Durante años los colombianos nos hemos
acostumbrado a escuchar que Alvaro Uribe Vélez, nuestro popular ex- presidente,
se ha convertido en gran elector del país.
Quizás esta percepción radique en que él
mismo ganó las elecciones en el 2002 en primera vuelta contra Horacio Serpa,
pese a que tan solo cinco meses antes de la contienda su intención de voto no
superaba el ocho por ciento. Se reeligió con facilidad en el 2006. El
presidente Juan Manuel Santos alcanzó la presidencia en el 2010 no porque la
gente votara por Santos, sino porque éste prometió seguir con la política de
seguridad del ex-presidente Uribe. Y ahora Oscar Iván Zuluaga consigue salir
adelante en la primera vuelta gracias al apoyo que le brindó Uribe, ya que de
no haberlo conseguido, ni siquiera hubiera sido candidato.
Sin embargo, visto desde otra perspectiva,
han sido más bien las FARC y no necesariamente Uribe, quienes más influencia
han tenido en las elecciones presidenciales de Colombia en todos estos años.
En 1998 eligieron a Andrés Pastrana, quien
una vez en el poder les cedió cuarenta mil kilómetros cuadrados de territorio
en el que se fortalecieron como nunca antes y se burlaron del primer
mandatario, con un proceso de paz que no pasó de ser una burda simulación de su
parte.
En el 2002 la acción terrorista de las FARC
facilitó el triunfo de Alvaro Uribe, único candidato que había mantenido
coherencia en su discurso contra el grupo guerrillero. El el 2006 la cruenta
guerra contra las FARC que adelantó Uribe y que no se libraba desde la época
del ex-presidente Julio Cesar Turbay, le facilitaron a Alvaro Uribe su
reelección.
En el 2010, el presidente Juan Manuel Santos
llega a la presidencia por ser el ministro de defensa que combatió más
vehementemente a las FARC, lo que se sirvió para convencer a los colombianos de
que mantendría vigente la política de seguridad de su presidente Uribe.
Y en esta ocasión, Oscar Iván Zuluaga le gana a Santos la primera vuelta no porque la gente haya votado a favor de él, sino porque entre muchos otros errores comunicacionales cometidos por Santos en estos años, está el de haber aceptado el reto al que lo fue llevando Alvaro Uribe de responder a sus ataques, con lo cual lo convirtió en el jefe de la oposición, trinchera desde la cual Uribe se encargó de construir una enorme desconfianza sobre su ex-ministro estrella, y sobre las conversaciones de paz que se desarrollan en La Habana, precisamente con las FARC.
La pregunta entonces para la segunda vuelta
es, ¿será Alvaro Uribe, que es contra quien verdaderamente compite Santos, o
serán más bien las FARC, quienes influyan la recomposición de fuerzas políticas
que elegirán en Colombia al próximo mandatario?
Mauricio De Vengoechea
Mauricio.devengoechea@newlink-group.com
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