Salto
sensacional dio el uribista Oscar Iván
Zuluaga de Centro Democrático (29.3%), al pasar del pelotón meses atrás a
primero en esta vuelta, seguido por el Presidente Juan Manuel Santos (25.7%) en
un penoso segundo. Los runrunes políticos en los días anteriores decían que
Zuluaga volaba en los cuartos de final, pero había dudas de que pudiera llegar
de primero. Santos obtiene esta vez la mitad de los votos de hace cuatro
años. La segunda vuelta se jugará entre
estos dos ex ministros de Alvaro Uribe. Caso patético el derrumbe de Enrique
Peñalosa (8.3%) Las encuestas de abril lo colocaban en la pelea por el primer
lugar, pero la ilusión se desvaneció con las de mayo que daban la polarización
Santos-Zuluaga en ese orden.
Colombia
se pronunció sobre muchas cosas, pero en medio de todo está el tema que le
impuso la campaña: el destino de la Farc. La complicación de este asunto es
alta porque en general la opinión pública está acuciada por problemas
vivenciales, y la entrada estrepitosa de la paz en la agenda cotidiana es ni
más ni menos que una imposición política que se entromete en sus preocupaciones
reales, como la inseguridad y el desempleo. Esto pareció un error de estrategia
de Santos porque, dicho de otra manera, si no fuera por la crispación de la
campaña electoral a la enorme mayoría de los colombianos los tendrían muy sin
cuidado las conversaciones en la lejana Cuba.
Los
estudios han dicho que 35% de los colombianos piensa que hay que aplastarlas
militarmente, 30% que debe negociarse con ellas y otro 30 que deben
desmovilizarse. Más de 60% de los ciudadanos no las quieren como cuerpo
interlocutor. Santos escogió un complicado objetivo de doble filo. Encuestas
han indicado que la gente no quiere ver a los jefes guerrilleros en organismos
representativos, sino en la cárcel. Si tiene éxito en los diálogos de La
Habana, sería obviamente la incorporación de la guerrilla a la vida
institucional, pero eso no lo aprueba la abrumadora mayoría.
La
marca de Uribe
Hay
otro elemento extraño por primera vez en mucho tiempo en las campañas
electorales latinoamericanas. En la argentina de 2007 cuando eligieron a
Cristina, Néstor Kirchner tuvo cuidado en no dar la impresión de que era un
títere. Zuluaga en este caso, se presenta como
subordinado del ex Presidente Alvaro Uribe. Los colombianos parecía que
estaban eligiendo más bien un vicepresidente que un presidente. Uribe hizo todo
lo posible porque esto quedara muy claro, tal como lo en la campaña de Santos
hace cuatro años, por lo que se entiende la razón de la ruptura. Es muy difícil
que un Presidente de la República en ejercicio acepte estar subordinado a
alguien y sería más que lo entienda la ciudadanía. Eso hay que anotarlo como
posible fuente de problemas.
Uribe
es una de esas poderosas figuras que marcan su época y desde 2002 la política
colombiana se divide entre uribistas y antiuribistas, como ocurrió con Luís
Carlos Galán, que influyó en su país hasta bastante tiempo después de muerto.
Estas elecciones representan una nueva mutación del sistema político, que lo
viene haciendo desde hace más de una década, en el que aparecen alternativas
que lucen gloriosas, históricas, y luego simplemente como los viejos generales,
no mueren sino que se desvanecen sustituidas por otras. Los teóricos de los
sistemas de partidos, entre ellos Giovanni Sartori, La Palombara, Lazarsfeld y
Blondel, entre otros, advierten contra problemas de gobernabilidad cuando los
sistemas políticos están muy fragmentados y en mutación permanente.
Las
mujeres deciden
En
el caso colombiano hay que añadir que la antipolítica se ha presentado detrás
de diferentes versiones y ciertas expresiones caudillistas. El partido de la U se llama así por Uribe,
aunque invocaba la U de unidad -hoy quedó en manos de Santos- y Antanas Mockus
creó un aquelarre excentrico, la Alianza Verde, que no soportó los
temperamentos de estrellas de Hollywood de sus líderes. Esta fragmentación no
ha concretado la propensión a la inestabilidad y para trazar objetivos
nacionales. La variabilidad política no afecta la economía y el país sigue su
marcha hacia el progreso y el desarrollo. Un partido histórico, el Conservador
que gobernó cincuenta años consecutivos (1880-1930) y luego dieciséis el
período del Frente Nacional (1958-1974) lucía exhausto.
Con
la candidatura de la exministra de Uribe, Martha Lucía Ramírez el Partido
Conservador parecía al borde de la extinción, pues se decía que ella ni
siquiera lograba asegurar los votos duros del partido y se le calculaba menos
del 10% en la primera vuelta. No ocurrió así sino que obtuvo un honorable
(15.5%) Igual el Polo Democrático, que obtuvo la segunda votación nacional más
alta con Carlos Gaviria en 2006, esperanza de la izquierda moderada, con la ex
alcaldesa de Bogotá Clara López parecía al borde del abismo, igual con menos de
10%. El resultado fue distinto y llegó al 15.2%. Ambas se colocan en posición
privilegiada para negociar con vista a la segunda vuelta el 15 de junio
Carlos
Raul Hernandez
carlosraulhernandez@gmail.com
@carlosraulher
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