Cada cierto tiempo aparece en Venezuela un
nuevo ídolo. El periodo es más amplio según la jerarquía que vaya a ocupar en
el templo; por ejemplo, entre Carlos Andrés Pérez y Hugo Chávez, imanes de
adoración colectiva, pasaron varias décadas. No así entre deidades menores, cuya
aparición se registra en lapsos más cortos.
En las últimas semanas hemos sido testigos de
varias fulguraciones de devoción súbita en el campo de la política. Todos
tienen en común la irrupción repentina, aun cuando tuvieran dilatadas carreras
en su particular especialidad, pero el punto es que de pronto asoman a la arena
pública e inmediatamente concitan el frenesí. Muchas veces, el fanatismo
express que despiertan estas estrellas fugaces a veces no tiene nada que ver
con ellos mismos, es decir, no son responsables del pasajero fervor del que son
objeto, no lo han buscado ni están especialmente interesados en ingresar a la
olvidadiza farándula venezolana. Otros sí, claro; y, de hecho, viven de eso. El
punto es que el fenómeno describe más a los feligreses, siempre anhelantes de
un tótem, que a la persona a la que invisten con esta categoría.
Otra categoría del donjuanismo religioso
venezolano es que la nueva reverencia pasa por abominar de todo lo precedente.
No importa si el amado desechado haya hecho enormes esfuerzos para cumplir con
el mandato que recibiera de las masas, enfrentándose a riesgos sin límite y a
ruindades indescriptibles. Nada de eso cuenta. Todo lo que haya hecho el dios
pasado a retiro es basurita de sacapuntas. Solo el caribe de estreno es gente.
Los militares siempre están en el tope de la
pasión. Nada iguala su sex appeal. Mucho más si son dados a gestos teatrales,
que, además, involucren armas. Cada vez que aparece un oficial gesticulante, le
salen huestes que se secan las manos a toda prisa y dejan los oficios botados
para ir a jalearlo. Lo adoran por un tiempo y luego se devuelven a sus casas,
“decepcionados”, “entregados a una nueva desilusión”, pero pendientes al asomo
de un pronto sustituto.
En febrero de este año se empezó a hablar de un tal “profeta”. Los que no estamos en nada llegamos a marzo sin percibir al tipo en el radar ni detenernos a guglearlo. Pensamos, quizá, que sería un personaje de un video viral o de alguna tonadilla humorística. Ni nos molestamos en preguntar. Pero la referencia persistió. Resultó que se trata de Reinaldo Dos Santos, el “Profeta de América”, un aventurero brasileño que se las da de vidente.
El 26 de febrero, el sacamuelas “predijo” que
a Maduro le quedaban “de cuatro a cinco días en el poder debido a la ola de
protestas que vive su gobierno desde el pasado 12 de febrero”. Y agregó que,
para que la profecía se cumpliera, los manifestantes debían mantenerse en las
calles. Bastaba, lo dijo con todas sus letras, que las calles estuvieran
cerradas por cuatro días “y el régimen cae”.
Del 26 de febrero en adelante, el “profeta”
se encaramó en lo alto de los altares con agilidad de cabra montesa. Su nombre
destellaba en los “chats de madres” como fiador de que los niños no debían ir
al colegio. Tal era el temblor que la sola mención del embaucador despertaba en
las devotas que los mensajes estaban plagados de faltas de ortografía. Qué
norma se va a respetar cuando se cita a un adorado.
Incluso gente que ha concluido el
bachillerato lo tenía por referencia. “No escuche a la falsa oposición”, mandó
el Rasputín de a locha. Y a cuenta de eso, hirvió la fanaticada.
No había sido, por cierto, la “oposición de
verdad” quien descubrió al “profeta”. En 2013, él mismo dijo que la madre de
Chávez se había consultado con él, y mostró una foto donde la señora aparece
acurrucándose contra él. No sería de extrañar que fuera otra mentira y la foto
un montaje, dada su trayectoria. Pero el caso es que ni la interesada ni ningún
vocero de la familia desmintió al charlatán.
