El chavismo es una fuerza política con la
única pretensión de excluir a un numeroso grupo de ciudadanos del concepto de
“pueblo”, o más bien, ser ellos, los seguidores y adeptos del socialismo
bolivariano, exclusivamente, “pueblo”.
Por arte de una ideología, los chavistas se
apoderaron, sólo para ellos, del concepto de nación venezolana, al punto que le
cambiaron el nombre a la República de Venezuela por República Bolivariana de
Venezuela, se dieron una nueva Constitución y la están violando a través de
continuas interpretaciones del Tribunal Supremo de Justicia, con cambios
legislativos ilegales; todo esto para hacer del gobierno el centro del poder
absoluto y al partido de gobierno, el PSUV, el administrador perenne de esta
revolución socialista.
Para ello están cambiando las estructuras
institucionales del país, tratando de dejar por fuera a los que denominan
“escuálidos” o burgueses, desestimando el fuerte rechazo no sólo de los
excluidos, sino también de los chavistas, que no quieren hacerse parte de ese
movimiento racista y de apartheid contra sus connacionales.
Uno de los requisitos fundamentales que ellos
exigen para que una persona o grupo sea incluido en la categoría de “pueblo”
es, precisamente, ser socialista, lo que implica reconocer como líder a Maduro
y aceptar sin condicionamientos “la gloria” del modelo cubano, como ejemplo a
imitar; no es de extrañar que el grueso de sus seguidores fueron, en un
principio, las clases más desposeídas, fáciles de engañar por medio de las
misiones y su contacto directo con médicos cubanos, con el espejismo detrás de
prebendas, regalos… pero eso ha cambiado.
El chavismo usó los procesos electorales
democráticos para lograr una posición de poder importante, con amplia mayoría,
y fue desplazando a los opositores hasta tomar el poder de manera cuasi absoluta. Una vez en control de todo el aparato
estatal, fue aplicando sus ideas de pueblo y nación de manera selectiva, sólo
el pueblo chavista era venezolano, los demás eran unos vende-patria y
pitiyanquis (poco importó que, justamente, los “escuálidos” son los que
producen y pagan el grueso de los impuestos, y los chavistas los que venden el
petróleo a los gringos, qué incongruencia!), impusieron listas para que sólo el
pueblo chavista se beneficiara de los operativos de beneficencia pública, sólo
los chavistas tenían acceso a los cargos de la administración del estado, sólo
a ellos se les consultaba (o se hacía la parodia de que los consultaban) hasta
que ya no hicieron falta y la oligarquía militar chavista empezó a decidir sin
ellos; cuando las condiciones económicas y políticas del país se dieron la
vuelta en contra de la revolución, cuando la oposición se fue haciendo más y
más grande, organizada y eficiente en el reclamo de sus derechos, la consulta
electoral se convirtió en un verdadero problema.
Los “verdaderos hijos de Bolívar”, los
“patriotas”, los “auténticos socialistas” se quedaron muy solos tratando de
manejar el país como si fuera un campo de concentración, en donde hay que pedir
permiso hasta para ir al baño. Les
cuesta contarse, se la pasan ocultando cuantos son en realidad, alegan que son
millones pero no pasan de unos miles, siempre son los mismos reunidos hoy aquí,
mañana allá… sólo la televisión hegemónica en manos del gobierno y el CNE los
hace multiplicarse, son una mayoría mediática y virtual, ya que únicamente con
amenazas están rellenando las pequeñas plazas y avenidas donde intentan
congregar gente aburrida y molesta del continuo zarandeo en autobuses, sólo
cuentan con algunos batallones de Caras Pintadas gritando Patria Socialismo o
Muerte, siempre los mismos, y ya han tenido que incluir a la GNB, a la PNB y a
sus importados cubanos para abultar los tiros de cámara y las fotos de grupo
redefinidas por “fotoshop”.
En fin, estamos siendo dominados por un
grupito de militares sin discurso, unos embaucadores que tratan de comprar
nuestro país con espejitos y cuentas de colores, con promesas que están todas
en un futuro lejano… por alguna razón, se me parecen tanto a aquellos sudados
extranjeros que, tras semanas de travesía por el mar océano, bajaron de unas
carabelas a ofrecernos un Dios y un Rey.
Luego de tenerlos gobernando por 15 largos
años, tenemos un país arruinado y ensangrentado por la violencia; hay muy poco
en nuestra patria para sentirnos orgullosos, es más, el país está enfermo de
tristeza y dolor, el miedo es la afección más común, la incertidumbre es la
norma para cada venezolano, que se levanta de su cama y sale de su casa a
ganarse la vida (o a perderla).
El socialismo que nos quieren imponer es
copia del socialismo cubano, una isla caribeña convertida en Gulag tropical,
donde un grupito de “enchufados” al poder son los que disfrutan de todas las
comodidades y riquezas del país, y una gran mayoría es explotada como esclavos
y pasan trabajo para sobrevivir.
Los hombres y mujeres que nos quieren imponer
esta forma de dominación están dispuestos a llegar hasta el final de su obra
maldita, lo que quiere decir que no hay manera democrática ni constitucional de
removerlos del poder, tienen las armas y están dispuestos a usarlas, de hecho,
están acabando con una parte de nuestra población, mayoritariamente joven, por
estar protestando contra esas intenciones de dominio absoluto y coloniaje a
favor de un gobierno extranjero.
