Señora
Presidente, debo decir que, una vez más, el sábado me hizo recuperar la
capacidad de asombro, ésa que mantiene jóvenes a los mayores, con su estilo tan
mesurado y exento de las habituales diatribas contra sus imaginarios enemigos,
un modo que tanto ha crispado a la sociedad en que usted y yo vivimos; tampoco
nos deleitó con esos espectáculos de danza que tanto le gustan y practica y
que, a veces, han llegado a incluir el Himno.
Sólo
una pequeña corrección institucional: al decir, refiriéndose tantas veces a
mayo de 2003 como “cuando llegamos”, demostró que considera a la Presidencia de
la República como bien ganancial; ignoro si algo así incluía la reforma
constitucional que sus aplaudidores propugnaban pero, en cualquier caso, le
recuerdo que no fue aprobada.
En
cuanto al fondo sí, fue más de lo mismo, ya que nos informó que estamos en el país más maravilloso del
mundo, envidia de muchos otros, desplegando durante tres horas un muestrario
completo de las cifras que todos, la realidad incluida, nos negamos a ver. Ya
no se puede engañar, como se hizo desde entonces, a todo un pueblo, ya que ese
país fantástico no es percibido tampoco por la mayor parte de su base
electoral, que la reeligió con un ya imposible 54%; pese a que usted no se
resignó a mencionar los problemas, la gente cree más en lo que le dice el
carrito del supermercado y está mucho más que preocupada por el innegable
crecimiento de la brutal inseguridad y el narcotráfico, y de todo ello hace
responsable a su gobierno.
En
un país que, según usted, produce alimentos para cuatrocientos millones de
personas, surgen dos inevitables preguntas, la primera de los cuales clama al
Cielo: ¿por qué, entonces, sigue habiendo hambre y desnutrición en la
Argentina? y ¿por qué se prohíben las exportaciones de carne y trigo?
Si
bien es cierto que siguió inculpando a los industriales (nunca al Gobierno) por
los aumentos de precios percibí, en general, su discurso como un pedido de
ayuda a los gremialistas, en general, y a los docentes en particular; resta
saber si las bases estarán dispuestas a callar cuando sus dirigentes acepten
caídas en el salario real a cambio de algunas monedas (por ejemplo, fondos para
las obras sociales) o, por el contrario, marcharán con la cabeza de éstos a
exigir algo que la economía ya no puede darles.
Por
el contrario, usted, en medio de la profusa enumeración de fabulosos logros que
sólo existen en su afiebrada imaginación, realizó anuncios que, de concretarse,
implicarían un crecimiento del gasto público que, una vez más, empujará a la
inflación, que ya parece ser un globo de gas. Mientras la escuchaba, señora
Presidente, y la veía para no perderme sus mohines, no podía dejar de pensar en
que, durante estos once años, el kirchnerismo recaudó casi un billón (un millón
de millones) de dólares.
Cuando
mencionó las teóricas inversiones en infraestructura, por ejemplo, recordé
algunas de las rutas tan deterioradas que utilizo, los puentes y puertos
faltantes, los teléfonos celulares que no funcionan, los cortes de luz cuando
hace calor y los de gas cuando hace frío, los ferrocarriles cuyas mejoras
prometió por enésima vez, las centrales nucleares que aún no existen, los
hospitales que se caen a pedazos y carecen de los insumos más elementales, las
imaginadas extensiones de las redes de gas que aún obligan a los más pobres a
comprar garrafas, la falta de redes cloacales y tantas otras inexplicables
carencias de una población cuyo gobierno ha manejado tantos fondos. Señora,
¿dónde fueron a parar esos dineros?
Habló
usted de la modernización de la flota de Aerolíneas Argentinas y en la
conectividad aérea de las provincias; pero olvidó decir que la empresa le
cuesta al país casi tres millones de dólares diarios, sólo para que viajen los
más ricos y cobren sus magníficos sueldos los “jóvenes para la liberación” de
La Cámpora.
Gracias
a Dios omitió contarnos su versión de los goles secuestrados pero donde su
“relato” se hizo más expresivo fue cuando describió, con muchas lagunas, su
propia historia en el affaire YPF-Repsol. El miércoles pasado, previendo que
esta columna debería referirse a lo que diría el sábado en el Congreso, escribí
una nota sobre el tema, “Sinfonía para Saqueo a Muchas Manos”
(http://tinyurl.com/mrfqltg), que llena algunos de los detalles que usted
olvidó.