El caso es que aparecido el timador, el
ritual pasó por escarnecer de Ramón Guillermo Aveledo, quien amaneció
convertido en el borrego que debía sacrificarse en el ara del santón. Para qué
necesitaba el país la Mesa de la Unidad Democrática ni ningún espacio simbólico
de avenimiento de las diversas corrientes que aspiran a sustituir a la
dictadura del siglo XXI. Más aún, para qué necesitamos a los políticos, mucho
menos a los partidos, las militancias, la organización y los debates internos,
si lo tenemos a él, que sí es adivino y sí resuelve esto en un dos por tres.
Se cumplió largamente el plazo. Y el
“profeta”, ve, chico, estaba hablando paja. No es de esperar que le hayan
concedido una prórroga porque los adoradores instantáneos también muy
rápidamente se descorazonan.
Además, es posible que ya lo hayan olvidado,
porque desembarcó en La Guaira Fernando Del Rincón, un periodista
experimentado, muy serio, que no tiene nada que ver con los tiradores de
paradas que suelen hechizar a los feligreses de quita y pon. Pero ya lo hemos
dicho, en muchas ocasiones los íconos no tienen culpa del delirio a su paso.
Y, como ya lo hemos visto –y lo volveremos a
ver, eso seguro–, no basta con echarle incienso al brillante, diligente y
corajudo reportero de CNN. Es preciso denostar de los periodistas locales,
muchos de los cuales hasta ayer firmaban autógrafos en las marchas. Ahora son
“vendidos”, “tienen bozal de arepa” y “no hacen lo que Fernandito sí hace por
nosotros”. Se disipó la memoria de los reporteros tragando los gases
lacrimógenos de Chávez y Maduro; perseguidos; detenidos; sus equipos robados
por policías y guardias nacionales; con inmensas dificultades para hacer su
trabajo, porque el régimen cerró las fuentes de información; desempleados,
porque el régimen confiscó los medios; presionados, porque el boliburgués de
turno llega con una lista de vetados; mal pagados, porque la economía está
destruida y porque los empleadores no son capaces de proveer de seguridad al
trabajador de los medios; atrapados en el chantaje de la dictadura y de los
empleadores; agotados por excesivas horas de trabajo y de traslados, y sin
posibilidad de continuar los estudios, que es el anhelo de muchos, de la
mayoría; aterrados por la posibilidad de quedarse sin trabajo y no poder
emplearse nuevamente, porque el mercado laboral está terriblemente restringido
para los periodistas (y no somos ingenieros o técnicos petroleros, que muchos
países reclutan para fortalecer sus industrias).
En fin, dejo esta lista cuando apenas la
estoy empezando. Bastaría analizar someramente las evidencias para comprobar no
solo que los periodistas venezolanos han cumplido con su trabajo contra
dificultades monumentales, sino que el gremio se encuentra entre los que han hecho
contribuciones más relevantes para mantener un atisbo de institucionalidad en
Venezuela; y, por cierto, para dejar abiertas unas mínimas ventanas al disenso
y a la crítica, cuya obliteración no acarrea sino violencia y confrontación.
Todo eso, igual que el resto del pueblo venezolano, con salarios miserables y
la negación de una prosperidad a futuro.
Todo eso se lo llevan por delante los
proteicos fieles. Finalmente, es una conspiración contra los laicos, en
palabras de George Bernard Shaw. Un prolongado empeño en abatir todo lo que
suponga brega a largo plazo, pacto con la realidad, talante de adultos. Se
trata de curar el cáncer con menjurjes.
Milagros Socorro
socorromilagros@gmail.com
@MilagrosSocorro
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Abnormal results in males suggests several
ResponderEliminarpossibilities'gynecomastia or feminization syndromes. CK is an abbreviation for creatine
kinase - also known as CPK - or phosphocreatine kinase.
Regarding the status quo as "normal" lets you accept it whether it's
in your best interest or not.
Check out my homepage: nicht normal ()
Este es un gran artículo, recomendable en todo sentido: político, cultural, sociológico y bies escrito. De indispensable lectura para todo aquel que desee enterarse de cómo somos aquí, digo, en ciertas capas de la población.
ResponderEliminarsilvamichelena@yahoo.es