Apartados del contexto bajo el cual sucumben las realidades políticas, económicas y sociales, los agentes del populismo vociferan promesas huecas aprovechándose del empleo de términos políticos de forma grosera y además uivocada. Antonio José Monagas
PURO
CACAREO DE CORRIDO
Cuando
la incertidumbre arrecia, no debe haber cabida para la imprecisión. Menos en
política. Sobre todo, en situaciones en que la política pueda entenderse como
“el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las
circunstancias hacen posible” (Antonio Cánovas del Castillo). Sin embargo, los
politiqueros en las coyunturas que anteceden los dilemas como antesala de las
discrepancias, siguen confundiendo condiciones para la tregua con condiciones
para la perversión. Y es ahí, justamente, cuando sus peroratas discurren sin
advertir que la alternativa de cambio es inequívoca. Que lo único estable es el
cambio, razón por la cual queda poco o ningún espacio para la improvisación. Pero
nada de eso, es tomado en cuenta para insistir en mantener el aparato populista
y la organización populachera que dieron vida a las apetencias de poder
político.
En
el fragor de lo que tan patética realidad induce y anima, estos mismos
politiqueros siguen creyendo en premisas que, escasamente, sirvieron en tiempos
del oscurantismo para someter a incautos y atontados a la peor de las
represalias. Sólo, por el egoísmo en tanto que actitud capaz de disfrazar las
virtudes con el desenfreno que estos personajes viven por tomar del otro lo que
no tienen sin que importe la forma utilizada para proceder al arrebato. Es así
como estos funcionarios, enfrascados en proyectos personalistas, no se
interesan por el interés del prójimo por lo que sus actos y decisiones de
gobierno se ven regidas de acuerdo a su absoluta conveniencia.
Es
cuando éstos, embebidos en su propia trampa, olvidan lo que prometen cada vez
que se dirigen públicamente a través de los medios de comunicación. Así que
embelesados en sus egoístas pensamientos, hablan por hablar sin cuidar el
significado de las palabras emitidas lo cual arroja como consecuencia el hecho
no sólo de maltratar el lenguaje. Esto, como resultado del agobio y desfachatez
que caracteriza la demagogia que envuelve cada frase o concepto pronunciado.
Más aún, cuando no existen límites constitucionales que pongan término a las
sandeces que cualquier representante gubernamental se atreve a declarar en
nombre de una pretendida ideología planteada como parte de un forzado ordenamiento
jurídico-legal.
Apartados
del contexto bajo el cual sucumben las realidades políticas, económicas y
sociales, estos agentes del populismo vociferan promesas huecas aprovechándose
del empleo de términos políticos de forma grosera y además equivocada. Además
de vaciarlos de contenido, buscan con ellas manipular la opinión a favor de su
causa político-partidista. Pero esto sucede no sólo por la falta del
conocimiento real de sus significados. También, por el cinismo que identifica
su mezquino proceder en política. Al utilizar palabras como fascismo,
comunismo, dictadura, golpe de Estado, entre otras, pretenden revestir mentiras
que achacan al adversario con el retorcido propósito de acusarlos con la
alevosía propia de la peor calumnia. Así, estos populistas estructuran
discursos que no dicen nada pues conceptualmente carecen del sentido y de la
consistencia que merece el hecho de invocar fundamentos de las ciencias
políticas, económicas y sociales. Por consiguiente, todo cuanto puede
escucharse en la voz de estos acomodados gobierneros, suena a puro cacareo de
corrido.
VENTANA
DE PAPEL
DE
ODIOS Y RESENTIDOS
Preguntarse
la razón de la terrible situación que actualmente vive Venezuela, conduciría a
una única respuesta cuya argumentación pareciera estar justificada. Al menos, a
juicio de quienes han estudiado el caso que representa la patria de Bolívar
toda vez que se halla sumida en una crisis política de graves dimensiones. El
problema tiene relación con el estilo autoritario impulsado por el extinto
presidente Chávez quien supuestamente apeló a su acumulado resentimiento para
tergiversar la idiosincrasia de un pueblo que, antes de su mandato y a pesar de
los reveses políticos que el país pudo experimentar, nunca se vio confrontado
internamente como en realidad viene sucediendo luego de casi quince años de
este gobierno con ínfulas militaristas.
