos, los seguidores y adeptos del socialismo bolivariano, exclusivamente, “pueblo”.

Por arte de una ideología, los chavistas se apoderaron, sólo para ellos, del concepto de nación venezolana, al punto que le cambiaron el nombre a la República de Venezuela por República Bolivariana de Venezuela, se dieron una nueva Constitución y la están violando a través de continuas interpretaciones del Tribunal Supremo de Justicia, con cambios legislativos ilegales; todo esto para hacer del gobierno el centro del poder absoluto y al partido de gobierno, el PSUV, el administrador perenne de esta revolución socialista.
Para ello están cambiando las estructuras institucionales del país, tratando de dejar por fuera a los que denominan “escuálidos” o burgueses, desestimando el fuerte rechazo no sólo de los excluidos, sino también de los chavistas, que no quieren hacerse parte de ese movimiento racista y de apartheid contra sus connacionales.
Uno de los requisitos fundamentales que ellos exigen para que una persona o grupo sea incluido en la categoría de “pueblo” es, precisamente, ser socialista, lo que implica reconocer como líder a Maduro y aceptar sin condicionamientos “la gloria” del modelo cubano, como ejemplo a imitar; no es de extrañar que el grueso de sus seguidores fueron, en un principio, las clases más desposeídas, fáciles de engañar por medio de las misiones y su contacto directo con médicos cubanos, con el espejismo detrás de prebendas, regalos… pero eso ha cambiado.
El chavismo usó los procesos electorales democráticos para lograr una posición de poder importante, con amplia mayoría, y fue desplazando a los opositores hasta tomar el poder  de manera cuasi absoluta.  Una vez en control de todo el aparato estatal, fue aplicando sus ideas de pueblo y nación de manera selectiva, sólo el pueblo chavista era venezolano, los demás eran unos vende-patria y pitiyanquis (poco importó que, justamente, los “escuálidos” son los que producen y pagan el grueso de los impuestos, y los chavistas los que venden el petróleo a los gringos, qué incongruencia!), impusieron listas para que sólo el pueblo chavista se beneficiara de los operativos de beneficencia pública, sólo los chavistas tenían acceso a los cargos de la administración del estado, sólo a ellos se les consultaba (o se hacía la parodia de que los consultaban) hasta que ya no hicieron falta y la oligarquía militar chavista empezó a decidir sin ellos; cuando las condiciones económicas y políticas del país se dieron la vuelta en contra de la revolución, cuando la oposición se fue haciendo más y más grande, organizada y eficiente en el reclamo de sus derechos, la consulta electoral se convirtió en un verdadero problema.
Los “verdaderos hijos de Bolívar”, los “patriotas”, los “auténticos socialistas” se quedaron muy solos tratando de manejar el país como si fuera un campo de concentración, en donde hay que pedir permiso hasta para ir al baño.  Les cuesta contarse, se la pasan ocultando cuantos son en realidad, alegan que son millones pero no pasan de unos miles, siempre son los mismos reunidos hoy aquí, mañana allá… sólo la televisión hegemónica en manos del gobierno y el CNE los hace multiplicarse, son una mayoría mediática y virtual, ya que únicamente con amenazas están rellenando las pequeñas plazas y avenidas donde intentan congregar gente aburrida y molesta del continuo zarandeo en autobuses, sólo cuentan con algunos batallones de Caras Pintadas gritando Patria Socialismo o Muerte, siempre los mismos, y ya han tenido que incluir a la GNB, a la PNB y a sus importados cubanos para abultar los tiros de cámara y las fotos de grupo redefinidas por “fotoshop”.
En fin, estamos siendo dominados por un grupito de militares sin discurso, unos embaucadores que tratan de comprar nuestro país con espejitos y cuentas de colores, con promesas que están todas en un futuro lejano… por alguna razón, se me parecen tanto a aquellos sudados extranjeros que, tras semanas de travesía por el mar océano, bajaron de unas carabelas a ofrecernos un Dios y un Rey.
Luego de tenerlos gobernando por 15 largos años, tenemos un país arruinado y ensangrentado por la violencia; hay muy poco en nuestra patria para sentirnos orgullosos, es más, el país está enfermo de tristeza y dolor, el miedo es la afección más común, la incertidumbre es la norma para cada venezolano, que se levanta de su cama y sale de su casa a ganarse la vida (o a perderla).
El socialismo que nos quieren imponer es copia del socialismo cubano, una isla caribeña convertida en Gulag tropical, donde un grupito de “enchufados” al poder son los que disfrutan de todas las comodidades y riquezas del país, y una gran mayoría es explotada como esclavos y pasan trabajo para sobrevivir.
Los hombres y mujeres que nos quieren imponer esta forma de dominación están dispuestos a llegar hasta el final de su obra maldita, lo que quiere decir que no hay manera democrática ni constitucional de removerlos del poder, tienen las armas y están dispuestos a usarlas, de hecho, están acabando con una parte de nuestra población, mayoritariamente joven, por estar protestando contra esas intenciones de dominio absoluto y coloniaje a favor de un gobierno extranjero.
