Son
remotos y sutiles los disensos porque los que, Antonio Ledezma, Leopoldo López
y María Corina Machado, llegarían un día a discrepar de las políticas oficiales
de la MUD y encabezar, de conjunto, un movimiento que, si todavía, no es la
oposición, llegará más temprano que tarde a representarla y personalizarla.
Yo
diría que fue siempre su incomodidad -si no rebeldía- ante las “líneas” de las
maquinarias que, a efectos de la estrategia unitaria que se cinceló a partir
del 2006, llegó a tener solo tres nombres: “Primero Justicia”, “Un Nuevo
Tiempo” y “Acción Democrática”.
Contaban
con el 40 por ciento de los votos opositores, y al no tener el “Trío”
Ledezma-Leopoldo-María Corina partidos que los acercaran con volúmenes de no
menos de 500 mil votos, no eran “líderes” a tomar, seriamente, en cuenta.
Sin
embargo, si se hubiera analizado “objetivamente” la trayectoria de Ledezma se
habría percibido que, si bien no se consideraba “adeco” después de la
catástrofe electoral del partido en diciembre del 98, -cuando el engendro de la
candidatura de Alfaro Ucero-, y su intento de fundar un partido ledezmista no
resultó precisamente exitoso, su capital político en el “Área Metropolitana” se
mantenía intacto y era evidente que lo haría valer en cuanto hiciera falta.
En
cuanto a Leopoldo López, también fue distanciándose de “Primero Justicia” a
raíz de su primer ejercicio como Alcalde en el municipio Chacao (2000-2004), a
sentir que le podían crecer alas propias cuando repitió para el siguiente
período (2004-2008) con el 79,3 de los votos, y que ni la tutoría de Julio
Borges, Rosales o Capriles eran recetas que podrían contribuir a su
crecimiento.
Da
un paso en falso en el 2006 cuando deja las filas de la organización amarilla y
se inscribe en “Un Nuevo Tiempo”, y otro cuando sale de la derrota en las
primarias del 2012 para apoyar “incondicionalmente” la candidatura de Henrique
Capriles, pero en las dos oportunidades recobra rápidamente la independencia
para continuar en su empeño de ser un líder con destino propio.
Reforzó
esa intuición cuando en las elecciones para Alcaldes del 8 de diciembre pasado
convierte a “Voluntad Popular” en la cuarta fuerza política nacional al alzarse
con 400.000, gana 15 Alcaldías y lo demás es historia muy reciente para ser
contada.
Sobre
María Corina Machado lo más pertinente que se puede decir para perfilarla es
que, “como dirigente”, se encontró en “SUMATE”, una ONG que fue decisiva entre
el 2004 y el 2008 para leer las entrañas totalitarias del chavismo y que le
permitió conocer la política y a Venezuela, dos pasiones que la van embalando
como una de las venezolanas más fascinantes de las últimas décadas.
Su
problema es que, como Antonio y Leopoldo, no tiene maquinaria, partido, no
cuenta con cientos de miles de votos que respalden en las urnas sus
pretensiones para ser algo más que una ejecutiva útil, utilísima, como
directora de una ONG.
Con
relación a ella, hay otro detalle que la “maquinariocracia” atrincherada en la
MUD deja pasar por alto: en las elecciones parlamentarias de septiembre del
2010 sale electa con el mayor número de votos logrado por cualquier candidato
de la oposición (235.259) y sin el apoyo de partido, ni alianzas de partidos.
En
otras palabras: que la fórmula (explosiva a futuro) de Ledezma-López-Machado no
se hacía sentir por lo orgánico, estructural y descifrable, pero en cuanto a su
ebullición como amenaza para quienes se le atravesaran, ignorarla era exponerse
al “autosuicidio”
Sucedía
con el “Trío” algo que en política es complejísimo captar y deletrear por la
estadigrafía: no son los líderes que consigan soldados para sus ejércitos, pero
(electoralmente) pueden ganar batallas.
La
paradoja quedó más que instalada en las elecciones primarias de febrero para
elegir al candidato opositor en las presidenciales del 7 de octubre 2012, donde
el candidato de “Primero Justicia”, Henrique Capriles Radonski, se alzó con 3
millones de votos, y mientras Ledezma y Leopoldo se retiran por no exponerse a
un mal paso, Machado lo hace y reúne, apenas, 103,000 votos.
