La
gente tiene miedo de salir a la calle. Nuestro país es un sitio inseguro. Te
pueden matar en cualquier esquina, como asesinaron a algún familiar o conocido.
O pueden secuestrarte. Aunque seas un limpio corres el riesgo de que te lleven
bajo amenaza y luego pidan dinero a alguien a cambio de tu libertad. Lo
anterior no es cuento ni exageración. Es el día a día en Venezuela.
El
ingreso que tienes alcanza para muy poco. Si estás desempleado es peor,
dependes de la familia, de los amigos por algún tiempo. Tu dependencia amarga,
avergüenza. El futuro se ve oscuro porque el gobierno cree que resuelve
aumentando salarios mínimos, como para que los que están más abajo no chillen.
Queremos
vivir en un país donde abunden las fábricas y el comercio sea floreciente. Un
país en el que la gente pueda producir e intercambiar los bienes libremente.
Donde se aproveche la riqueza de los suelos, los miles de kilómetros de costa,
los doce meses al año de clima benigno. Un país en el que las familias sean
prósperas y no sometidas a gobiernos que nos digan en cual taquilla retirar una
dádiva.
El
país está hoy estancado y es inseguro. La vida es incierta. Miles salen a las
calles a protestar porque se sienten engañados por quienes manejando un
presupuesto público milmillonario, producto de la jugosa venta de petróleo, no
saben cómo invertir ese dinero para crear riqueza y tranquilidad. En vez de
ofrecer soluciones cada día crean más problemas.
Por
eso la gente está en las calles. Contra ese estado de cosas los estudiantes han
dado la cara. Y el gobierno en vez de escuchar, en vez de comprender el estado
de ánimo de un pueblo abatido por la frustración, arremete contra él. Detiene a
inocentes. Los tortura. Se asocia con bandas criminales para reprimir.
Ahora
las perversas mentes que nos gobiernan pretenden que llevar comida a jóvenes
que acampan contra el deterioro económico y social es una conducta que debe
tipificarse como delito. A eso llaman financiar guarimbas. Llevar agua a los
estudiantes en Chacao, o a los jóvenes en Santa Fe es “articular una operación
de desestabilización del gobierno”.
Que
alguien mantenga en su computadora copia de correos enviados o recibidos de
Antonio Ledezma, Froilán Barrios, Iván Carratú, Juan Requesens y Gaby Arellano,
es prueba suficiente de estar vinculado a movimientos golpistas.
Si
no fuese por las graves consecuencias de esas acusaciones presentadas por el
ministro del Interior denunciando una insurrección y advirtiendo que esas gentes
de oposición van a pasar de esos planes golpistas (las protestas en las calles)
a acciones terroristas, la carcajada colectiva sería monumental. Pero no da
risa porque lo que la gente supone es que ese estrambótico anuncio oficial será
la excusa para el aumento de la represión, para seguir torciendo la justicia y
para imponer el terror.
Claudio
Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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