“La palabra que ensucia la lengua, termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra, el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente, ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces” Arturo Uslar Pietri
No era el escenario adecuado y mucho menos en un acto que
contó con la presencia de altos personeros de gobiernos extranjeros, invitados
para el desfile militar en el que se le rendía culto a la memoria de su
progenitor político, para que se expresara en groseros términos, al anunciar la
ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con la hermana república de
Panamá.
Se ufana de ser bolivariano a ultranza y contradice la
doctrina, pensamiento y acción del Libertador, fundador y padre de la patria de
cinco naciones a las que dedicó con amor, ahínco y perseverancia los mejores
esfuerzos, para mantenerlas unidas y fieles a la democracia participativa, e
inspirado en este ideal promovió y convocó en Panamá el Congreso Anfictiónico,
que se reunió entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826, el cual tenía como
gran objetivo crear una confederación de los pueblos iberoamericanos, desde
México hasta Chile y Argentina.
La idea de la Confederación no implicaba para Bolívar el
desconocimiento de las particularidades regionales, ni las dificultades
geográficas y las diferencias económicas, por el contrario tenía en mente una
Liga o Alianza que fuera política, económica y militar, sin que ello
significara la disolución de los gobiernos y repúblicas que le conformaran.
La ruptura de relaciones con Panamá, es una abrupta
decisión tomada por Maduro por tratarse de un país íntimamente ligado con
nuestra historia, y aún cuando tomó como pretexto el haberse inmiscuido en los
asuntos internos de Venezuela, no se justificaba que insultará tan groseramente
a su colega, con un vocabulario soez que
deja mucho de desear y mal parado ante la opinión pública internacional, y no
digo nacional, porque ya los venezolanos conocemos su histrionismo
disfuncional y neurolingüístico.
Maduro, no solo es ignaro de lo que recogen nuestros
textos de historia, y razones deberá tenerlas, una de ellas, su cuestionada
nacionalidad, y otra, su desesperada iracundia para procurar imitar hasta en
sus gestos al “gigante, comandante, supremo y eterno”, como cansosamente
anunciaba el locutor en la ceremonia del culto a Chávez, en el desfile militar.
También es indocto Maduro en el arte de la diplomacia,
una de las más antiguas del mundo, pues existen pruebas de que en la antigua
India, China y Egipto se practicaba rudimentariamente y que tales actividades
diplomáticas fueron refinadas e institucionalizadas en las antiguas Grecia y
Roma, en las que los enviados se convirtieron en negociadores dejando de ser
simples mensajeros. Desconoce que la diplomacia moderna – y que paradoja e
ironía fue Canciller – surge en las ciudades-estado del Renacimiento italiano,
particularmente en la República de Venecia, centro comercial cuya prosperidad
dependía de la información que
obtuvieran acerca de los mercados externos y de la estimación de riesgos de sus
empresas en el exterior.
Poco o nada parece importarle al “hijo”del difunto, las
pautas establecidas por la Convención de Viena en 1961, las cuales estipulan
que las relaciones diplomáticas entre gobiernos no se establecen en forma
automática, sino de mutuo consentimiento. Para el diplomático inglés Harold
Nicholson, la diplomacia está estrechamente relacionada con la estructura de la
política exterior y las negociaciones, y por eso un diplomático tiene más posibilidades
de convertirse en un negociador afortunado y para llevar a cabo su misión con
éxito debe reunir las siguientes cualidades:
·
Veracidad, porque
contribuye a una buena reputación e intensifica la credibilidad.
·
Precisión, que implica
certeza intelectual y moral
·
Buen carácter, que
implica moderación y sutileza
·
Paciencia, calma, que
permite guardar imparcialidad y precisión
·
Modestia, para no
dejarse envanecer y jactarse de sus victorias y éxitos
·
Lealtad, a sus gobiernos
y hasta al país que los hospeda.
La investidura de Jefe de Estado, obliga inexorablemente
a quien lo desempeña a conocer la escala de valores y los antivalores, o
valores inmorales como lo llaman algunos, estos últimos, deshumanizan a los
individuos, los degrada y les hace merecedores del desprecio, desconfianza y
rechazo. Además, entre los antivalores destacan la esclavitud, la angustia, la
arrogancia, el odio, la guerra, el irrespeto, la altanería, la
irresponsabilidad, el prejuicio, la división, la envidia, la enemistad, la
injusticia, la infidelidad, la ignorancia y la desigualdad, entre otros temas.
Y solo las personas calculadoras, frías e insensibles a lo que sucede a su
alrededor se rigen por antivalores.
Cualquier parecido con la persona que ustedes amigos
lectores se imaginan, es simplemente una coincidencia. Júzguelo usted con la
escala de los antivalores.
Ya yo lo juzgue y la historia se encargará de los demás.
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas
(CNP-122)
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
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