Mientras que las desavenencias políticas sigan apostando a soluciones desde la perspectiva de cada quien, las razones conducentes al inminente arreglo serán en vano pues cada actor político defenderá a plenitud su postura.
¿CRISIS
DE CONFIANZA?
En
política, luce difícil pensar en la confianza como una cualidad. Más, pareciera
ser la excepción de aquella regla ante la cual dos factores de la política,
actúan según las disposiciones que mejor consideran en un todo al margen de lo
que el contrincante pueda sugerir. Esto deja ver la distancia que existe entre
actores políticos con ideología propia. Es decir, la desconfianza se interpone
como condición que regula todo acercamiento entre posiciones políticas. Y en
verdad, así si infiere luego de escuchar decir que “la política es más
peligrosa que la guerra, porque en la guerra se muere una vez” (W. Churchill).
Mientras que en política, la insidia es capaz de aniquilar al contrario tantas
veces como la saña lo permita. Entonces no es fácil pensar en afinidad entre la
política y la moral. Sobre todo, cuando las realidades se debaten por razones
que incitan a defender lo propio por encima de intereses ajenos. Y ante la necesidad de defenderse, el
ataque se convierte en la forma más inmediata de tomar las mejores ventajas de
la situación. Por eso en política, todo o casi todo se vale a la hora de
perpetuar o persistir ante las ideas que más convengan ante la coyuntura.
La
denominada Conferencia Nacional por la Paz, ha sido una significativa muestra
de lo que acontece en el marco de una profunda crisis de confianza.
Desconfianza ésta que se traduce en la
negación ante la posibilidad de permitir que otro sea quien trace el camino
hacia el futuro. En el fragor de tan convulsionada realidad, opera la
inseguridad desde la cual la incertidumbre se exhibe desmesurada y es cuando
violenta toda situación que pueda aproximarse por defecto o por exceso a
determinar condiciones por las que habrían de regirse procesos sociales,
políticos o económicos. Tal es el caso de Venezuela.
Los
problemas de desabastecimiento, inflación, agitación social, desempleo,
inseguridad física, virulencia política, aparte de las dificultades que ha confrontado
una economía al borde del riesgo fiscal o de la quiebra en sus niveles de
reserva y productividad, o de la marginalidad social, la ocupación irracional
del espacio y de la degradación del ambiente, configuran un cuadro de angustia
generalizada a partir del cual se acució el descontento popular cuya vía de
expresión invocó las crudas reacciones sociales y políticas vividas des-de los
inicios de otro febrero aciago. Tan aciago como el Febrero de 1992, o el que
correspondió a 1989.
Esta
situación, a su vez, arrastra una indiscutible incapacidad de la sociedad de
establecer la mejor estrategia capaz de resolver los problemas que más acosan
la calidad de vida del ciudadano. Y esto sólo puede alcanzarse a través de la
conjugación entre los agentes representativos del gobierno, de la educación y
de las organizaciones asociadas al devenir social y económico. Para esto, es
fundamental, activar mecanismos que funcionen como correlato y contraste del
poder a fin de influir en la motivación del conjunto para ajustar las
condiciones a las propuestas analizadas con base en las necesidades aducidas y
demostradas. Pero para lograr tan importante objetivo, deben reconocerse los
problemas que limitan la movilidad de la sociedad en términos de su desarrollo.
Sin embargo, esto no es de fácil consecución pues pasa por acudir a la figura
del árbitro. De un árbitro a quien pueda delegarse la última palabra mediante
la cual sea posible asentir los procesos que han de requerirse a continuación
de las decisiones a tomarse por parte de quienes tienen la responsabilidad de
darle forma a la gran política. Mientras que las desavenencias políticas sigan
apostando a soluciones desde la perspectiva de cada quien, a desdén de una
institución que, en su propósito tenga a bien arbitrar equilibrada y
justicieramente los problemas suscitados, las razones conducentes al inminente
arreglo serán en vano pues cada actor político defenderá a plenitud su postura.
En otras palabras, esta situación representa el vivo testimonio de lo que
apesadumbra y desvergonzadamente constituye una abismal y terrible crisis de
confianza.
VENTANA
DE PAPEL
¿CUÁL
PAZ?
Mucho
se ha hablado de paz. No sólo como resultado de la situación de miedo que vive
el régimen luego de comprender el tamaño de equivocación que cometió en medio
de un proceso electoral que asumió sin la debida legitimidad. Igualmente, a
consecuencia de la retahíla de decisiones que condujeron a vivir más problemas
que soluciones. Desde entonces, el término “Paz” ha servido para engrosar páginas
de declaraciones gubernamentales sin la argumentación necesaria para validar
los propósitos aludidos a nivel de discurso.
