Están
frescas las imágenes de diputados chavistas embistiendo a Julio Borges y
propinándole una paliza en el mismo momento cuando otros golpeaban en el piso a
María Corina Machado, fracturándole la nariz en una sesión de la Asamblea
Nacional. En medio de esta vergonzosa situación, el presidente de la Asamblea
Nacional reía y celebraba con sus gestos la conducta de sus conducidos.
Nicolás
Maduro, por su parte, ha mantenido la abusiva práctica de apropiarse de
espacios radiales y televisivos que han sido pagados por anunciantes de bienes
y servicios producidos por empresas que dependen de la transmisión de esos
programas para que la publicidad sea efectiva y se concreten las ventas de las
que dependen miles de trabajadores y la exitosa permanencia del negocio. Esas
"cadenas" se repiten a diario. En ellas los críticos del gobierno son
tildados de apátridas, burguesitos, bobalicones y fascistas.
En
inesperado gesto de amplitud, Maduro invitó a Miraflores a líderes opositores
después de las elecciones municipales del 8 de diciembre. Departió con Ledezma,
Ocariz, Blyde y con otros representantes de partidos políticos de oposición.
Fue una larga sesión de tensa cordialidad, pero el país recibía una buena
noticia. El diálogo tocaba las puertas.
A
los pocos días Maduro vociferaba que Ledezma era un conspirador, que Capriles
representaba oscuros intereses extranjeros y que no eran merecedores de su
confianza. El todo de la charada es que esos dirigentes continuaron haciendo
oposición a sus decisiones económicas y políticas. A lo mejor Maduro pensó que
el ejercicio opositor quedaba cancelado o suspendido con una visita a
Miraflores.
Ahora convoca una Conferencia de Paz a la que no asistieron sino sus compañeros y unos empresarios temerosos de Cadivi y del Seniat. ¿Qué ocurrió para que recibiera este desaire? ¿Por qué esa ausencia en bloque de la oposición? ¿Sería por haber insultado a las personas que recibió en su primer llamado a diálogo? Aunque hubiese sido una reacción digna y comprensible, esa no pareciera ser la razón.
Lo
que ha ocurrido es que como consecuencia de la protesta estudiantil, la Guardia
Nacional y el Sebin han actuado en connivencia con bandas armadas para
amedrentar, torturar y reprimir a manifestantes, con el trágico saldo de
diecisiete muertos e incontables heridos.
Ante esto, el gobierno no muestra los asesinos, ni se compromete a desarmar las bandas de terrorismo urbano autodenominadas colectivos y nada dice de enjuiciar a los Guardias Nacionales que han manchado ese uniforme. ¿Qué persona seria puede ir a conversar bajo esas circunstancias? ¿Para qué? ¿Para fingir que el país está normal, para lucir "civilizados", o para lavarle la cara a quienes en todo el planeta ya saben violadores consuetidinarios de los derechos humanos?
@claudioefermin
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Era pertinente tu opinión precisa como siempre, amigo. Saludos.
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