El
odio que Chávez arrastró desde la infancia no sólo hizo mella en la sociedad
venezolana la cual se fragmentó arrastrando violencia y desmoralización. Sino
que también se potenció al convertirse ese odio en resentimiento que después se
hizo criterio de gobierno para así desmoronar la institucionalidad que habría
marcado el sistema político democrático. Gregorio Marañón, analista político,
ante esto explica que “al triunfar, el resentido, lejos de curar empeora porque
el triunfo es para él como una consagración solemne de que estaba justificado
su resentimiento. Y esta justificación, aumenta la vieja acritud. Esta es otra
de las razones de la violencia vengativa de los resentidos cuando alcanzan el
poder. Llegado al poder, el resentido es capaz de todo”.
Esta
consideración, hace ver hacia dónde puede llevar un resentido cualquier proceso
político-social. Particularmente, cuando el odio se utiliza para sustentar las
decisiones que se toman desde el poder en perjuicio de la población. Aunque en
beneficio del objetivo de asirse obstinadamente al poder. No hay duda de que
quien odia, siempre busca infringirle el mayor daño a quien tenga por delante.
Pero cuando el odio se hace colectivo, casi siempre azuzado desde el poder
totalitario, como de alguna manera y con tristeza ha venido ocurriendo en
Venezuela, puede alcanzar inmensos y trágicos efectos de prolongada
convalecencia.
Sin
embargo, este mal tampoco es irremediable. Sólo el tiempo sabrá enmendar sus
secuelas y la condición de confraternización del venezolano contribuirá a
evitar que se intensifique más de lo posible. No obstante, mientras tanto, debe
saberse que el país vive en medio de odios y resentidos.
¿EDUCACIÓN
REVOLUCIONARIA?
Las
realidades educacionales, no admiten interpretaciones de segunda mano. Los
signos de agotamiento que están viéndose en el modelo educativo pretendido por
la revolución bolivariana, llegaron al paroxismo en el marco de sus
posibilidades y necesidades para adecuarse a las exigencias del desarrollo
científico, tecnológico, humanístico y artístico que dicta el entorno. La
educación venezolana entró en un medio de tanta turbulencia, que sus efectos
han comenzado a demostrar el grado de equivocación con el cual se determinaron
los criterios para impulsarla. La impotencia que ha evidenciado la puesta en
marcha de un modelo educativo, contaminado por el alcance de un socialismo
cubanizado, ha llevado a enrarecer más aún el ambiente social y cultural a
partir del cual deberían depararse objetivos de crecimiento y de progreso que
comprometen el futuro nacional.
Sin
embargo, todo se ha dado a la inversa. Particularmente, al verse la incapacidad
del gobernante para validar a la educación como la fuente desde la cual se
construye conciencia de ciudadanía. Es decir, individuos con sentido de lo que son,
pueden y deben ser. Lejos de establecerse una educación según los principios de
excelencia académica y de inclusión social, el modelo vigente ha retrocedido “a
paso de vencedor” al lograr una educación de avezada inferioridad y de una
cruenta facultad excluyente.
Los
indicadores de UNESCO dan cuenta de lo desfasada de la educación venezolana
toda vez que los presuntos resultados a los cuales tanto alarde hizo el
régimen, no convencieron. Ahora, el actual ministro de Educación ha planteado
lo más absurdo que pueda ocurrírsele a alguien medianamente conocedor del tema
educacional. Se ha empeñado en imponer criterios dirigidos a acentuar la
pobreza del venezolano para evitar que éste advierta el despeñadero por el cual
intenta enrumbarse al país para así mantenerlo sometido a los desafueros de tan
torcida revolución.
La
idea de mantener pobre a alguien para que no se convierta en escuálido, tal
como lo expresara este funcionario, revela el nivel de atraso hacia el cual
apuntan las respectivas decisiones gubernamentales. O sea, la manera como debe
concebirse al país en el marco del socialismo. O acaso es así como debe
entenderse la ¿educación revolucionaria?
“El lenguaje de la política además de necesitar de la moderación propia de un orador competente y honorable, también requiere de términos sencillos que, sin sacrificar sus contenidos, posean la fuerza moral y ética para concienciar actitudes de soberanía y de pueblo digno” AJMonagas
Antonio
José Monagas
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