Si el cronograma de trapacerías
judiciales del régimen se cumple, el día 30 de abril, quien fuera ministro de
Defensa y otros tres generales con mando durante los hechos de febrero del 89
deberían estar pasando por las horcas caudinas clavadas por unos jueces de los
que vociferan “¡Uh, ah!”. Hechos de los
cuales —si hubiese árbitros y fiscales de verdad en este caso— no puede
imputarse, y menos culpar, a los enjuiciados.
Primero, porque, si no hay autores materiales encausados, ¿cómo se va a
imputar a nadie autoría intelectual?
Segundo, porque el hecho de que
se esté en el tope de la cadena de mando no implica que esos oficiales
pudieran tener el control sobre el terreno de las operaciones de las unidades
desperdigadas por toda Caracas. La
doctrina militar propone: “planificación centralizada, ejecución descentralizada”. Entonces, si hubo desmanes a nivel de algunos
pelotones y compañías, quienes debieran responder de los delitos serían los
comandantes de esos niveles. Pero contra
ellos no se acciona —a pesar de saberse quiénes eran-—, porque hoy muchos de ellos
son grandes capitostes del régimen.
Tercero, porque los delitos que pudieron
haberse cometido ya están prescritos de acuerdo a las leyes vigentes en ese
momento. No importa cuánto se
enronquezca Luisa Ortega alegando: “¡Lesa humanidad!”. El Estatuto de Roma, la norma internacional
que crea ese tipo de crímenes, fue promulgado en 1998, casi diez años después
de los hechos; y la Constitución nuestra los menciona solo posteriormente —como
corresponde— en 1999.
El amañado juicio —más bien circo
romano, con leones come-cristianos y todo, para entretener a las masas
hambrientas— no ha de trastocar la realidad histórica. Hay que entenderlo como una emboscada más que
unos guerrilleros comunistas montan, igualito que en los sesenta, contra unos
soldados venezolanos. Y hasta con los
mismos actores. Solo que ahora los
irregulares se hacen pasar por demócratas, aunque siguen obedeciendo a pies
juntillas las órdenes que les mandan desde Cuba. Y una diferencia más: los guerrilleros de
otrora ya no comen sardinas en el monte, sino caviar y salmón en Miraflores…
Reitero hoy algo que ya dije en febrero pasado: “Conozco y soy amigo de los generales a los que se les abre un juicio —Ítalo Alliegro, León Orsoni, Maya Cardona y Fuentes Serra—; me consta que son personas ilustradas, pundonorosas, de un alto nivel moral, que tienen muy claro el concepto de lo que es debido y a quienes, si estuviéramos en un Estado de Derecho, no se les pudiera imputar por delitos cometidos por otros, que estaban a kilómetros de ellos y que no actuaban bajo sus órdenes directas”. De ser así, con más razón habría que abrírselo a la actual MinPoPoDef y demás altos mandos por la matazón de gente que ha ocurrido, a manos de subalternos suyos durante las protestas actuales. Es por aquello de que “lo que es bueno para la pava…”
No sería ni malo abrirles, además,
otro juicio —este, militar— por la bastardización de los símbolos
institucionales. Sin mirar para los
lados, y sin consultar con los que saben, de repente, modificaron el escudo del
MinPoPoDef. Ahora, en vez de los cuatro
cuarteles —cada uno con alegorías a las cuatro fuerzas armadas constitucionales— nos encontramos con uno de
cinco, para acuñar a los trancazos a la inconstitucional milicia. Ya, por eso solo —por ser inconstitucional—no
debería aparecer. Pero es que tampoco
está bajo el control de la almiranta (y digo bien: fue mujer de un
almirante). A la fulana milicia —como
fue diseñada como una guardia de corps y una chambita para sus copartidarios—,
el difunto muerto que falleció la asignó a la presidencia, no a la Fuerza
Armada. ¿Entonces, qué hace ahí en el
escudo?
Ñapa matabúrrica
Tengo una duda: o Arcadio Delgado y
sus secuaces en la Sala Constitucional desconocen que no se requiere —en parte
alguna del globo— una autorización oficial para hacer uso de un derecho, por
aquello de qui iure suo utitur, nemini iniuriam facit, o su sectarismo se
encaballa sobre lo que saben de derecho y los hace redactar bodrios como el más
reciente.
De lo que sí estoy seguro es
que no es mucho el dominio del idioma que tienen. En el potingue que cometieron, emplearon
varios términos indebidamente; empezando por “detentar” —que es, según el
mataburros: “ejercer ilegítimamente algún poder o cargo”— y que emplean dos
veces: cuando afirman que las policías municipales “detentan una competencia” y
cuando definen a “la manifestación (…) como uno de los derechos (…) que
detentan los ciudadanos”.
Luego dicen que esa sala es “el máximo intérprete (…)
para proferir (…) interpretaciones” sobre los principios constitucionales.
¡Por
Dios, proferir se refiere solo asuntos verbales! Y las interpretaciones que hace ese combo son
entregadas por escrito. Y, por último,
afirma que el accionante, asistido por Escarrá, “el malo” —no porque haya
habido uno bueno, sino porque el otro, el muerto, era “el peor”—, “ostenta como Alcalde del Municipio
Guacara”. Lo cual es cierto —me consta—,
pero en muy feo que en un documento oficial se afirme que ese señor “hace gala
de lucimiento y boato”. Sobre todo
porque el tipo se las echa de revolucionario…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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