Transcurren los días, la represión aumenta y
se perfeccionan y profundizan los métodos para ejercerla, aumentan las víctimas
fatales, los lesionados, los torturados, los detenidos, impunemente los grupos
armados e irregulares auspiciados, protegidos y financiados por el gobierno
incrementan la virulencia de los ataques a las personas, a la propiedad privada
y a las pertenencias ajenas y; a pesar de ello, la fuerza de la protesta crece, persevera, se mantiene, se
reinventa y se extiende paulatinamente a diversas ciudades y sectores sociales.
Es una suerte de loca espiral en donde se confrontan la violencia oficial y la
resistencia heroica, una y otra vez, sin que la balanza de resultados de la
pugna favorezca claramente a ninguna de las partes involucradas.
El gobierno irresponsablemente asume el rol
de feroz contendiente, en lugar de abrir, mediante acciones políticas
contundentes y veraces, los caminos para el entendimiento; los cierra a través
de un discurso altanero y desconsiderado en el cuál campean perversas órdenes
de incremento de la represión, llamados
a las hordas que controla a la confrontación abierta, mentiras, amenazas,
descalificaciones y violaciones flagrantes al orden constitucional del país. A
casi dos meses de diarios enfrentamientos con una parte importante de la
población, el régimen no ha cedido un ápice a las justas demandas de la
disidencia, condiciones mínimas éstas, que facilitarían la posibilidad de
mantener conversaciones sobre la forma de abordar conjuntamente las soluciones
a la terrible situación que vive el país en todos los órdenes.
No es posible despegar un proceso de
desarrollo sustentable cuando las cicatrices de la contienda no han sido
sanadas. Después de una fase de horror y abusos de los derechos humanos como la
que estamos viviendo y para la que no se vislumbra su tiempo de terminación,
nuestra sociedad requiere la reconstitución de su tejido social asegurando la
convivencia mediante procesos de entendimiento sostenibles en el largo plazo.
Pero ese camino está repleto de escollos.
Promover un diálogo supone: la edificación
institucional de la democracia y el estado de derecho; contar con instituciones políticas y
judiciales respetadas y creíbles para la administración y solución de
conflictos por vías no violentas; llegar a un consenso sobre lo que no es
aceptable promover y los medios que resulta inaceptable emplear para proteger
intereses por legítimos que sean. Todo eso supone la aplicación de un enfoque
multilateral del ejercicio de la justicia en los procesos de cambio.
Vivimos una nueva era, pero, el régimen
continúa anclado en viejas doctrinas que
le impiden ver como es la realidad. La
revolución que necesitamos es la de
nuestro pensamiento. Sólo una transición hacia un nuevo paradigma de desarrollo
democrático, capaz de administrar y resolver sus conflictos de manera
institucional y no violenta, podrá dar respuesta a los anhelos de la sociedad
venezolana.
Pedro
Luis Echeverria
pedroluis.echeverria33@gmail.com
@PLEcheverria
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