En
este marco ocurre la historia como si no fuera la historia: como si fuera la
vida; la de cada cual, que comparte la desesperada búsqueda en los mercados con
las cervecitas y amigos el sábado por la tarde. Por eso todo parece tan
contradictorio, tan falto de sentido, cuando el sentido es precisamente su
locura.
LA
MUERTE DE UNA REVOLUCIÓN
Venezuela
ve morir lo que fue un sueño para muchos. No lo hace en paz confortado por los
sacramentos sino por fermentación y pudrición. Las explosiones de las estrellas
se ven hermosas a millones de años luz, pero refieren quienes han estado cerca
cuando estallan que aquello es un completo desastre de polvo cósmico, sillas
volando, ángeles disueltos en plasma, diablos danzantes y unicornios sin luz.
Las revoluciones tienen buen lejos cuando se prometen y comienzan, pero
convertidas en pasado apestan como batracios destripados.
El
experimento que inauguró Chávez falleció junto con él. Tal vez no el mismo día;
hasta es posible que un poco antes, pero como revolución sucumbió hace mucho
tiempo, cuando gateaba. El nuevo Reich rojo de los Mil Años desapareció de la
imaginación, de las esperanzas y los futuros posibles de sus seguidores. No hay
un chavista hoy que más allá de querer conservar un cargo –si lo tiene- y
alguna influencia –si la posee-, acaricie utopías. Le echan la culpa a Maduro
por no ser como Chávez, aunque en realidad Maduro es la postrera obra de
Chávez.
También
en los opositores hay desconcierto. Las certezas y esperanzas que ofrecían las
campañas electorales, con sus candidatos, sus tiempos, sus dirigentes, de
acuerdo al esquema de algo que remedaba una democracia –sin serlo- han
desaparecido. La crisis de la dirección opositora es un leve indicio de cómo
las certidumbres de toda la sociedad no sólo mueren en la acera de allá sino en
todos los frentes. Nadie hará que las inciertas elecciones de los próximos años
se constituyan en las convicciones de quienes han dejado de creer en lo que hoy
ven con sus ojos. Mañana ha dejado de existir.
En
este marco ocurre la historia como si no fuera la historia: como si fuera la
vida; la de cada cual, que comparte la desesperada búsqueda en los mercados con
las cervecitas y amigos el sábado por la tarde. Por eso todo parece tan
contradictorio, tan falto de sentido, cuando el sentido es precisamente su
locura.
ROBERTA
Y BALTASAR
En
esos enredos se encuentra el tema de las sanciones que el Estado norteamericano
cocina en contra de los funcionarios que han violado los derechos humanos en
Venezuela. Éste es uno de los episodios más reveladores del laberinto
venezolano.
Ningún
dirigente político ha solicitado al gobierno de EE.UU. que aplique sanciones al
país, por tanto, desmentir esto no agrega más que sospechas. Lo que los
demócratas venezolanos han exigido a todos los gobiernos democráticos del mundo
es que se sancione a los funcionarios gubernamentales autores materiales e
intelectuales de las gravísimas violaciones de los derechos humanos que han
ocurrido, especialmente en estos tres meses de represión inmisericorde.
Ahora,
cuando el Senado de EE.UU. se apresta a discutir y aprobar el asunto salen
voces despavoridas del gobierno y de la oposición a decir que nada de eso
conviene o está planteado. La cosa es simple: el doctor o el general, el
ministro o el comandante que han ordenado la represión y son responsables de la
muerte de estudiantes, deben ser sancionados no sólo por EE.UU. sino por la
comunidad democrática mundial; el que primero lo haga ese país no debería ser
motivo para hacerse los locos o para revestirse, por un rato, de un manto
antiimperialista al modo de Maduro. Así como Baltasar Garzón agarró a Pinochet
en Londres, así conviene a la democracia que ocurra con los responsables de
tantas muertes, persecuciones y torturas en Venezuela. Si lo hace Baltasar Garzón,
bien; si lo hace Roberta Jacobson, también.
LA
TORTA ECONÓMICA
Otro
de los ejemplos de la confusión es el desastre económico y las visiones que hay
en relación con las medidas del gobierno. Se sabe de sobra que el gobierno no
va a virar a pesar de que hay voces en su seno que saben que con esta
trayectoria no hay manera de enderezar la economía. Sin embargo, la economía
política de las fuerzas imperantes muestra que no hay posibilidad de innovación
para que la economía florezca.
Al
observar el panorama descrito hay empresarios cuya confianza está depositada en
que Rafael Ramírez logre pasar la venta de dólares de PDVSA al Sicad II para
obtener más bolívares y subsanar parcialmente el desastre al que el propio
Ramírez ha conducido a la empresa. Así habría más dólares para ofrecer. Visión
chiquita, básica, miope; como si el suministro político de dólares a las
empresas con cupos cicateros permitiera resolver el problema cambiario. O lo
otro: algunos expropiados empresarios del campo que reciben de nuevo sus
propiedades, pero “prestadas”, a cambio de su silencio, para ver si hacen algo
con ellas. O los incrementos de precios autorizados, sin mucha Gaceta de por
medio, para que la responsabilidad quede diluida entre burócratas y
comerciantes; aumentos de precios que no son más que victorias fugaces de unos
a costa de la miseria de los consumidores.
Ha
llegado el momento en que una parte sustancial del empresariado venezolano se
ha convertido en administrador precario de (sus) empresas que han pasado a ser
propiedad o posesión del régimen. Algunos lo hacen con cierta felicidad porque
peor es nada. No faltan los que también apuestan a la salida electoral de 2019
no porque crean en su factibilidad sino porque prefieren la “estabilidad” de
Maduro a la incertidumbre de su reemplazo, aunque sea constitucional. Tal como
Jimmy Carter.
LA
SALIDA
Un
episodio del enredo es la visión que un sector de la oposición tiene de La
Salida propuesta por Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma,
partidos y diputados de la Movida Parlamentaria. Cuando estallaron las
protestas apostaron a que su trágico saldo les fuera endosado a los promotores
de La Salida, obviando la circunstancia de que éstos habían propuesto discutir
en asambleas los mecanismos constitucionales para el reemplazo de Maduro, en el
acto en el cual también participó el dirigente estudiantil Juan Requesens;
nunca llamaron a la violencia. Una vez que la protesta cogió la calle y que el
país rodeó de simpatías a los jóvenes, entonces reconocieron –no quedaba más
remedio- la protesta de los estudiantes, pero diciendo que los de La Salida no
tenían nada que ver con esa protesta, por tanto no tenían mérito alguno. La
realidad es que La Salida, los estudiantes movilizados, las ansias de libertad
y bienestar del país y la represión, todo combinado, lo que hicieron fue
destapar un proceso del cual nadie es dueño, incubado por quince años en las
injusticias y miserias del régimen. Protestas que incluyen a militantes de los
partidos cuyos dirigentes se han opuesto a ellas. El no haber entendido lo que
se movía en las entrañas del país fue lo que no le permitió a ese grupo
opositor asumir la protesta ni entender que el amago de diálogo sólo fue
posible por ésta.
La
confusión, para bien y para mal, es el camino a través del cual se abren los
caminos. No hay otra opción.
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carlosblancog
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Sin desperdicio Carlos, como de costumbre !!
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