A
Leopoldo López
Hablemos
claro: basta un elemental ejercicio de imaginación política para constatar el
daño que le causara la oposición oficialista – me refiero, naturalmente a la
MUD, única interlocutora cómoda y aceptable para el régimen –, a los esfuerzos
liberadores de la sociedad civil venezolana por zafarse del yugo de la
dictadura y enrumbarse hacia la reconquista definitiva de la libertad. Veamos.
Si
cuando el gobierno se vio obligado a movilizar sus tropas a la ciudad de San
Cristóbal ante la dimensión alcanzada por la insurrección popular y en Mérida,
en Trujillo, en Valencia, en Puerto Ordaz, en Caracas e incluso en los pueblos
y ciudades bastiones del llaneraje chavista la indignación popular se había
masificado y el enfrentamiento entre la juventud insurgente y la dictadura
demostraba su impotencia en controlar los acontecimientos, Henry Ramos, Julio
Borges, Omar Barboza y quien coordina su vocería, Ramón Guillermo Aveledo se
hubieran sumado a la ola de la indignación democrática y hubieran llamado a sus
respectivas militancias a respaldar y ampliar las acciones con la consigna de
detener el avance dictatorial y hacer respetar la potencia opositora imponiendo
cambios concretos que hicieran irreversible una transición democrática, hoy
Venezuela sería otra. No se requiere ser adivino.
El
mundo hubiera ampliado su denuncia y reclamo contra el régimen, pasando de las
élites intelectuales y artísticas de lugares emblemáticos del planeta – los más
significativos y populares artistas del mundo – que se adelantaron a denunciar
la sevicia fascista de Maduro, a las sociedades enteras. Los gobiernos hubieran
tenido que asumir la gravedad de un conflicto que se les escapaba de las manos,
la renuncia de Maduro hubiera sido una exigencia lógica y perfectamente
posible, que se hubiera escanciado de Nueva York a la Patagonia. El
Departamento de Estado no se hubiera escudado en la infamia de considerar que aún
no era el momento ni nadie les hubiera servido el pretexto del diálogo en
bandeja de plata, como lo hicieran los mencionados dirigentes. Y lo esencial:
millones y millones de venezolanos se hubieran puesto de pie, en clara
demostración de temple, de raza, de grandeza espiritual. Exigiendo justicia.
¿Qué
razones llevaron a Henrique Capriles y a la MUD a negarles toda solidaridad a
los mártires, a los combatientes, a las madres de quienes eran acosados,
perseguidos, torturados y asesinados frente a sus casas, en sus propios
edificios, en sus apartamentos? ¿Qué decisión política fue tomada y por quién
para optar por salvar al régimen de su inexorable caída, dejar en la estacada a
un gigantesco movimiento insurreccional y sentarse a una mesa de diálogo con cartas
marcadas, azuzados por unos cancilleres encargados a instancias de Raúl Castro,
Lula da Silva y el Foro de Sao Paulo para rescatar a Maduro del naufragio y
hundir a quienes luchaban por la libertad de la Patria de Simón Bolívar, todo
lo cual por orden de un cubano que lleva 55 años tiranizando a su pueblo,
desestabilizando la región y robándose dese hace 14 años las riquezas de
Venezuela? ¿Cuál si no aislar al movimiento de resistencia y correr a los
brazos de los enviados de Fidel Castro para torcerle la mano al pueblo
venezolano en uno de los actos de infamia y traición más repulsivos vividos en
la historia contemporánea de nuestro país?
No
tengo la respuesta. Ninguno de los personajes nombrados ha tenido la cortesía
de aclarárnosla. En Venezuela los políticos del establecimiento no suelen
perder el tiempo aclarándole a los ciudadanos qué pretenden, qué planes tienen,
cuáles son sus programas, salvo generalidades para captar incautos.
Habitualmente promesas traducibles en votos de corto plazo. Como lo hacen
permanente y sistemáticamente con sus militancias, dóciles electores a la
espera de alguna granjería. Ni Ramos Allup ni Julio Borges nos han explicado la
alternativa mejor, más eficaz, más pronta y favorable a los intereses del
pueblo venezolano que luchar a brazo partido por salir cuanto antes de la
dictadura que nos oprime. Ni muchísimo menos Henrique Capriles, que el lunes
denuncia un fraude y el martes reconoce haberse equivocado. ¿Estarán esperando
a Godot? ¿Craso y ominoso oportunismo o simple pusilanimidad de quienes no
calzan los puntos para dirigir una nación sumida en una profunda crisis
histórica, existencial?
No
creo pintar un panorama exquisito a gusto de los asesinados y presos políticos.
Creo que, en efecto, por razones turbias, oscuras y seguramente ominosas, los
dueños de las franquicias políticas que hacen vida en la MUD decidieron seguir
y observar pasivamente el curso de los acontecimientos, a la espera de que el
sacrificio de los mártires pusiera en aprietos al régimen a ver si pescaban
algo en el río revuelto de la sangre de jóvenes venezolanos y de paso
desbarrancara a Leopoldo López, a María Corina Machado, a Antonio Ledezma,
entre otros, véase: los personajes incómodos que no han estado dispuestos a
pasar bajo las horcas caudinas de la dictadura y constituyen una piedra en el
zapato de los intentos por unir fuerzas en favor de su entronización. ¿Esperar
a las parlamentarias del 2015 o a las presidenciales de 2019, contando con los
mismos árbitros y todos estos años de entronización dictatorial? ¿O creen los
señores de la MUD que en estos cinco años el gobierno se estaría chupando el
dedo?
De
allí a la traición, no hay más que un paso. Son exactamente los motivos que
señala Sebastian Haffner para explicar el odio, el asco y la repugnancia que
sintieron los alemanes de bien en 1933 que aún se resistían al nazismo frente a
la cobardía, la pusilanimidad y la carencia de grandeza de una élite política
pervertida hasta los tuétanos. La historia se despliega dialéctica, no
mecánicamente. En Alemania, esa traición se tradujo en repugnancia contra los
opositores y respaldo a Hitler. No quiero imaginarme qué sucedería en Venezuela
si la oposición se echa a dormir mientras el eterno candidato apuesta una vez
más por otro fraude descomunal. Con una masa martirizada, reprimida y
silenciada.
Se
equivoca quien crea en la ilimitada paciencia de un pueblo martirizado. No se
equivoca quien espere una reacción potenciada hasta la devastación, cuyas
víctimas también podrían ser los culpables del silencio. Así son las cosas.
Antonio
Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
@Sangarccs
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