Era
una noche de gala en la hermosa ciudad de Viena, en el auditórium una gran
multitud esperaba impacientemente la aparición del gran virtuoso del que tanto
se hablaba por toda Europa. Era considerado un genio, a los 6 años ya tocaba el
violín como un maestro; su cuerpo se movía con cada nota en una fusión con el
instrumento que despertaba la admiración de todos llenando cada sala donde se
presentaba. La orquesta que lo acompañaba hizo su entrada, la audiencia
aplaudió calurosamente, luego entró el director, la emoción de todos se hizo
sentir en un largo y prolongado aplauso. A continuación, hizo su entrada el
genio del violín, la gente lo ovacionó; pero al colocar el violín sobre su
hombro el silencio fue absoluto.
Nicolo Paganini |
El
virtuoso comenzó a tocar, las noticias y comentarios acerca de su
extraordinaria actuación cobraron vida
para quienes estaban escuchándolo por primera vez. Quienes eran asiduos a sus
conciertos se deleitaban con gran euforia, sus ojos y oídos estaban siendo
testigos de un momento irrepetible en sus vidas. De repente, los ojos del
violinista se abrieron llenos de asombro al comprobar que una de las cuerdas de
su Guarnerius se había roto. Por instantes, hubo gran tensión en medio de la
orquesta, el violinista prosiguió y el director elevó de nuevo su mano para que
toda la orquesta continuara.
Como
por un acto milagroso el violín podía escucharse con más intensidad. El
violinista parecía fundido con su instrumento, la cuerda rota lo había elevado
aun más en su ejecución. En medio del
asombro de toda la audiencia se escuchó un ruido de otra cuerda rota. En esta
oportunidad el director paró inmediatamente; sin embargo, el gran genio ignoró
lo sucedido, en un gesto de valentía sin igual continuó tocando su desgastado
violín. Toda la orquesta quedó atónita, el director asumió el reto dándoles la
señal para volver a unirse al violín, ahora de dos cuerdas. Los sonidos
sublimes llenaban el auditorio ante la mirada perpleja de los asistentes.
Violin Guarnerios |
Este
hecho ya era una historia increíble, pero la afortunada audiencia de ese día en
el concierto estaba a punto de presenciar lo imposible. ¡Una tercera cuerda se
rompió! Todo el auditórium exclamó; hubo susto, dolor, expectación. Quizá,
ahora el concierto sí había llegado a su final. El director miró al violinista
mientras éste continuó sacándole a la última cuerda que le quedaba a su violín
todos los sonidos maravillosos de aquella pieza, sin que ninguna nota se
perdiera entre las cuerdas rotas. La orquesta embelesada volvió a unirse, las
manos del director le guiaron con un ímpetu nunca antes visto. Todos se
acompasaron produciendo majestuosamente sonidos inolvidables. El gran Nicolo
Paganini había alcanzado la gloria con la última cuerda de su Guarnerios (De la
luthería Guarneri, del famoso creador Giuseppe Bartolomeo).
Sin
duda, una historia que conmueve hasta las entrañas. Para algunos verdadera, para otros cuestionada. Alrededor
de este genio del violín se crearon innumerables leyendas. Lo cierto es que no
se sabe si a raíz de este episodio, o como una técnica que había desarrollado a
lo largo de su carrera, Paganini era capaz de interpretar obras de gran
dificultad con tan solo una de las cuatro cuerdas de su violín; lográndolo con
tal excelencia que era percibido como si varios violines tocaran al mismo tiempo.
En
el camino de la vida hay trechos en los que las cuerdas de nuestro corazón se
van rompiendo una a una ante las aflicciones. Momentos en los que el mal nos
sorprende como una avalancha; entonces nuestras fuerzas se ven menguadas, las
lágrimas cubren nuestro rostro, se pierde la esperanza. Pero siempre hay una
última cuerda que podemos tocar. ¡Dios no se muda, está al alcance de una
oración! Él puede inspirar en nuestras vidas nuevos caminos para lograr que el
concierto no se detenga. El puede sacar de nuestros gastados instrumentos la
más sublime melodía. El puede renovar nuestras fuerzas, cambiar el espíritu
angustiado por manto de alegría, darnos una salida.
¡Cuando
sientas que todo está perdido, no dejes de tocar la última cuerda!
Dios
siempre te está esperando.
Rosalia
Moros de Borregales
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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