Despuntó el nuevo día con un viento que
desnuda el azul de la mañana y la vida
se despierta extasiada en sus colores. En este mes de mayo, los árboles viven
un apasionado idilio de ocres y rojos y los campos amamantan sus verdes
incipientes, mientras, el aire se llena
con los latidos del valle y las cumbres se insinúan con trazos desusados.
Hoy en esta aldea celebramos el Día de la
Madre «Ella es el único rito que no cambia con las distintas religiones; la
única Embajadora de la Suprema Abnegación; la imagen y forma unigénita de
santidad; y desde el Paraíso hasta hoy, a través de la sangre y de las ruinas,
el único surco que no ha dejado de dar flores».
Hoy en esta aldea la celebración dedicada a
la madre, se ve enlutada por un vuelo de
nostalgia que ensombrece la tibieza del cielo y un torrente de lágrimas inunda
sin remedio su mirada.
Hoy en esta aldea la celebración dedicada a
la madre, obliga a deshojar la armonía del arcoiris y un montón de nubes taparán el horizonte
impidiéndole que siga atrapando niebla entre los dedos y frenando su invisible
ascenso por escalas de silencio hasta las más altas horas del mediodía; porque hoy en esta aldea, las madres recuerdan su día
con el alma fracturada.
Ayer sus hijos salieron a conservar las raíces del pasado, a ratificar su compromiso con el presente y a diseñar su utopía hacia el futuro. La muchachada partió por calles y veredas en millonarias marchas cargadas de alegría y de paz para evitar que la patria se difuminara y se perdiera. El ritual de la despedida del hijo y de la madre incluía la bendición, el beso y la promesa: «O traigo la libertad o me voy con ella» y una nación casi adolescente resucitó millones de promesas
En esta cuaresma de la patria las madres
apenas tienen tiempo para acercarse al féretro a dar el último beso a los
frutos de sus vientres y «En este día, con Ellas y la Patria juntas de su mano
entre la mía, sin respuestas, sin preguntas, sin un odio todavía».
Hoy para las madres venezolanas será un día
de claros y sombras para sus ojos; una lucha desigual en sus retinas que buscan
captar luceros y sólo encuentran nubarrones.
Los minutos son ahora una sucesión de
relámpagos y tempestades porque las madres sienten que se les va el sol, se les
va el sol entre las manos.
¡Cuánto duele la soledad de las madres de mi
patria en la fecha que recuerda su día pero que apenas es una noche sin luna
que les alumbre y sin estrellas que les acompañen!.
Buena esta hora para volver la mirada a María, la humilde mujer de Nazareth a quien le asesinaron su hijo porque los poderosos prefirieron absolver y liberar al criminal Barrabás para condenar a quien no tenía ningún delito. Que la María madre del inocente acompañe a todas las madres venezolanas que viven estas horas en medio del sufrimiento y la desazón.
Buena esta hora para pedirle a María que nos
regale parte de su fortaleza para que no nos acostumbremos a ver como algo
habitual tantas desgracias, que nunca perdamos la sensibilidad cristiana y que
estemos prestos a ser prójimos de nuestros próximos.
Que este día antes que para festejar, sirva
para acompañar a tantas madres que se encuentran solas, a tantas madres que han
perdido sus hijos, a tantas madres que están sin trabajo, a tantas madres que
no tienen como alimentar a sus hijos, a tantas madres que viven con vergüenza
su existencia, a tantas madres que sufren millones de desprecios.
Con Andrés Eloy, cantamos a la mujer:
«Madre,
como la tierra, generosa y eterna, guarda tu vientre vivas sementeras; arrecien
los dolores en cada nuevo invierno...Tú los devolverás en primaveras.
Madre, en este coloquio feliz, de mi regreso
dos cielos bendigamos: la patria, donde nuestro corazón está preso; la madre,
que es la patria que primero habitamos».
Madre de Venezuela: ¡Bendito es el fruto de
tu vientre!.
Felipe
Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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