Lo que estamos viviendo en el país es
dramático. Lo peor, sin duda, es la falta de gobierno. No es que no exista
gente en él por el contrario abundan y están en demasía sino que los
enchufados se dedican a cualquier cosa menos gobernar. Diosdado, por ejemplo es
comisario, chofer, abogado litigante o simple verdugo. De Jaua no sé ni que
hace aunque sí lo que deja de hacer; como canciller o Lord Protector de Miranda
es un cero a la izquierda. Cilia no es la Presidenta de la Fundación del Niño o
nada de lo que suelen hacer las primeras damas; ella solo pone a los suyos
donde `haiga’.
Este estado de cosas es una herencia de
Chávez a quien el revocatorio le trastocó tanto sus planes que pasó a dejar a
Venezuela de lado para asumir el rol de líder planetario. A partir de su
segunda presidencia, el bienestar del país no fue de la absoluta atención de su
gobierno. Se desmanteló la institucionalidad, se entregó la administración de
los asuntos más sensitivos del Estado a los cubiches y se redujo la actividad
económica nacional a una mínima expresión. Así se gestó la crisis actual que se
labra ahora mediante unas pifias que sólo pueden profundizar el barranco por
donde vamos.
El
descontento activo de los estudiantes y de buena parte de la oposición pasa
por sentir que no existe un gobierno que haga lo que se debe hacer. Esta
insatisfacción cunde también entre el resto de los opositores junto a quienes
no están en mucha sintonía con el régimen. Ellos no la hacen ostensible por no
compartir los métodos empleados por quienes activamente adversan a Maduro. La
inflación y su peso determinante sobre el alto costo de la vida, la
inseguridad, las violaciones de los derechos humanos, la escasez de alimentos y
bienes junto a la ausencia de buenas fuentes de trabajo, son los otros temas
que, tornados en estructurales por su eternidad, hacen que casi dos tercios de
los venezolanos sienten hoy en día que la situación está de terror, llevando al
gobierno a niveles de desaprobación que auguran un conflicto de dimensión alarmante.
Los colegas investigadores del país llevan a cuesta todas y cada uno de esas vicisitudes. Empero, su vida es un poco peor que la del resto de nuestros profesionales por dos razones adicionales: sin divisas no se pueden adquirir los consumibles, equipos necesarios, realizar viajes de estudio o recibir la información técnica actualizada para llevar a cabo los proyectos de investigación. Lamentablemente, los insumos para hacer ciencia todos ellos provienen del exterior, deben ser adquiridos en sitios muy especializados y de contado; el volumen de esas ventas es tan pequeño que no se justifica crédito.
Para
colmo de males, los laboratorios principalmente localizados en las
universidades están derruidos, periclitados y bajo ataque continuo por parte
del gobierno. Cizalla financiera y desatención de los burócratas que impiden
cualquier acción en favor de esas instituciones como sería mejoras en sus
instalaciones y apoyo a los servicios que prestan. Por este rosario de males
nuestros laboratorios están parados. Allí ya no se hacen experimentos.
Jaime Requena
conciencia.talcual@gmail.com
@jaimerequena
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