Nací en esta hermosa ciudad, el 14 de Febrero
de 1961. Fue muy cerca a la fecha cuatricentenaria de San Cristóbal. Y espero que mis cenizas,
algún día lejano, la brisa de la Loma del Viento las esparza sobre esta sin igual comarca, en medio de sus
envidiables montañas.
VISTA DE SAN CRISTOBAL ESTADO TACHIRA |
Mis padres, ambos médicos, recién habían inaugurado el Hospital Central. Por eso mi
madre me dio a luz en el Servicio Semi-Privado de esa institución. Muchas
personas creen que nací en Palmira. Lo que pasa es que estando muy niños mi
hermana y yo, mis padres compraron nuestra casa paterna en Palmira, donde me
crie de muchacho, donde conservo muy bellos recuerdos y donde aún permanece mi
padre, en ese museo que guarda tanta
historia del Táchira y de la ciudad.
Mi madre fue la primera Médico Neurólogo
del Hospital Central, cuando llegó de su Postgrado de la Universidad de
Londres. Mi padre fue Jefe del Servicio de Psiquiatría de esa institución. De
tal manera que Alba Marina (Angela), mi hermana, y yo, al acompañar a nuestros padres a sus
trabajos, correteábamos de chicos por
los pasillos, ascensores y consulta externa del Hospital como si fuera otra de
nuestras casas. Cosas de la vida, nunca nos llamó la atención la medicina como
carrera. Angela terminó siendo Ingeniero Civil y yo Abogado.
Desde muy chicos mi padre, J.J. Villamizar
Molina, Cronista de la Ciudad de San Cristóbal, nos inculcó la extraordinaria
memoria histórica de la urbe. De él aprendí a amar la empresa fundadora del
Capitán y Adelantado Juan Maldonado y Ordoñez de Villaquirán. Conocí en los
libros de nuestra profusa biblioteca personal las costumbres indígenas de los
Tororos, los Oracas, los Simaracas, los
Sirgarás, los Táribas, los Guásimos, los Zorcas, los Azuas, los Tononoes, los
Chucuríes, los Tiocarás, los Tiriparas, los Quinimaríes, los Canias y los
Cuites. Mi hermana y yo le dictábamos a
mi padre ante su máquina de escribir las notas manuscritas que él tomaba de sus
investigaciones en los diferentes archivos históricos, entrevistas y revisiones
bibliográficas sobre la evolución de la ciudad desde sus comienzos. Guardo como
una joya en mi casa diversos libros sobre Barco de Ávila, pueblo natal de Juan
Maldonado, que mi padre me trajo como obsequio desde allí, y que relatan la
historia de este lugar y el linaje de la familia Maldonado.
Fueron muchas las tardes y noches que también
acompañábamos a mi padre al Archivo Histórico Municipal, primero cuando el
Ayuntamiento capitalino quedaba en la Av. Isaías Medina Angarita, y luego
cuando se mudó a la Urbanización Mérida.
Allí también aprendí a leer en los viejos infolios manuscritos de varios
siglos atrás la descripción de diversos acontecimientos de la urbe que crecía y
que ya señalaba un camino de progreso y de renombre, por su envidiable
ubicación geográfica entre Venezuela y Colombia.
Yo creo que esa labor
consuetudinaria de ser el asistente de mi padre en esas viejas revisiones, de
algún modo no sólo despertó mi amor a la ciudad, sino mi interés por acercarme
a uno de los pasatiempos más agradables que tengo, como lo es indagar sobre la
historia de la humanidad.
Lo cierto del caso es que aprendí muchas
lecciones de la fuente maestra directa del Cronista de la Ciudad, mi padre.
Recorrí infinitas veces la descripción histórica de las acciones y logros de
los primeros pobladores y vecinos de la ciudad, del trazado de sus primeras
calles, de la construcción de sus viejas plazas y monumentos, de las primeras
instituciones educativas y sus profesores, de las tradiciones populares,
fiestas y ferias, de la fe religiosa y de los diversos templos e iglesias de la
villa, de la actuación pública de personajes, gobernantes, presidentes del
Concejo Municipal y ediles, de la
historia de los comuneros en San Cristóbal, de la actuación de Presidentes de
Estado y Gobernantes como Eustoquio Gómez, de las fuentes, faroles, calles
empedradas, alamedas del cementerio, puentes y nomenclatura de calles y
esquinas de la ciudad, que brotaban en el transcurrir de sus tiempos.
Hay cuatro libros que cualquier persona
interesada en la historia sancristobalense debe escudriñar, escritos por mi
padre, y que yo conocí a fondo por ser testigo de primera fila en su escritura
y elaboración: 1) Páginas de Historia del Táchira (Volumen 56 de la Biblioteca
de Temas y Autores Tachirenses); 2) Instantes del Camino; 3) Ciudad de San
Cristóbal, Viajera de los Siglos; 4) Ciudad de San Cristóbal. Este es un
hermoso legado que deja mi padre a la ciudad sobre su transcurrir en estos más
de cuatro siglos y medio. Es la labor acumulada que tiene en sus 55 años como
Cronista de la Ciudad de San Cristóbal, siendo el funcionario activo de mayor
antigüedad al servicio de la Municipalidad de San Cristóbal, y el Decano de los
Cronistas de Venezuela.
Mi padre ha estudiado profundamente la
historia de San Cristóbal. El la ve, la ama y la siente desde su retrospectiva,
desde su crecimiento, desde sus alegrías y miserias, tal como el mismo lo ha
dicho. Porque todas las ciudades del mundo han pasado por épocas de gloria y
por situaciones difíciles, algunas que han terminado por acabarlas. Pero San
Cristóbal tiene grandes potencialidades, tiene una ubicación geopolítica de
primer orden, tiene unos regalos de la naturaleza espectaculares, con el
contraste de sus montañas, de sus parques nacionales, de sus valles, de su
cercanía a páramos y llanos. Por eso, partiendo de conocer la historia de San
Cristóbal, como la conozco y como la amo, yo veo proyectada la ciudad hacia un
gran futuro. Por eso, desde 1989, he venido haciendo público en los medios
impresos y radiales mi megaproyecto “San Cristóbal, Ciudad Maravilla”, que
combina una serie de subproyectos de envergadura, de gran atractivo turístico,
partiendo de un concepto de ciudad renovado, como la de ser un inmenso centro
de atracciones.
Esa es mi visión de San
Cristóbal. Porque yo pienso que Juan Maldonado, aquel 31 de Marzo de 1561,
pensando en Barco de Ávila, en su río Tormes (aquí río Torbes), en su crianza
en el barrio San Cristóbal de Salamanca, en algún momento de ese trascendental
día fundador, pasó por su mente que esa villa, en donde él colocaba el
estandarte blasonado con las torres de Castilla, llegaría a ser grande,
próspera y también feliz con sus habitantes.
Estas líneas las escribo con mucha nostalgia,
cono mucho sentimiento, con mucho amor por San Cristóbal, pensando que ella se
merece el mejor empeño de sus nativos y habitantes. Yo pongo mi grano de arena
del río Torbes para edificarla con esa perspectiva. Le canto como su himno
“Salud San Cristóbal:
Querida
ciudad
hermosa
y gentil,
soñada
ideal
venimos
a ti
con
esta canción
de
fe y lealtad.
Isaac
Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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