Tal
vez lo más curioso de su pieza oratoria fue el reclamo al Congreso de una
legislación que impidiera que las protestas impidan la libre circulación de los
ciudadanos; pese a ser una autodenominada “abogada exitosa”, no recordó que en
el Código Penal ya está tipificado ese delito y que, por lo demás, tanto don
Néstor (q.e.p.d.) cuanto usted misma no sólo las toleraron durante los últimos
once años sino que las incentivaron y financiaron, cuando estaban dirigidas a
opositores o presuntos agiotistas. El pobre Julián Santo Domínguez, actual
Presidente de la Cámara de Diputados, al salir del acto se enredó ante las
preguntas de los movileros, y trató de explicar que esa represión se daría sólo
¡cuándo quienes cortaran las calles fueran pocos!; realmente original. Le
cuento, señora, que si pretende utilizar al Ejército del Espión Milani para
contener la inquietud social y conservar, de algún modo, el control de la
calle, no podrá hacerlo, al menos mientras permanezcan en la cárcel mil
seiscientos presos políticos, muchos de ellos sin condena y, en la gran mayoría
con edades superiores a los setenta años y con graves enfermedades.
Eso
nos lleva a su anuncio de lo que será el tema más trascendente de este año
legislativo: la reforma de los códigos Civil, Comercial, Penal y Procesal
Penal. En todos los casos, los proyectos que ya ha enviado el Ejecutivo o lo
hará próximamente contienen modificaciones sustanciales al modo de vida de los
argentinos, que debieran ser motivo de un profundo debate, y traerá impunidad a
los corruptos, la reducción de penas para los delincuentes y la desaparición de
la reincidencia como agravante. Este momento en que la ciudadanía no para de
llorar a los muertos y heridos por la corrupción, la inseguridad y el
narcotráfico, debiera obligar a los legisladores a reflexionar acerca de su
vocación, señora Presidente, de pasar a la historia como reformadora, y cuánto
le costará al país si, también en estos graves temas, siguen usando el habitual
“sí, Cristina” que han practicado todos estos años.
Es
cierto que no pudo más que aplaudir la gestión del “Chiquito pero rendidor”
Kiciloff quien, a contramano de cuanto ha pregonado tantas veces, está tratando
de reconstruir los puentes dinamitados con los mercados de capitales que usted
tanto necesita, pero me parecieron un poquito exageradas las ponderaciones al
ex Twitterman por su labor al frente la Cancillería. El mundo mira países y no
gobiernos, y la reparación del daño que estas curiosas y contradictorias
¿políticas? exteriores le han producido a la Argentina costará mucho y demorará
años. Don Néstor (q.e.p.d.) creyó que insultaba a George W. Bush cuando
organizó la “contracumbre” de Mar del Plata con Chávez, Evo Morales, Maradona y
D’Elía, pero ofendió a la institución presidencial norteamericana; usted, señora,
hubiera debido aprender aquella lección y, sin embargo, envió al “hijo de
Jacobo” a cortar precintos en un avión militar de los Estados Unidos. Debo, en
cambio, felicitarla por la forma en que pasó la pelota del fiasco del
memorándum firmado con Irán, que usted impuso con fórceps en su momento; su
fracaso torna aún más inexplicable tanta insistencia.
Diciendo
que no apoyaba a Maduro ni a su gobierno, pidió respetar la democracia en toda
América, “región de paz”. Nuevamente olvidó usted, tal vez porque está poniendo
las barbas en remojo, que una cosa es la democracia delegativa, en la que quien
gana se lleva todo, y la representativa, en la cual la legitimidad no pasa sólo
por el origen (el voto) sino que exige que el poder sea ejercido con respeto a
las instituciones y a las minorías.
Para
terminar, una sola pregunta más. Señora, ¿recuerda aquel foro empresario en que
su fallecido marido recomendó a los extranjeros “miren lo que hago, no lo que
digo”?; pues bien, le cuento que su propuesta ya debería ser la inversa, pues
del proyecto –si es que existió- de Kirchner nada ha dejado usted en pie, salvo
la vocación irrefrenable y compartida por apropiarse de fondos y bienes
públicos.
Enrique
Guillermo Avogadro
Twitter:
@egavogadro
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