La
“guarimba”, es una expresión venezolana que se usa para significar un refugio
cuando un grupo de vecinos hacen barricadas en sus calles, quemando neumáticos
y basura e impidiendo el libre tránsito a sus conciudadanos. Originalmente,
guarimba era usado por los niños, en sus juegos, para designar un lugar seguro.
Hoy, guarimba ha adquirido el nuevo significado de "barricada que impide
el tránsito por una calle o avenida".
Los
pueblos se expresan de diversos modos cuando deciden protestar contra un
gobierno: marchas, protestas masivas, manifestaciones, elaboración de pancartas
o carteles alusivos, obras de arte, afiches, música, volantes, … Y la guarimba
es una de esas expresiones. Es imperativo preguntarse cual es el malestar que
da origen a la protesta. Y la respuesta es casi unánime: inseguridad (25.000
asesinatos en 2013); escasez de productos alimenticios (harina de maíz, con que
los venezolanos preparan sus arepas, es uno de ellos); escasez de todo tipo de
productos (de aseo corporal, de repuestos para automóviles, de insumos médicos,
de medicinas); inflación que diluye la paga de los asalariados (en 2013 llego a
la cota de 56%); corrupción, que va llenando todos los espacios; y pronto,
escasez generalizada de muchísimos productos. Esos son los principales motivos
para la protesta generalizada. Analicémoslos por partes.
Las
causas de la inseguridad son muy difíciles de explicar y más aún de erradicar.
Por tanto, no entraré a discutir ese fenómeno a pesar de que es uno de los
principales motivos de las guarimbas.
En
cambio las protestas, tanto por inflación, escasez, corrupción y
desabastecimiento si tienen una raiz clara: el modelo “socialista” (que de
socialista sólo tiene el nombre) que durante 15 años han tratado de imponer a
todos los ciudadanos de este país, estén o no de acuerdo. Cada vez que el
gobierno de Chavez gritaba “¡expropiación!”, los pilares de la economía
temblaban. Pues cada expropiación condujo a corrupción, ineficacia y
desabastecimiento. Basta con un par de ejemplos. Al momento de expropiar las
fábricas de cemento, el saco de ese producto se conseguía en todas las
ferreterías al precio regulado, de alrededor de Bs 18. Bastó con expropiar las
fábricas (“el cemento ahora es del pueblo”, gritaba iracundo Chávez) para que
el producto comenzara a desaparecer hasta tal punto que hoy en día es muy
difícil conseguir un saco ni siquiera al astronómico precio de Bs 200, diez
veces el precio oficial. ¿Adonde va el poco cemento que se produce? A las
mafias que compran en fábrica el producto regulado y lo revenden en el mercado
negro al precio que les da la gana. Corrupción y desabastecimiento van de la
mano. El caso de las cabillas para la construcción es casi idéntico. La
re-nacionalización de las fábricas del conglomerado de SIDOR, ha abierto las
puertas a las “mafias de las cabillas”, que compran la producción a la empresa
del gobierno y la revenden en un mercado negro que ellos mismos han creado. En
conclusión, las empresas que han sido expropiadas dejar de funcionar
eficientemente, no tienen dolientes y son victimas de mafias propiciadas por
grupos cercanos al poder. En resumen, el Socialismo del Siglo XXI sencillamente
no funciona, no resuelve los problemas sino que los agrava, no disminuye la
desigualdad social sino que la aumenta y ha ido de comprobado fracaso en
fracaso..
Siguiendo
con el tema del modelo “socialista”, los controles impuestos por el gobierno,
con la excusa de que es necesario regular a los “especuladores” no han hecho
sino acentuar tanto la escasez como la corrupción. De todos los controles, el
control madre de todas las corrupciones es el control cambiario: sin duda, el
mayor foco de corrupción y la principal causa del desabastecimiento y escasez
de alimentos y de todo tipo de productos. Lo que comenzó en 2003 como una forma
de “controlar” políticamente a unos cuantos supuestos “traidores al pueblo”, ha
terminado convirtiéndose en una hidra no de mil sino de un millón de cabezas.
Como en la historia griega, por cada cabeza cortada surgen dos nuevas. Y
exactamente eso es lo que ha ocurrido. Tómese en cuenta que los dólares
obtenidos legalmente a Bs 4,30 se pueden fácilmente vender en el mercado negro
a 10 veces ese valor. ¡Tremendo negocio, tremenda tentación! Igual podemos
decir del precio de la gasolina subsidiada, que es “exportada” ilegalmente
(contrabando) pues su precio regulado en Bs 0,1 no llega ni a la centésima
parte de su valor comercial. Con un euro, a valor de mercado negro, ¡se pueden
llenar los tanques de 25 automóviles! Por tanto, en los estados fronterizos hay
un tráfico de combustible, manejado seguramente por personas que pueden
“comprar” lealtades en la frontera, de un valor incalculable. En todas las
naciones donde se trató de imponer el socialismo, este término llegó a
constituirse en sinónimo de corrupción. Controles y corrupción van de la mano.
