El
país ha sido testigo de los efectos de una carta de despedida de quien fue uno
de los hombres más poderosos de la historia económica de Venezuela, al
desempeñar durante quince años las posiciones más encumbradas de la
Administración Pública y uno de los forjadores de un fracaso.
Fue Giordani ministro de Planificación y
Desarrollo, luego ministro de Planificación y Finanzas cuando se fusionaron
esas dos carteras, director de PDVSA y del BCV, también de CADIVI y dirigió el
FONDEN. Tuvo y quería tanto poder que le planteó al presidente Maduro sin que
este lo aceptara, que lo designara como plenipotenciario para el manejo de
todos los fondos públicos y del control de cambio. Tenía tanto, que sin embargo
quería más poder.
Sin que él lo reconozca, su carta desnuda la falencia
de un modelo económico que hace aguas por todos lados. Sin embrago, Giordani
trata de sacudirse los efectos de una crisis que él mismo contribuyó a gestar,
para que los impactos de esa crisis recaigan sobre Maduro, Ramírez y Merentes,
los blancos de sus ataques. A Maduro lo acusa de inepto, a Ramírez de manejar a
PDVSA como un Estado dentro del Estado y a Merentes de corrupto.
Ciertamente el modelo económico que se ha venido
aplicando en Venezuela fue concebido por Giordani y asumido e implementado por
quienes hoy con el pañuelo en la nariz pretenden dar un tímido y timorato
viraje.
Cometen un grave error quienes piensan que Ramírez
y Merentes tienen en la cabeza un nuevo plan económico, distinto al de
Giordani. Ambos fueron partícipes de ese modelo. Han tenido quince largos años
Ramírez y Merentes para haber rectificado y no lo hicieron. Es más, el primero
de ellos tuvo recientemente la desfachatez de anunciar que no estaban en
discusión las bases del modelo económico que para él es exitoso. ¿En qué ha consistido
ese modelo económico ideado por Giordani e implementado por los gobierno de
Chávez y Maduro? La piedra angular de ese modelo ha sido la construcción de una
especie de socialismo marxista-leninista, como el que existió en la antigua
Unión Soviética y que todavía, aunque moribundo, persiste en Cuba. Chávez,
Giordani y tal vez Maduro, con sus nociones elementales, pensaron que el
socialismo no fracasó como propósito, sino más bien su implementación.
Adosándole el nombre de bolivariano al socialismo, creyeron resolver el
problema. Ello ha llevado a una creciente estatización, lo que ha implicado un
aumento sin precedentes del rol del Estado en la economía hasta el punto de
asfixiarla. De allí se derivaron las olas de nacionalizaciones, expropiaciones y
confiscaciones de empresas, actualmente languideciendo en manos del gobierno.
Como expresión de la nueva dimensión del Estado, el
déficit fiscal se ha hecho recurrente y el gobierno lo ha financiado con una
mezcla explosiva de endeudamiento e impresión de dinero.
En el plano de la política económica, la
orientación fundamental del modelo económico ha sido la de anclar el tipo de
cambio para procurar estabilizar la inflación. El razonamiento se basa en que
al fijar el tipo de cambio, Venezuela importaría un conjunto de bienes baratos
que harían que los precios internos tiendan a la baja. Obviamente esto no ha
sucedido ni va a su suceder porque la inflación obedece a un conjunto de
variables fiscales y monetarias y no responde exclusivamente a la fijación del
tipo de cambio. En particular, con una expansión monetaria y fiscal como la que
ha tenido lugar en Venezuela entre 2010 y 2014, no hay manera de que los
precios no aumenten. Es esa explosión de gasto la que ha dinamitado la tasa de
cambio y forzado devaluaciones sucesivas del bolívar y la ampliación de la
brecha entre los tipos de cambio oficial y paralelo.
Un efecto de la fijación del tipo de cambio es la
destrucción de los sectores productores de bienes transables como son los casos
de la industria manufacturera y la agricultura.
Al dejar fija la tasa de cambio
y al ser la inflación venezolana significativamente superior a la de los países
que comercian con Venezuela, el resultado esperado es que esos sectores se
rezagan, pierden dinamismo y las importaciones acaban desplazando la producción
nacional y representando los bienes traídos del exterior una porción cada vez
mayor de la oferta nacional, como se muestra en el gráfico.
Ello ha derivado en
un pobre desempeño de la economía medida por el ingreso real por habitante, un
aumento sostenido de los precios y un rebrote de la pobreza. De forma tal que
no se le puede imputar exclusivamente a Giordani, hoy defenestrado, la culpa de
la crisis, sino más bien a un modelo del cual él fue ejecutor y víctima al mismo
tiempo.
José
A Guerra
joaguerrab@gmail.com
@JoseAGuerra
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