Las nuevas tecnologías y la democratización
en el acceso al conocimiento cuestionan el rol del docente y marcan la pauta de
una crisis en la que el propio educador se auto interpela. Es natural que sea
así, ya que es el protagonista principal de otro proceso cuestionado y en
crisis: la educación formal en sí misma
Los maestros o profesores, como agentes de
este sistema educativo, sufren en igual manera. El aula es para muchos un
escenario de demanda y exigencia de parte de sus propios alumnos. Las
comunidades educativas, y especialmente los padres, muchas veces piden también
a los educadores que cumplan funciones que exceden los roles tradicionales.
Y los propios maestros o profesores se hacen
también preguntas, se cuestionan a sí mismos por su desempeño, se plantean si
lo que hacen hoy y cómo lo hacen es realmente lo correcto. La buena noticia
para los docentes es que si hoy son cuestionados es, obviamente, porque todavía
se espera mucho de ellos y porque se considera que la manera en que ejercen su
rol tiene una influencia indeleble en la vida de muchas generaciones. Los
maestros y profesores no van a dejar de existir
Es natural que sea así, ya que es el protagonista principal de otro proceso cuestionado y en crisis: la educación formal en sí misma sin calidad si excelencia. Con su currículum casi siempre por detrás del desarrollo tecnológico y social y ajeno a la realidad económica; su carga horaria esquemática; sus métodos tradicionales, algunos incluso medievales, y su paquidérmica capacidad de adaptarse, el actual sistema educativo venezolano se muestra como atónito ante los cambios y afectado hasta el grado de una parálisis que le impide reaccionar, mas ahora cuando se utiliza como un adoctrinamiento ideológico del socialismo-comunismo a la cubana.
Los maestros y profesores, como agentes de
este pretendido sistema socialista-comunista que se les viene imponiendo
impartir, sufren en igual manera. El aula es para muchos un escenario de
demanda y exigencia de parte de sus propios alumnos, niños que –casi
independientemente de su nivel social y de su edad–, estimulados por los medios
electrónicos, llegan a los salones de clases con las llamadas canaimitas, con
poca capacidad de concentrarse, de leer y dedicarse exclusivamente a una sola
tarea.
Son niños para los que el maestro o profesor
como simple intermediario puede parecer innecesario, porque casi antes de aprender
a leer y escribir, aprenden que si necesitan saber algo basta con “googlearlo”.
El educador ya no es el depositario exclusivo del conocimiento y puede muy
fácilmente ser cuestionado y, no pocas veces, puesto en ridículo. Así ven su
autoridad y hasta su autoestima socavadas.
Las comunidades educativas, y especialmente
los padres, muchas veces demandan también a los educadores que cumplan
funciones que exceden los roles tradicionales y depositan en ellos una carga o
función más propia de la familia. En muchos casos, los maestros o profesores no
tienen en los padres de sus alumnos a aliados, y no apuntan todos a un mismo
interés, como miembros de una comunidad educativa con un objetivo común.
La sociedad en general cuestiona
permanentemente a los maestros y profesores. Esto ocurre muy especialmente en
tres ocasiones: cuando salen a la luz las listas de la selección de maestros y
profesores, y los resultados son generalmente pobres, porque los seleccionados,
generalmente rojos-rojitos, no están formados académicamente con un verdadero
Plan de Estudios q avale sus conocimientos.
Ocurre también en las huelgas, cuando los
educadores “rompen el contrato” y dejan sin clases a los alumnos, los abandonan
y les causan de ese modo –aunque solo sea el efecto colateral y no el motivo
principal de su protesta– un perjuicio irreparable.
También se enfrentan al cuestionamiento
colectivo cuando uno de sus miembros comete alguna clase de falta grave o
delito, incluso en su vida privada. Últimamente (y tristemente) esos casos se
han dado en la forma de maltrato infantil a miembros de las mismas familias de
los docentes.
Y los propios maestros y profesores
–especialmente aquellos comprometidos con su trabajo y que se sienten
responsables del resultado que este tiene–, aunque demuestren solvencia o
pretendan irradiar seguridad, se hacen también preguntas, se cuestionan a sí
mismos por su desempeño, se plantean si lo que hacen hoy y cómo lo hacen es
realmente lo correcto y es no solo lo que se espera de ellos, sino lo que realmente
se necesita, aun cuando ni siquiera es fácil definir con precisión qué se
necesita.
Todos estos cuestionamientos ponen al
educador en el centro de una crisis de la que deberían poder salir
fortalecidos, también con el respaldo de la comunidad educativa, de los padres,
de los que articulan y gerencian el sistema educativo. Los maestros y
profesores no tendrán solos las respuestas. Hay caminos que pueden tomar para
encontrar mejores respuestas, y hay otras sendas que se deben marcar desde las
políticas públicas educativas.
Los maestros
yn profesores de hoy no necesitan actuar como en un sacerdocio, como en
el siglo pasado se esperaba de ellos. Deben ser creativos. Deben ser
intuitivos. Deben canalizar la energía de sus alumnos y agudizar sus
estrategias de enseñanza y evaluación con la prioridad puesta en los alumnos y
en lograr que ellos lleguen al pensamiento crítico y aspiren siempre a la
solución de problemas. Deben, además, actualizarse permanentemente, no bajarse
jamás de la capacitación y no seguir en ese tren solo para sumar “cartoncitos”.
La buena noticia para los docentes es que si
hoy son cuestionados es, obviamente, porque todavía se espera mucho de ellos y
porque se considera que la manera en que ejercen su rol tiene una influencia
indeleble en la vida de muchas generaciones.
Los maestros y profesores no van a dejar de
existir jamás. Al contrario, más que nunca, se necesitan buenos maestros y
profesores, los mejores posibles, los más creativos, los más ingeniosos, los
que saben que el contacto humano y el cariño nunca podrán ser superados por
alguna aplicación para celulares inteligentes, aunque esta tenga “todas las
respuestas”.
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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