Mientras
el gobierno dispuso de un precio creciente del petróleo, el control de cambios
funcionó; con dificultades, pero funcionó. Ahora que el petróleo se ha
“estancado” en “solo” $100 (recordemos que el precio del crudo, por muchos
años, raramente superaba los $10) y que no crece, se le acaba el ciclo al
gobierno, se ve en apuros y comienza un vía crucis, que tendrá que transitar en
los próximos meses y años, para pagar la deuda anterior, por una parte; y para
proveer de dólares frescos a presente y futuro, por la otra. Muchos analistas
opinan que el gobierno no podrá con las deudas acumuladas y algo, nada bueno,
sucederá.
Dada
la ingente deuda con una multitud de organizaciones y empresas, se hace muy
difícil que el gobierno pueda honrar las deudas anteriores al precio pautado
(4,30 y 6,30 en los dos últimos años). Eso, aunado a las necesidades corrientes
de alimentos e insumos industriales obligarán al gobierno a cambiar el rumbo
del socialismo del siglo XXI. O eso creen muchos, al menos. ¿Cambiará el rumbo
del socialismo del siglo XXI? Sólo el tiempo lo dira.
Ahora, de vuelta a las guarimbas. Según mi personal opinión, que coincide con la de muchos analistas, estas son la expresión del malestar reprimido por años que, ahora, por fin, se manifiesta abiertamente. La guarimba es una forma de decir “estoy harto” de tanta dificultad, de tanto desatino, de tanta cola y de tanta escasez.
Por
consiguiente, si el detonante ha sido el malestar público, al expresarse de
esta manera hay un primer momento de euforia, al que le sigue la calma y
finalmente, cuando se ha drenado el descontento, se muere de forma natural. La
guarimba, creo, ha muerto; su corta vida ha servido, como mínimo, para alertar
a los medios internacionales y a los gobiernos (amigos y no tanto), de que aquí
está pasando algo, de que aquí hay un profundo descontento ya que el ciudadano
valora más la protesta que su propia vida. Algo anda mal…
¿Qué viene ahora? La aparición del fenómeno de la barricada ha traído consecuencias que no serán fáciles de borrar. Imágenes que han circulado en todo el planeta ilustran como la brutalidad de una fuerza denominada Guardia Nacional Bolivariana (y Guardia del Pueblo) que ha acosado a justos y pecadores. Se ha desnudado el talante represivo, del gobierno (o de partes del gobierno) que preside Nicolás Maduro. Y esto, repetimos, no será fácil de olvidar –como no olvidamos las imágenes de las primaveras árabes.
La
desaparición de la guarimba traerá otras consecuencias. La represión, ahora,
será más selectiva; por primera vez en la historia de Venezuela aparece en
forma importante la figura de “el sapo”. Es decir, ciudadanos como usted y como
yo que habiendo visto a sus amigos y vecinos actuar ahora los denunciarán.
Llegarán las fuerzas del (des)orden a allanar, sin más, las viviendas de los
acusados. Habrá un aumento del terror generalizado pues ahora no son actores de
guarimba sino receptores de acusaciones secretas. Mientras preparan sus
alimentos, mientras ven televisión, mientras ayudan a los hijos a hacer sus
tareas, los sapos acusan, en oscuras oficinas burocráticas, a quienes hasta
hace poco eran sus amigos o vecinos. Esta es la siguiente fase del terror que
se nos viene encima.
Y
esto es lo que nos hace recordar la triste historia de la guerra civil
española. Fueron miles los españoles encarcelados, fusilados y desaparecidos, al
perder la guerra las fuerzas democráticas, víctimas del “chivatazo”. El sapo de
hoy era el chivato de entonces. Siempre ha existido y siempre existirá. Ese
ciudadano capaz de denunciar a otro, con o sin motivo, por rencillas
personales, por envidia o por simple maldad.
Así
ocurrió en la España post-guerra, cuando la represión del régimen se hizo
presente y durante años se corrió el peligro del chivatazo. Ahora, las fuerzas
que nos mandan no fusilan, como en los tiempos de Franco. Pero encarcelan sin
motivo, torturan sin razón, ejercen todo el poder que les da la más absoluta
impunidad. Eso ha quedado bien demostrado y son muchos, demasiados, los casos
de tratamiento inhumano, tortura física o síquica; y hasta la muerte
sobrevenida de algunos. Y si bien es verdad que en Venezuela el fusilamiento no
ha existido, no olvidemos que en el gobierno de los infortunados cubanos (que
muchos venezolanos creen que tienen ingerencia en los asuntos del país), si
hubo este tipo de represión –y continúa aún latente. Los tres últimos fusilados
del régimen castrista fueron “Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodán
Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, "los tres principales, más
activos y brutales jefes de los secuestradores"; y fueron ejecutados al
amanecer de este viernes”, indicó un comunicado oficial, fechado, el 12 de
abril de 2003.
Los
elementos que estuvieron presentes en la España pre-Franco parecen estar
presentes en la Venezuela de Chávez-Maduro, guardando las distancias, claro.
Confrontación; división social; y fuerzas ajenas a la nación.
Nos acercamos a tiempos peligrosos, muy peligrosos. Es deber de los ciudadanos tratar por todos los medios de buscar una solución a las desavenencias entre hermanos venezolanos. Lo último que quisiéramos ver es una guerra civil. Pero las oscuras nubes del presente parecen anunciarla. Pongamos nuestro mejor empeño en evitarlo. Corrijamos el rumbo, todos, o pereceremos, todos.
Observatorio
Venezolano de las Autonomías
Miguel A. Megias
Ascanio
autonomiaspoliticas@gmail.com
@mmegias
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