Asimismo,
ha sido utilizado para animar actitudes políticas que tienden a confundirse con
meras iniciativas de Sosiego. Pero que en el fondo de todo, se solapan
intenciones con tentaciones, preocupaciones con ocupaciones, lo cual redunda en
perjuicio del clima de armonía que merece la sociedad venezolana toda vez que
su historia de lucha reivindicativa habla de los derechos y libertades que con
esfuerzo alcanzó. Sin embargo, el concepto de “Paz” se ha visto manoseado al
extremo que pareciera haber sido estropeado de tanto maltrato por la
manipulación recibida. Actualmente, el régimen lo esgrime como bandera para
darle el color “blanco” a situaciones que se tiñeron de “rojo-sangre y
negro-violencia” sin terminar de entender que sus métodos no funcionan para
matizar realidades que se tornaron difusas y resbaladizas en contra del
equilibrio a partir del cual es posible lograr realidades colmadas de
tolerancia, solidaridad y respeto.
No
hay duda de que el país cayó en un trance político que ha trastornado el
sentido de ecuanimidad que debe dominar sobre la faz de una nación como la
venezolana, dado el desarrollo social alcanzado aunque con sumo valor. Las
recientes circunstancias vividas, han abonado el terreno para desgastar el
significado de “Paz“. Pues no es razonable que la paz se utilice para
formalizar una gestión de gobierno que escasamente alcance a una minoría.
Mientras que el resto de la población se encuentre sometido al escarnio por
causa de la perversa polarización a la
que animó el régimen por aquello de “divide y vencerás”.
Así
que ante la necesidad mal calculada y peor observada por parte de un régimen
indolente y corrupto, se ha tenido la necesidad de mitigar en lo posible el
desbarajuste y anacronismo que su mismo anarquía y desgobierno ha causado.
Entonces, el régimen ha hablado de paz. Pero de ¿cuál paz?
A
FALTA DE PRENSA IMPRESA…….
La
difusión de los hechos noticiosos, es un derecho de razón universal. La misma
Constitución de la República lo declara como principio, cuando describe que
“toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin
censura (…)así como a la réplica y rectificación cuando se vea afectada
directamente por informaciones inexactas o agraviantes” (Art. 58). Sin embargo,
el régimen ha creído que resguardar la información que evidencia las
dificultades sostenidas para adelantar su gestión gubernamental, se convierte
en una amenaza para su estabilidad en el poder. Tan absurdo temor ha hecho que
se tome la irracional y antidemocrática decisión de anular o evitar el derecho
a que el venezolano se informe. Aún peor, a amordazar el derecho que tiene todo
ser humano a expresar libremente sus pensamientos, ideas u opiniones de viva
voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión y de hacer uso
para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda
establecerse censura. Así lo expone la Norma Suprema en el artículo 57. Pero,
ni modo.
El
régimen hace caso omiso de ello incumpliendo la letra constitucional. A pesar
de vociferar que es respetuoso del orden jurídico venezolano. ¡Crasa mentira!
Lo disimula groseramente. Por consiguiente, conmina, amenaza mediante
insolencia, populachos armados y apoyados. Pero sobre todo, con controles
legalizados de Conatel aunque irrespetuosos de los preceptos invocados por la
Constitución. Al final de tan patética realidad, los medios que sobreviven
tienden a asumir mecanismos de autocensura, reducir al máximo sus tirajes o
simplemente callar ante la opresión cruda y abierta del fascismo oficial. Surge
la interrogante: ¿Qué le queda al venezolano, a pesar del continuo bloqueo de
medios de prensa?
Apelar
a los contenidos multimedia. Es decir, a los nuevos medios puestos a
disposición por las nuevas tecnologías de comunicación e información. O sea, la
Internet a través de sus diversas aplicaciones. El reto ahora es enfrentar el
obstáculo, aprender a sortearlo y continuar adelante. Así que como dice el
adagio popular: a falta de pan, buenas son las tortas. Acá habrá que decir que
a falta de prensa impresa, buenas son las redes sociales. O mejor,
imprescindibles.
“Mientras
la política siga ejerciéndose con base en intenciones egoístas, los procesos de
conducción social se verán cada vez más azotados pues los valores que deben
primarlos estarán confinados por la perceptible mano de la intolerancia. Y por
supuesto, de la desconfianza”. AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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