El fascismo, como todo totalitarismo, se opone al parlamentarismo, a la división de los poderes, a la pluralidad política y a la existencia de una verdadera democracia
AMBOS DE ORIGEN SOCIALISTA |
Una vez más, la impropiedad de quienes distorsionan la historia
obliga a establecer precisiones indispensables a favor de la cultura ciudadana
y la lección incuestionable del pasado. El fascismo surgió en Italia como
movimiento y luego como régimen político en los años 1919 y 1922,
respectivamente, liderado por Benito Mussolini, político de origen socialista,
quien asumió de manera dictatorial el poder en el país.
Transcurrían
los difíciles años entre el final de la Primera y la Segunda Guerra Mundial,
signados por una grave crisis política, económica y social en una Europa
agobiada por el desempleo, la inflación, el cierre de las fábricas, la
improductividad de la tierra, las huelgas obreras y las revueltas campesinas, y en la cual ideologías
radicales con influencia sobre la población más vulnerable estimuló el
desprestigio del régimen democrático parlamentario, la exaltación de los
nacionalismos, la recuperación de territorios, la intolerancia y el
enfrentamiento, la añoranza de un viejo
esplendor.
En su conquista del poder, el fascismo italiano (como luego lo hizo el alemán) organizó a los llamados “fascios”, grupos de combate y violencia social que adquirieron el nombre de “camisas negras”, encargados de atacar a sus oponentes de manera violenta y que fueron integrados por sectores anarquistas, socialistas extremos, ultranacionalistas y soldados desempleados luego de la guerra. Valiéndose de estos escuadrones y con la aprobación del grupos del ejército, de políticos y del mismo rey Víctor Manuel III, Mussolini ejecutó la llamada “Marcha sobre Roma” en octubre de 1922, lo cual le posibilitó alcanzar el poder que ejerció durante 21 años.
Mussolini
se encargó de destruir institucionalmente la democracia parlamentaria, dictó
leyes totalitarias, eliminó los partidos y los sindicatos, censuró la prensa,
impulsó la existencia de un partido único y se erigió como figura superior bajo
el apelativo de “Il Duce”, similar a General o guía. Su dictadura se fue
haciendo cada vez más absoluta e implacable.
El
fascismo, como todo totalitarismo, se opone al parlamentarismo, a la división
de los poderes, a la pluralidad política
y a la existencia de una verdadera democracia. Se estructura bajo la figura de
un partido único, centralizado, con la autoridad superior de un jefe, su
militancia asume una estricta
obediencia, fanático comportamiento y una disciplina casi militar. Priorizando
al Estado se conculcaron las libertades y derechos individuales y fue impuesto
un “nuevo orden social”. Ese movimiento alcanzó desarrollo en Europa y, en
especial, en la Alemania nazi y en la España franquista, dictaduras atroces,
cargadas de demagogia, odio social, represión y autoritarismo.
Fascista no es el individuo que reclama derechos y exige libertades; fascista no es el pueblo que ejerce de manera legítima su autoridad soberana en defensa de su tradición republicana y democrática.
La Segunda Guerra Mundial fue su resultado, en la cual perdieron sus
vidas más de 50 millones de personas y se evidenciaron los más horrendos crímenes
en la historia de la humanidad, hace apenas 69 años.
Jose
Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfd599
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