El gobierno de Maduro nos ha declarado la guerra a los venezolanos demócratas que creemos en la libertad, no hay otra interpretación, el llamado Plan de la Patria es la instauración del designio cubano en nuestro país, los chavistas no van a parar en sus intenciones al menos que nos opongamos de manera decidida, y eso tiene un costo.
No me cuesta nada decirlo, Maduro y su entorno son una raza de seres involucionados, de mentalidad larvaria; no tiene sentido que una sociedad como la venezolana se deje conducir al matadero por una pandilla de ineptos y brutos asesinos, sin defenderse, sin hacer nada.
Si algo ha quedado comprobado es que este gobierno trata desesperadamente de utilizar las instituciones y el derecho como armas contra la población, así como el uso que le ha dado a la Constitución, el atenerse a ella cuando le conviene y violarla cuando es de su interés, e igualmente, cuando utiliza a los tribunales como arma, ejerciendo sin ningún escrúpulo el terrorismo judicial, lo hace por medio de la Asamblea Nacional, al proponer y promulgar un cumulo de leyes que le sirven para inmovilizar y dejar indefensa a la ciudadanía, permitiendo, por medio de las leyes habilitantes y estados de excepción, que el mismo Presidente de la República legisle a voluntad, para restringir derechos, minimizar la propiedad privada, atacar a la familia y acallar la crítica… la más clara evidencia de que la ley es, para estos comunistas, un instrumento de dominación.
Lo único que el derecho no puede solucionar es justamente la falta del derecho, alguien podría argüir que tal afirmación es falsa, pues aún con el chavismo hay normas, precisamente, normas no derecho, leyes, no justicia, jueces, no equidad… el derecho es absolutamente inútil en un estado de anarquía y violencia como el que vivimos, la constitución se hace instrumental, un pedazo de papel sin sentido.
Resulta verdaderamente irritante e incomprensible que, en el marco de esta disolución del estado de derecho en el país, vengan unos leguleyos y políticos, que se dicen de la oposición, a tratar de imponerle a los venezolanos un criterio constitucionalista y de apego a la ley, bajo el argumento de que debemos evitar la ruptura de la línea legalista, ya que sería un desastre para el país.
Pareciera que no se han dado cuenta de que ya no existe estado de derecho en Venezuela, que estamos lidiando con una dictadura totalitaria, con una posible colonización de una fuerza extranjera, copiando marcos jurídicos propios de un régimen tan alejado del ideal de justicia y equidad, como lo es el cubano, que ya tenemos un desastre de proporciones catastróficas cuando permitimos que la ley se amolde a los intereses de un partido político y a la voluntad de un grupo de poder, al servicio de la opresión y la esclavitud.
En Venezuela no hay estado de derecho, lo que hay es una tétrica puesta en escena del despotismo jugando a ser democrático y aparentando el respeto a la ley, en comparsa con ese` grupo de abogados y líderes, que parecen estar medrando de algún tipo de prebenda y apaciguando al pueblo, en su ignorancia de lo que sucede en la realidad, tratando de sostener la apariencia de que tenemos reglas y derechos, la fantasía de que el gobierno es legítimo y que el pueblo debe atenerse a las normas para salvaguardar la paz y la concordia, que en este momento solo sólo son posibles en el cementerio, pues la vida real de todos nosotros es sufrir las angustias de un gobierno policial, que mata y tortura ciudadanos, que expropia y arruina a la gente que trabaja, que abusa del poder sin que alguno sea capaz de hacer nada por evitarlo.
Bodino, uno de los reconocidos teóricos del concepto de soberanía, dice que el soberano está obligado a sujetarse a las leyes sólo hasta que surja una necesidad urgente, un estado de necesidad, y es justamente en ese acto de separación del orden constitucional, mientras dure la emergencia, que la soberanía reviste su carácter absoluto por encima del orden jurídico.
Bodino insiste que la soberanía no está obligada a ningún estamento social ni a la revolución, ni tampoco a los normativistas, la soberanía pertenece al pueblo en forma tal que puede ser ejercida fuera de todo contexto, incluso el jurídico, si fuera necesario.
En este país hace ya mucho tiempo se rompió con la continuidad constitucional, lo que queda son fechas en el calendario para unas elecciones que, estos “genios” del derecho, las revisten de la condición de “tabla de salvación del sistema” e insisten, en encadenar la soberanía a una constitución violada e inservible.
Esta oposición legalista me recuerda a los Consejos de Judíos con quienes Eichmann, factor notable del Estado Criminal nazi, se reunía para tratar las normas que servirían para escoger los judíos que se podían ir del país y quienes se quedaban para ser “legalmente exterminados”, de acuerdo a los relatos de Hannah Arendt.
En algún momento, algún día, esos traidores serán juzgados por su colaboracionismo, y sus nombres pasaran a la historia con el estigma de la vergüenza, porque con sus llamados a someternos a un orden constitucional que no existía, se perdieron muchas vidas y un tiempo precioso.  - 
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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