Controversiales comentarios han surgido en torno a la
reunión celebrada en Miraflores entre Nicolás Maduro, miembros de su gabinete y
representantes de la oposición. Para unos, los menos, la misma no arrojó el
resultado deseable pues no pasó de un simple escarceo entre los contrincantes
políticos. Para otros, los más, el llamado diálogo permitió a la oposición
desnudar las falencias y políticas del régimen, circunstancia a la que le
sacaron provecho Henriquez (Copei), Ramos Allup (AD), Henri Falcón, gobernador
de Lara y Aveledo, secretario general de la MUD, entre otros.
Pero la verdad verdadera es que este hecho permitió que la opinión pública nacional a lo largo de casi 5 horas y media que alcanzaron hasta la madruga, conociera entre otras cosas que las protestas obedece al mayor fracaso económico que experimenta nuestro país en 15 años, en los que quienes detentan el poder han despilfarrado un trillón (millón de millones y medio) de dólares provenientes de los ingresos petroleros y que cualquier medida de equidad ha originado la destrucción del aparato productivo y en consecuencia el empobrecimiento de todos los venezolanos, a excepción obviamente de quienes le han sacado provecho y han constituido una nueva clase social denominada los boliburgueses. Un régimen responsable de la pérdida de la soberanía política, alimentaria y de salud y que ha configurado un gobierno corrupto y disfuncional, que admite muy pocas comparaciones.
Un régimen que para hacer frente a los problemas de
inflación y carestía adoptó un nuevo sistema cambiario y el control de precios,
en tanto que la inseguridad ha situado a Venezuela en el segundo lugar de los
países más violentos del mundo. De allí que los jóvenes estudiantes apoyados por la sociedad civil se esté
pronunciando desde casi hace dos meses en calles y avenidas de todas las
ciudades del país.
Nadie puede negar que los venezolanos estamos
definitivamente divididos en dos sectores
y que la crisis es tan grave que hasta el momento arroja un nefasto
saldo 41 víctimas, daños materiales y una secuela de consecuencias
impredecibles en muchos hogares venezolanos, por la pérdida de sus seres
queridos en una lucha desigual de la paz contra la violencia, la primera
encarnada por los jóvenes estudiantes y la segunda por quienes dicen defender a
ultranza a un régimen que se proclama socialista, bolivariano, revolucionario,
marxista y como lo afirmara en cierta ocasión Fidel Castro, comunista.
Cuando una país se encuentra en una situación como la
nuestra, no se puede responsabilizar de todo cuanto ocurra a quienes se les considera
sus adversarios políticos, cuando el ”mea culpa” debería ser de quienes gobiernan. Por eso, el
reclamo popular que es de más de la mitad de los venezolanos, que votaron por
otra alternativa política diferente a la que hoy día se pretende a troche y
moche imponer, rechaza rotundamente.
El diálogo que presenció el país nacional había creado
una real expectativa como es natural en todos los sectores del país, ansioso de
que se encuentren soluciones como la de una transición democrática que conlleve
al irrestricto respeto de los Derechos Humanos, y no la pretensión de
desmovilizar las protestas que ha servido de pretexto al régimen para
recrudecer la represión, negarse a otorgar la amnistía a los presos políticos,
desmantelar a los grupos paramilitares que el gobierno niega sean sus afectos,
cosa que es palpable en la actuación de los llamados colectivos, establecer una
Comisión Nacional de la Verdad, totalmente independiente y renovar los poderes
públicos.
Los resultados de una reciente encuesta son reveladores:
más de la mitad de la población (55%) se considera de oposición, y menos de un tercio (32%) es adepto al
chavismo-madurismo. Culpan de la crisis a Maduro y expresan que debe salir por
“algún mecanismo constitucional”. El 70%
de los consultados está descontento con su gestión, 60% rechaza su liderazgo,
55% reconoce vivir en una dictadura, y cerca de la mitad del país respaldaría
la convocatoria de una Asamblea Constituyente o la solicitud de su renuncia y
masivamente rechazan la intromisión de los cubanos, al mismo tiempo que
reconocen que los protagonistas políticos del momento actual son los
estudiantes (57%).
Una cosa es cierta, después de que Diosdado Cabello
destituyera a la diputada María Corina Machado, se enviara a la cárcel a dos
alcaldes sin que mediara consulta revocatoria alguna y prometer prisión a otros
cuatro concejales de la oposición en Caracas, Maduro logro la hazaña de crear
un enemigo común que reflotó la unidad de los partidos disidentes, al menos de
manera circunstancial y los dirigentes de la Mesa de la Unidad (MUD) afrontan,
por su parte, el reto de superar las mezquindades internas para que el amplio y
diversos electorado opositor los reconozca como representantes legítimos de sus
demandas frente al gobierno.
El ex presidente brasileño Luiz Ignacio Da Silva advirtió a Maduro de que “debe dedicarse por
completo a gobernar” con un gabinete de coalición que dirija al país durante
los cinco años de gestión que le quedan por delante, advertencia que obviamente
hizo caso omiso. En tanto que otros lideres regionales como Dilma Rousseff,
Michelle Bachelet o José Mujica que lucharon contra dictaduras cuando eran
adolescentes, su silencio respalda los abusos de la represión ordenada por
Maduro, por circunstancias de solidaridad particular y afectos al llamado
socialismo latinoamericano.
Son las protestas y la resistencia sostenida y
organizada de los jóvenes las que empujaron a Maduro y a la MUD a sentarse en
esa mesa, a pesar de las contradicciones internas. De lo contrario, surgirá una
nueva clase de excluidos que más temprano que tarde reivindicará su derecho de
ejercer el poder en clave de venganza, como lo hizo Chávez primero por la vía
armada y luego por la electoral.
Es necesario recordar lo que la historia nos enseña, y
que el empleo de la fuerza no ha servido para solucionar los problemas de un
país. Más bien, lo que siempre ha sucedido es que quienes emplean la fuerza
tienen que rendir cuentas a la justicia.
El ecuatoriano Juan Montalvo, escritor, periodista e
intelectual de talla, autor de varias obras como “Los capítulos que se le
olvidaron a Cervantes” Las Catilinarias” y otras, escribió en cierta ocasión:
"El malestar de las repúblicas sudamericanas consiste, no tanto en sus malas leyes, cuanto en que las buenas no son obedecidas, y en que el poder ejecutivo tiene por ellas mismas facultades exorbitantes, y cuando no las tiene, se las arroga de mano poderosa. La violación de una ley es un paso a la tiranía; y yo no la sufriría sino cuando el primer magistrado pudiese hacer este juramento: Juro que he salvado la patria. Pero entendámonos; salvar la patria, es salvarla verdaderamente; cosa que la comprenderemos bien, si sabemos lo que es patria. En estas nacioncillas de partidos cada cual llama patria a su poder y su provecho; patria es el mando, patria el sueldo, patria las bayonetas, patria el partido".
¡Cuánto tiene Montalvo de profeta! Su pensamiento
sigue vivo, sus lecciones de libertad son una manifiesta y permanente
enseñanza.
Carlos
E. Aguilera A.
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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