Ciertamente, una de las figuras
mundiales de mayor prestigio y autoridad en relación al estudio y conocimiento
del fenómeno del totalitarismo es Hannah Arendt. Una de sus obras más conocida al respecto es
“El origen del totalitarismo.”
El
ejercicio y dominio total del poder, sin embargo, es muy remoto y está presente
en la humanidad casi desde sus inicios existenciales. No obstante, después de la Edad Media y del
desarrollo de las ciencias y el posterior de las técnicas; de las revoluciones
que, como la inglesa en el siglo XVII y la francesa del siglo XVIII, cambiaron
radicalmente la anterior concepción de la política y luego, con el desarrollo de la tecnología en sus diversos aspectos, se
pasó a una consideración del ser humano muy distinta y se fueron desarrollando,
progresivamente, diversas y diferentes maneras de entender a las personas como
individuos y a los grupos como tales. Dijo a este respecto Gino Germani, en su
prólogo del libro en castellano de Erich Fromm, “El miedo a la libertad”, que
“la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una
expansión de la voluntad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad
y un pensamiento auténticamente propios.” Esta sentencia de Germani es
verdadera y tiene gran importancia.
Obviamente, la realidad de nuestra
sub-región latinoamericana hubo de ser muy distinta a la evolución que tuvo por
asiento a Europa, particularmente en Inglaterra, Francia y Alemania integradas
de manera distinta a ese presente y, por supuesto, los Estados Unidos que, en
esta consideración del tiempo pasado, habría de recibir toda la influencia
inglesa. Expresa el profesor ítalo-venezolano Alberto Filippi que “la comprensión de la ‘vexata questio’
de las relaciones entre feudalismo y capitalismo en la historia de España, es
esencial para poder, sucesivamente, enfrentar el tema de sus dimensiones
hispanoamericanas.” Continua
Filippi: “ha habido múltiples
tipologías de feudalismos y de procesos de feudalización … sólo el formidable
desconocimiento empírico sobre las historias extra-europeas ha impedido, de
manera casi sistemática, que se plantearan y se trazaran comparaciones,
paralelos y analogías capaces … de iluminar las distintas, determinadas o
específicas historias de los mundos no europeos.” Contrariamente, como lo
expresara Kula: “es justamente la
repetición de las irregularidades, de lo atípico, de lo excéntrico, la base que
permite acceder a las construcción teórica de los modelos.”
En
el caso de España, que compete a latino-américa, es evidente que sus
irregularidades determinaron la peculiaridad de nuestro feudalismo, en
particular el venezolano, aunque hubo diversas y distintas expresiones en toda
la sub-región. El feudalismo español fue
el más breve de Europa: se cumplió en el plazo histórico de algo más de los dos
siglos que transcurrieron entre la ocupación visigoda del territorio peninsular
y la conquista musulmana. “La específica
lucha histórica de la reconquista fue el
determinante fundamental de las formas del feudalismo español, más que la
originaria colisión y fusión de las sociedades bárbara e imperial.”
España, sin haber podido asentar sus
estructuras económicas y sociales sobre la producción Agro-pecuaria y la
propiedad inmobiliaria, tuvo que entrar en el juego político europeo, obligada
a formar un Imperio cuyas guerras financiaba con las riquezas provenientes de
sus colonias en América. No tuvo España
una etapa pre-industrial, y la inflación --entonces desconocida pare ellos—pero
provocada por esas riquezas adventicias, pasaron principalmente a Inglaterra y
a otras regiones. El poder, fundado en la tierra firme latinoamericana por la
nobleza, desapareció. En la América española, cuando se produjo la coyuntura de
Bayona y la caída o derrumbe del imperio español, las instituciones de
naturaleza social fundadas por España no fueron eliminadas sino transformadas,
lo que generó para estos países una “relativa autonomía” respecto al
capitalismo industrial europeo, hecho que fue fundado en complejos sistemas
neo-feudales. Esto desarrolló un dinamismo político en cada una de las nuevas
naciones independientes, lo que reforzaría dichos sistemas y, luego, generaría
la forma política-feudal del caciquismo-coronelismo-caudillismo.
