Toda negociación comporta un diálogo, pero el mero diálogo no comporta una negociación. No es una simple interpretación semántica. Si bien es cierto que la negociación se establece a través del diálogo con la confrontación directa entre las partes enfrentadas para llegar al acuerdo deseado. El diálogo a su vez es el intercambio de ideas en forma civilizada donde las partes expresan sus concepciones para el conocimiento mutuo y este simple intercambio de concepciones podría quedar allí.
La
Asamblea Nacional es el escenario idóneo para establecer un diálogo
multipartidista donde se exponen las posiciones contradictorias. También es el
marco propicio para negociar, en el sentido prístino del concepto, y hacer
viables las diversas opciones, tanto para el manejo de solución de algún
problema político puntual, como para la estructuración de una ley, cumpliendo
el rango constitucional de legislar.
En
ocasiones la capacidad de la Asamblea Nacional para solventar los problemas
políticos se ve rebasada por los acontecimientos y se hace necesario
instrumentar otro mecanismo para solucionar las discrepancias planteadas. Es el
caso actual de crisis nacional que tiene Venezuela.
El
pasado 11 de abril, se instaló una mesa de diálogo, revestida con carácter
de proceso de negociación política, con
facilitadores internacionales, para solucionar la crisis. Para lograrlo es
necesario, sin duda alguna, el diálogo para procurar su resolución. Esto
conforma la llamada negociación, donde las partes, además de dar a conocer sus
opiniones al respecto, necesariamente tienen que llegar a acuerdos prácticos y
concretos para obtener la resolución pacífica de la dificultad.
Así
las cosas inferimos que no es hora de aducir consideraciones irreconciliables
para el manejo y resolución del aprieto, puesto que si se parte de esta
premisa, la negociación se hace nugatoria. Una de las partes en conflicto, a
manera de ejemplo, mantiene el criterio de que se produzca la liberación de los
presos políticos y el retorno de los exiliados. La respuesta de la otra parte
no puede ser que este problema está en manos de la justicia ordinaria a través
de los tribunales de justicia. Si priva este criterio inflexible, entonces la
negociación se estanca y no produce resultados.
Tan
importante como lo anterior para solucionar el problema, es el llamado a la
recomposición de los órganos del poder público, trámite pendiente y en proceso
por parte de la Asamblea Nacional. La elección de rectores del Consejo Nacional
Electoral, punto álgido y de quiebre en la crisis. Garantía de que las próximas
elecciones sean efectuadas con prístina independencia y garantizadora de que,
tanto el proceso como el conteo de votos, sea ajustado a derecho. Es obvio que
si el gobierno mantiene el criterio tradicional, la negociación política se
hace inútil. La sindéresis política debe privar y establecer que la composición
del organismo electoral este en manos probas e imparciales. Igual criterio es
aplicable a la designación del Contralor General de la República y TSJ cuya
decisión está en mora y las eminentes del Fiscal General de la República y
Defensoría del Pueblo.
Si
el Presidente de la República no propicia la solución, el proceso de
negociación política es inútil, habría que denunciarlo y anunciar responsablemente
la ruptura razonada del proceso negociador. El juicio final inexorablemente lo
hará la historia.
Jose
Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
@CheyeJR
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