El gobierno de Maduro nos ha declarado la
guerra a los venezolanos demócratas que creemos en la libertad, no hay otra
interpretación, el llamado Plan de la Patria es la instauración del designio
cubano en nuestro país, los chavistas no van a parar en sus intenciones al
menos que nos opongamos de manera decidida, y eso tiene un costo.
No me cuesta nada decirlo, Maduro y su
entorno son una raza de seres involucionados, de mentalidad larvaria; no tiene
sentido que una sociedad como la venezolana se deje conducir al matadero por
una pandilla de ineptos y brutos asesinos, sin defenderse, sin hacer nada.
Si algo ha quedado comprobado es que este
gobierno trata desesperadamente de utilizar las instituciones y el derecho como
armas contra la población, así como el uso que le ha dado a la Constitución, el
atenerse a ella cuando le conviene y violarla cuando es de su interés, e
igualmente, cuando utiliza a los tribunales como arma, ejerciendo sin ningún escrúpulo
el terrorismo judicial, lo hace por medio de la Asamblea Nacional, al proponer
y promulgar un cumulo de leyes que le sirven para inmovilizar y dejar indefensa
a la ciudadanía, permitiendo, por medio de las leyes habilitantes y estados de
excepción, que el mismo Presidente de la República legisle a voluntad, para
restringir derechos, minimizar la propiedad privada, atacar a la familia y
acallar la crítica… la más clara evidencia de que la ley es, para estos
comunistas, un instrumento de dominación.
Lo único que el derecho no puede solucionar
es justamente la falta del derecho, alguien podría argüir que tal afirmación es
falsa, pues aún con el chavismo hay normas, precisamente, normas no derecho,
leyes, no justicia, jueces, no equidad… el derecho es absolutamente inútil en
un estado de anarquía y violencia como el que vivimos, la constitución se hace
instrumental, un pedazo de papel sin sentido.
Resulta verdaderamente irritante e
incomprensible que, en el marco de esta disolución del estado de derecho en el
país, vengan unos leguleyos y políticos, que se dicen de la oposición, a tratar
de imponerle a los venezolanos un criterio constitucionalista y de apego a la
ley, bajo el argumento de que debemos evitar la ruptura de la línea legalista,
ya que sería un desastre para el país.
Pareciera que no se han dado cuenta de que ya
no existe estado de derecho en Venezuela, que estamos lidiando con una
dictadura totalitaria, con una posible colonización de una fuerza extranjera,
copiando marcos jurídicos propios de un régimen tan alejado del ideal de
justicia y equidad, como lo es el cubano, que ya tenemos un desastre de
proporciones catastróficas cuando permitimos que la ley se amolde a los
intereses de un partido político y a la voluntad de un grupo de poder, al servicio
de la opresión y la esclavitud.
En Venezuela no hay estado de derecho, lo que
hay es una tétrica puesta en escena del despotismo jugando a ser democrático y
aparentando el respeto a la ley, en comparsa con ese` grupo de abogados y
líderes, que parecen estar medrando de algún tipo de prebenda y apaciguando al
pueblo, en su ignorancia de lo que sucede en la realidad, tratando de sostener
la apariencia de que tenemos reglas y derechos, la fantasía de que el gobierno
es legítimo y que el pueblo debe atenerse a las normas para salvaguardar la paz
y la concordia, que en este momento solo sólo son posibles en el cementerio,
pues la vida real de todos nosotros es sufrir las angustias de un gobierno
policial, que mata y tortura ciudadanos, que expropia y arruina a la gente que
trabaja, que abusa del poder sin que alguno sea capaz de hacer nada por
evitarlo.
Bodino, uno de los reconocidos teóricos del
concepto de soberanía, dice que el soberano está obligado a sujetarse a las
leyes sólo hasta que surja una necesidad urgente, un estado de necesidad, y es
justamente en ese acto de separación del orden constitucional, mientras dure la
emergencia, que la soberanía reviste su carácter absoluto por encima del orden
jurídico.
Bodino insiste que la soberanía no está obligada
a ningún estamento social ni a la revolución, ni tampoco a los normativistas,
la soberanía pertenece al pueblo en forma tal que puede ser ejercida fuera de
todo contexto, incluso el jurídico, si fuera necesario.
En este país hace ya mucho tiempo se rompió
con la continuidad constitucional, lo que queda son fechas en el calendario
para unas elecciones que, estos “genios” del derecho, las revisten de la
condición de “tabla de salvación del sistema” e insisten, en encadenar la
soberanía a una constitución violada e inservible.
Esta oposición legalista me recuerda a los
Consejos de Judíos con quienes Eichmann, factor notable del Estado Criminal
nazi, se reunía para tratar las normas que servirían para escoger los judíos
que se podían ir del país y quienes se quedaban para ser “legalmente
exterminados”, de acuerdo a los relatos de Hannah Arendt.
En algún momento, algún día, esos traidores
serán juzgados por su colaboracionismo, y sus nombres pasaran a la historia con
el estigma de la vergüenza, porque con sus llamados a someternos a un orden
constitucional que no existía, se perdieron muchas vidas y un tiempo
precioso. -
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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