Después,
en un tiempo históricamente breve, el modelo de Estado establecido en casi
todos los países de la sub-región se agotó, porque la dirigencia surgida a
fines del siglo XIX no era capaz, en casi todos ellos, de entender los cambios
que venían produciéndose en el mundo más desarrollado. Tales gobiernos fueron
paulatinamente separados del poder, y complejas alianzas de clases sociales
trabajadoras con intereses económicos de sectores de mayor poder económico,
realizaron planes para conducir los países, lo que constituyó las bases de
apoyo del modelo populista de Estado, que se estableció en casi todos los
países del nuevo continente, siendo Venezuela el último en hacerlo.
TOTALITARISMO.
En
el prólogo de la primera edición
norteamericana de su libro, Hannah Arendt
escribió que: “si es verdad que
en las fases finales de totalitarismo aparece éste como un mal absoluto
(absoluto porque ya no puede ser deducido de motivos humanamente
comprensibles), también es cierto que sin el totalitarismo podíamos no haber
conocido nunca la naturaleza verdaderamente radical del mal.”
Como
se señaló anteriormente, las primeras manifestaciones del dominio total sobre
los pueblos tuvieron lugar en los países que comenzaron a organizarse, en
tiempos que no fueron los primeros de la humanidad, pero si lo fueron así
considerados desde la historia. Sin duda que en pueblos de entonces, aún
atrasados, el dominio nudo de las personas era ejercido por caciques o formas
similares de dominación. En cambio, otro fue el caso de la etapa imperialista
derivada del fracaso del sistema Nación-Estado incompatible con los comienzos
de un período histórico y con el desarrollo económico e industrial iniciado a
finales último tercio del siglo XIX, cuando comenzó la política de expansión
cuyo fin se hizo patente con la liquidación del Imperio, que Churchill rechazó
presidir, y la aceptación de la independencia de India.
RAZGOS
CARACTERÍSTICOS DEL SISTEMA TOTALITARIO.
El
totalitarismo es un sistema de dominación muy drástico, condición que le hace
ser muy diferente en comparación con otros sistemas de dominación, diríamos
“clásicos”, como el despotismo, la dictadura y la tiranía.
Cuando
un régimen totalitario logra tomar el poder de una Nación, lo primero que hace
es establecer nuevas instituciones políticas y destruir o modificar las anteriores instituciones políticas
legales y sociales del país que ha alcanzado dominar. Cuando hacer esto le
resulta imposible porque sus fuerzas o apoyos iniciales no eran lo
suficientemente fuertes para gobernar según sus intenciones, comienza por
cambiar símbolos visibles y tradicionales del país, tales como banderas, himnos
y, en la medida en que le es posible, leyes. Paulatinamente, se va apoderando
de todas las instituciones políticas del Estado que ha dominado, de manera de
sustituir o violar, mediante movimientos engañosos, la clásica separación de
los Poderes Públicos, con el propósito de concentrar todos los poderes en manos
del líder que haya asumido el poder. Tal fue el caso de Hitler en Alemania y de
Stalin en la Unión Soviética, nombre que sustituyó, en su Nación, el antiguo
nombre de Rusia, hecho que realizó, en su tiempo, Lenin. Progresivamente, como
ocurrió en la Alemania de los tiempos iniciales de Hitler en el poder, o
inmediatamente como fue en la China de Mao,
transforma a las clases populares existentes en masas, es decir, en la
expresión de Ortega y Gasset referida a España y a Europa en general: “donde
quiera que ha surgido el hombre-masa…un tipo de hombre hecho de prisa, montado
nada más que sobre unas pobres abstracciones.”
También interviene las Policías y los Ejércitos y, si al principio no
puede sustituirles, crea cuerpos semejantes propios y al servicio de sus
finalidades. Además, los regímenes totalitarios tratan siempre de sustituir las
organizaciones y partidos políticos por un partido único sometido a sus planes
y designios.
Por
otra parte, la política exterior de un régimen totalitario se encamina,
necesariamente, por la aspiración de generar un gran conflicto internacional,
al mismo tiempo que crea alianzas con tendencias de gobiernos extranjeros que,
de una manera o de otra, compartan esas aspiraciones en el contexto global del
Hemisferio. En el caso del actual gobierno que ejerce las prácticas
totalitarias en Venezuela, esa realidad es evidente, no solamente en el ámbito
latinoamericano en el que ha construido relaciones “amistosas” con tendencias
de signos parecidos a los suyos, sino que se ha abierto al Mundo, estableciendo
relaciones solidarias con regímenes de cercanas semejanzas al aquí establecido.