Acontecimiento
que también ahonda la distancia entre el “Trío” y el status quo opositor, pues
la MUD, y en particular, “Primero Justicia” y Capriles, hacen valer muy poco
los acuerdos unitarios para la campaña, y “los sin votos”, no son un invitado
de segunda: son de tercera.
Otra
sorpresa viene por el lado de que Capriles, no es solo el ganador de las
primarias, sino “un huracán político” que logra convertirse en el primer líder
de masas en los ya 14 años de “dictadura electoral” chavista.
Tormenta
que se aplaca cuando Capriles es derrotado por Chávez el 7 de octubre por un
millón y medio de votos (Tibisay Lucena dixit) y parece que se disuelve cuando
en las elecciones para gobernadores del 15 de diciembre, la oposición es
rematada y pierde 5 de las 8 gobernaciones que tenía.
Pero
los terremotos y tsunamis políticos parece que están a la orden del día y el 5
de marzo del 2013 muere Chávez, se convocan unas elecciones presidenciales para
el 14 de abril, y ante el estupor de Venezuela y el mundo, Capriles, que es de
nuevo candidato, derrota al sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, por al menos con
500.000 votos.
No
es lo que dice, ni podía decir, el CNE chavista, quien pone a Maduro a ganar
con 200.000 votos, Capriles denuncia un fraude y llama al país y a la comunidad
internacional a defender su victoria.
Digamos
que es la primera vez que el “Trío” coincide plenamente con una política de
Capriles y, por supuesto, que se ofrece a respaldarlo en toda la extensión de
su reclamo.
Pero
es también la primera vez que la MUD discrepa (sin manifestarlo) de Capriles,
pues Borges, Ramos y Barboza piensan que perder con “200 mil votos” ya es un
éxito y lo que queda es continuar esperando el desgaste de Maduro, su gobierno
y el modelo para reducirlo elección tras elección.
Del
14-A surge, entonces, una nueva correlación opositora con Capriles, Ledezma,
López y Machado tratando de derrotar a Maduro en la calle, y la MUD tratando de
regularizar la política y dirigir sus huestes a las parlamentarias del 2015.
En
la ruta, Capriles, retira la lucha de la calle “por un reconteo de los votos”
para llevarla a las instancias internacionales donde es bypaseado, y, sobre
todo, se encuentra con la sorpresa de que, el argumento que necesitaba para
revalidar su mayoría, se le viene al piso, cuando el CNE de Tibisay Lucena,
decide que la oposición había perdido las elecciones para Alcaldes del 8 de
diciembre con el 70 por ciento de los votos.
Fin
de año y fin de mundo y la lección resulta clara para la MUD: Capriles había
perdido las presidenciales del 14-A, y la oposición las elecciones para
alcaldes del 8-D y lo que queda es legitimar a Maduro, admitir una suerte de
status quo con el oficialismo, y seguir los consejos de Borges y Ramos de
dedicarse a ganarse a las masas, que siguen siendo “chavistas”.
Se
rompe, entonces, la nueva correlación, el “Trío” empieza a discrepar de la MUD
y Capriles, y contrario a la espera por unas nuevas elecciones, lo que plantea
es ponerse a la cabeza de un movimiento de masas opositor, de calle y
desafiante, que siente llegar por todos los lados.
No
lo hace sino después que el movimiento estudiantil universitario en San
Cristóbal, Estado Táchira, irrumpe con una protesta que rápidamente se extiende
por todo el país, hace estremecer al chavismomadurismo hasta sus cimientos y,
sobre todo, proclama al mundo, con la mayor eficacia, que en Venezuela impera
un reino del terror totalitario y castrista, donde ha desaparecido cualquier
vestigio de estado de derecho y enfrentarlo no descarta ninguno tipo lucha.
Una
explosión, un terremoto, un tsunami que encuentran a la MUD y a Capriles
descolocados, aturdidos y desconcertados y ante un dilema inescapable: o
admiten los nuevos liderazgos, el turbión de la presión de la calle, la
advertencia de que no hay uno sino disímiles caminos, u objetivamente se
pliegan al status quo madurista y ya eso es la inmolación.
Lo definitivo, en consecuencia, es que hay una nueva realidad y una nueva correlación política, que, sin más dilaciones, impone: o la emergencia de dos oposiciones, o la refundición de las que existen en una, pero multiplicando sus liderazgos, sus opciones, y estableciendo que la calle tiene una voz y una acción que, “por ahora” se llaman: “Ledezma, Leopoldo y María Corina”.
Manuel
Malaver
manumalm912@cantv.net
@MMalaverM
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