Es
evidente que el líder del proceso totalitario venezolano, Hugo Chávez, captó
rápidamente la amistad y el apoyo del régimen totalitario que sojuzga a Cuba
desde 1959, especialmente a la persona de Fidel Castro. Hasta que Chávez asumió
el poder en Venezuela, en febrero de 1999, el de Cuba era el único país del
Continente sometido a un régimen totalitario, el cual alcanzaba ya una muy
larga dominación sobre el pueblo de la Isla. Para Castro, esa visita de Chávez
significó una gran adquisición política, pues luego de la caída de la Unión
Soviética, del Muro de Berlín, y la liberación de todos los países sometidos al
gobierno de Moscú, el Jefe del gobierno cubano se encontraba aislado del Mundo.
Inmediatamente, Castro indicó a Chávez las ventajas que ambos adquirirían de
llegar el venezolano al poder, como ocurrió. Por eso Chávez lograba entablar relaciones amistosas
con las tiranías semejantes del Mundo. De allí que el venezolano visitara y
entablara amistad personal con personajes como Hussein, Geddafi y varios otros.
La idea de Castro era volver a lo que pretendía con el llamado proyecto de “La
Media Luna”, para el cual envió a Bolivia al Ché Guevara, quien fue muerto en
ese país, sobre lo cual han circulado interpretaciones diversas.
En
la mente de Fidel Castro continuaba revoloteando la idea que tenía a raíz del
fracaso norteamericano en la guerra de Viet-Nam. La aspiración de Castro cuando
envió a Guevara a Bolivia era, precisamente, la de hacer de Latinoamérica un
bloque para oponerlo al “imperio” norteamericano. Apoyado en el Foro de Sao
Paolo, creado en 1990 en Brasil y formado por las izquierdas marxistas
latinoamericanas y otros grupos políticos más moderados, más la posibilidad de
obtener el apoyo de la Venezuela petrolera, abría de nuevos puertas a las
posibilidades de su plan. En el fondo, el plan iba mucho más lejos; era la
acariciada idea de generar un conflicto mundial bi-hemisférico, entre un Sur
del mundo pobre y un Norte muy rico, y entre el Oriente, que se sentía
maltratado y no reconocido por Occidente, contra éste orgulloso y poderoso.
Hasta
hace relativamente poco, el maquiavélico “proyecto” podía ponerse en práctica,
pero ello se derrumbó a raíz de la muerte del Presidente venezolano. Hoy en
día, la grave crisis económica, social y política que padece Venezuela toda,
cuyas raíces están en el plan inicial de Fidel Castro, Raúl Castro, hombre más
práctico que su hermano Fidel, está tratando de abrir puertas al mal llamado
“imperio” Norteamericano, para que, de manera gradual en el tiempo, se levante
la tiranía totalitaria que reina en Cuba y se abran salidas “honrosas” para
quienes han gobernado a su antojo y conveniencias a la Patria de Martí.
Como
colofón de este escrito, me permito citar la parte final de la referida obra de
Hahhah Arendt:
Es
en la línea de tales reflexiones donde
cabe suscitar la cuestión de si el Gobierno totalitario, nacido de esta crisis
y al mismo tiempo más claro y único síntoma inequívoco, es simplemente un
arreglo temporal que toma sus métodos de intimidación, sus medios de
organización y sus instrumentos de violencia del bien conocido arsenal político
de la tiranía, el despotismo y las dictaduras, y debe su existencia sólo al
fallo deplorable, pero quizás accidental, de las fuerzas políticas
tradicionales —liberal o conservadora, nacional o socialista, republicana o
monárquica, autoritaria o democrática. O si, por el contrario, existe algo tal
como la naturaleza del Gobierno totalitario, si posee su propia esencia y puede
ser comparado con otras formas de Gobierno y definido como ellas, que el
pensamiento occidental ha conocido y reconocido desde los tiempos de la
filosofía antigua. Si esto es cierto, entonces las formas enteramente nuevas y
sin precedentes de la organización totalitaria y su curso de acción deben
descansar en una de las pocas experiencias básicas que los hombres pueden tener
allí donde viven juntos y se hallan ocupados por los asuntos públicos.
Si existe una experiencia básica que halla su expresión política en la dominación totalitaria, entonces, a la vista de la novedad de la forma totalitaria de Gobierno, debe ser ésta una experiencia que, por la razón que fuere, nunca ha servido anteriormente para la fundación de un cuerpo político y cuyo talante general —aunque pueda resultar familiar en cualquier otro aspecto— nunca ha penetrado y dirigido el tratamiento de los asuntos públicos.
Pedro
Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello
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